La España invisible es esa España que apenas se oye, ni se hace oír. Me refiero a esa España que ni mide ni pesa, de clases medias de más bien escaso poder adquisitivo y compuesta de ejércitos de trabajadores obligados a una vida casi miserable, pues si no les falta la comida como en siglos pasados, a duras penas cuentan con un cubil, a duras penas pueden formar una familia escueta y a duras penas su futuro laboral tiene recorrido, hasta el punto de que muchos renuncian para siempre a una vida en plenitud.
La España invisible es la España de la ciudadanía anónima, la España de las personas discretas, de las personas prudentes, de las personas humildes, de las personas afables, de las personas sin dobleces, de las personas austeras, de las personas pacíficas, pacifistas y antibelicistas, de las personas respetuosas. La otra España es la de los fanfarrones, de los provocadores, de los pretenciosos, de los hipócritas, de los escandalosos, de los ruidosos, de los cínicos, de los simuladores, de los engreídos, de los agresivos, de los prepotentes, de los machistas, de los indeseables y de los pijos.
Hablo a propósito en el primer caso de "personas", porque la palabra abarca hombres y mujeres. Y lo expreso en masculino en el segundo caso, pues el limbo social restante es de los hombres más o menos "machos" y en todo caso secundados por las mujeres de su misma calaña...
Y digo España invisible, porque entre las personas de esa clase va a estar la mayor parte de los que el día de las elecciones de Mayo se van a quedar en casa. Hartas de cuarenta años de saqueo y de impunidad, y luego de una ostensible agresividad política provocada por la otra España, la visible, la esquizoide, ésa que se envuelve en la bandera como si el país entero fuese sólo suyo, han tirado la toalla pese a saber que la abstención favorece a ésta. Como se abstiene la mayoría de negros e hispanos en Estados Unidos porque lo mismo les da quien gobierne: siempre serán ciudadanos de segunda o de tercera.
Menos mal que, aunque en otros aspectos ser miembro de la Comunidad Económica Europea pudiera ser un lastre para un posible pero complicado futuro de un brexit español, una eventual salida de la CEE que nunca hay que descartar, para otras cosas la adhesión puede actuar como resorte activado contra los excesos políticos dado que la filosofía global de la CEE ha de frenar el ímpetu de los desalmados frente a los desarmados. Esta mera propuesta de armas para los "hombres de bien", por ejemplo, que plantea ahora ese partido (innombrable para evitar su propaganda) de la "otra España", la intolerante, la dominadora y la repulsivamente visible, resulta tan amenazante como la otra que se impondría si ésta prosperase, del restablecimiento de la pena de muerte...