La exhumación de los restos del dictador es, política y socialmente, poco inteligente.
Lo que hay que hacer no es exhumar los restos de Franco. Esa es la cáscara del problema. Hay que vaciar la pulpa. Y eso se hace suprimiendo la franquista subvención a esa Asociación del demonio del Valle de los Caídos y transformando el monumento en lo opuesto a lo que es ahora. Convertirlo en un monumento a la ignominia. Con con un gran cartel que a la entrada y arriba rece así: ESTÀ USTED ANTE UN MONUMENTO A LA IGNOMINIA.
Y para eso no hay que pedir permiso. Eso se hace por Decreto o por Decreto Ley.
Si se desea cambiar efectivamente a este país, no se puede ir a lo superficial. Es preciso ir a la médula, al foco de la infección. La primera medida es la supresión de las subvenciones que reciben contra el sentido del mercado libre y contra la filosofía abominable privatizadora. Lo mismo que en otras muchas cosas indeseables, como las subvenciones a los Toros, a La Razón, a ABC...
No se remueven los cimientos del franquismo exhumando los restos del tirano. Más bien al contrario, se enardecen los ánimos de confrontación que había en el 36. Catalogando ese lugar de ese modo, como un monumento cuya construcción se respeta pero volviendo como un calcetín su significado, se vacía de contenido los argumentos de los reaccionarios... Pero, como acostumbran, si no se callan, se les obliga a proclamar a Franco como el dirigente antidemocrático que fue; algo que en este tiempo choca frontalmente con sus cínicos cantos a la democracia y con el espíritu de la UE.