Pablo Iglesias y José Luis Rodríguez Zapatero, han coincidido en entrevistas separadas que el presidente venezolano, Nicolás Maduro Moros, ha sumado al país en la miseria y, en el campo económico, las políticas liberadoras, no han funcionado. Las polémicas sobre mi país vienen centralizándose donde, las decisiones ajenas representan un guion informativo, muy interesante. Ya que los pocos partidos que se ofrecieron a participar en el rostro electoral, revelan un carácter populista.
Un país en el que, aproximadamente y según los últimos resultados electorales, el 83% de sus ciudadanos no parecen partidarios, entre otras cosas, de conservar la integridad de su territorio, mantener la actual forma de su Estado, potenciar su idioma común y seguir apoyando la Constitución que garantiza sus libertades y derechos, es un país que tiene un problema serio.
La televisión, mantiene un lenguaje recurrente, sobre la disyuntiva de ir o no, a hechos conclusivos de una verdad. La mala parrilla televisiva, nos obliga a todo, en quedar en el limbo. Jamás, hemos visto un adversario dialectico y, de rienda suelta a mi posición política. De verdad, estanos produciendo un espectáculo pavoroso.
Los partidos que, se dicen de izquierda, deben motivarse para no permitir lo que nuestros ojos observan y, la asistencia sanitaria cada día peor.
La separación de poderes y abrir las escuelas ideológicas, es fundamental para tener un control geopolítico y por ende, territorial.
El presidente, Nicolás Maduro Moros, tiene que afrontar desafíos estructurales que pueden seguir debilitando al país y apelar al espíritu de reconciliación que llama tanto Zapatero y, sigue dividiendo al venezolano en ideas adversas a su espíritu de lucha combativa y revolucionaria.
España y Francia, se encuentran convulsionadas, por el asunto de Franco y su tumba en el Valle de los Caídos. En Venezuela, por la toma de posesión del presidente Maduro Moros, el próximo 10 de enero.
Pero Franco y el Valle de los Caídos, como todo lo que se refiere a la convulsa historia de la España del siglo XX, pueden resultar una caja de los truenos. No en vano, la Comisión de Expertos sobre el Futuro del Valle de los Caídos reunida en 2011 empezaba su lista de recomendaciones advirtiendo sobre "las dificultades políticas y sociales que supone la ejecución" de aquellas. Porque, ciertamente, si los propagandistas de Podemos tienen razón en algo es en asegurar que durante la Transición no hubo una ruptura radical con el pasado. Franco no fue derribado ni por un golpe ni por una revolución, sino por una enfermedad. El hecho de que fuera enterrado con todos los honores el 23 de noviembre de 1975 en la basílica del Valle de los Caídos no fue un impedimento para que el PSOE y el PCE se sumaran al programa de reforma pactada propuesto por el Gobierno de Suárez y contribuyeran valientemente a la aprobación de la Constitución de 1978.
Para el Partido Popular, como para Ciudadanos, la comprensible defensa numantina del legado del pacto constituyente no debiera impedirles ver que la Transición es parte ya de un pasado cada vez más lejano. Y que los acontecimientos políticos recientes y los nuevos competidores han socavado parcialmente las bases culturales sobre las que descansaba el prestigio de aquella. Tal vez sea el momento de aprovechar para recomponer el valor de la Transición a partir de una superación de sus contradicciones, aun cuando aquellas fueran tan valiosas para su éxito. A diferencia del PSOE, ni el PP ni Cs son partidos históricos a los que la exhumación de los restos de Franco vaya a despertar un fantasma mal enterrado. Los primeros pueden intentar ganar a Podemos por su izquierda, pero con los huesos del dictador en busca de sepultura podrían tener también que explicar qué fue de su terrible contribución a la violencia en los años 30 (la revolución de octubre de 1934 o las matanzas de la retaguardia republicana durante la guerra, entre otros) y, peor aún, por qué el Valle de los Caídos no constituyó un impedimento de urgencia para apoyar la Constitución, ganar las elecciones y gobernar durante varias legislaturas.
Es comprensible. Sin embargo, es probable que haya una oportunidad para que los partidos de la oposición aprovechen el órdago del Gobierno socialista y reviertan su finalidad, proponiendo cambios en la configuración del Valle de los Caídos, partiendo de un debate sobre las recomendaciones de la Comisión de expertos de 2011 y exigiendo que no sea mediante decreto-ley. Quizás haya llegado el momento de proclamar simbólicamente el entierro de la Transición para poder salvar su legado y fortalecer la democracia española para otros cuarenta años. Porque un acuerdo entre PSOE, PP y Cs sobre una nueva finalidad (y tal vez denominación, aunque la Comisión de Expertos, con criterio fundado, optó por mantener el nombre actual) para el Valle de los Caídos, previo traslado pactado de los restos de Franco, demostraría que la ausencia de ruptura entre 1975 y 1978 fue, precisamente, lo que permitió construir una democracia más sólida y duradera que la de la Segunda República.
Bueno, veremos la riada en enero 2018. Los partidos políticos, sabrán que hacer, lo cierto es que el gobierno tendrá que someter a un grupo de personas que ni participa, menos sufraga en los procesos electorales. Hay que lograr que el campo político tome su brillo de nuevo y, que soga sea quitada a quienes, deseen colocársela. No es tiempo, para los guiños.