La exhumación del personaje lleva camino de ser el cuento de nunca acabar. Pero también la piedra angular del prestigio político del político que llegó, se supone, para imponer sus decretos junto a las leyes que habrían de promover y aprobar su partido en el parlamento. Pero también un órdago que va a comprometer a todo el país por este detalle de la exhumación, en apariencia irrelevante visto el asunto tanto por el que vive con la desgana del que está de vuelta de todo, como por el curado de espantos...
El caso es que en la exhumación o la no exhumación, la exhumación consumada o la exhumación frustrada, España se juega el futuro. Más allá de las ideas y proyectos contenidos en los programas políticos; más allá de los propósitos aireados por los líderes y portavoces de los partidos; más allá del socialismo práctico, no el teórico, que pueda haber en la ideología del partido de su nombre; y más allá, en fin, de la lógica de la historia vinculada al presente y al futuro... Más allá de todo eso, que hace razonablemente suponer que están superados los odios, los resquemores, las rencillas y los ajustes de cuentas de la guerra civil y de las represalias subsiguientes están, primero la España como nación diferente a todas cuantas existen sobre la tierra; segundo, la España como sede de la extravagancia; tercero, la España ultracatólica, nacionalista y franquista que no está dispuesta a ceder un palmo más de tierra, ésa de los versos del poeta; y cuarto, la España que no tiene remedio...
Recientemente el propio monarca español ha refrendado el carácter nacionalcatolicista de la Piel de Toro concediendo un título nobiliario de todo fuste a la nieta de la momia que permanece bajo tierra. Así es que, si es voluntad de la monarquía exaltar la figura del dictador; si la Iglesia española está con éste y con el monarca; si la vaticana se desentiende del asunto; si la familia se siente fuerte por todo ello; y si el Tribunal Supremo ampara directa o indirectamente la dilación de la exhumación, es evidente que España permanece en el hilo del funambulista y juega con fuego.
Sea como fuere, la exhumación/no exhumación se ha convertido en la piedra de toque, el icono de su destino. Pues todo parece indicar que, en el período breve de una o dos legislaturas, España volverá institucionalmente a manos de sus dueños; dueños que se hicieron de hecho al ganar la guerra civil y que no han dejado de serlo frente al precario, espinoso y corto recorrido del poder político de sus oponentes. Pero aquellos no tienen prisa, la paciencia juega a su favor. Pues saben que los pormenores dichos, todos desvergonzados, y el empuje de los aires que soplan en Europa favorables a las ultraderechas juegan a su favor, y sólo es cuestión de tiempo reconquistar el poder político, esta vez por vías democráticas. Como Hitler en 1933.