El deschavetado presidente de Brasil ha superado con creces todas sus expectativas como fiel exponente de la extrema derecha conservadora y el neofascismo reaccionario. La terrible pandemia del Covid-19 ha desnudado cabalmente su metabolismo de ultranacionalista radical, racista y xenofóbico. Bolsonaro se presenta como el paladín defensor del capital y la rancia burguesía empresarial brasileña, siempre depredadora y defensora a ultranza de sus exclusivos intereses de clase.
La posición de Bolsonaro durante toda la pandemia del Covid-19 ha sido atroz y criminal. Negacionista a rabiar, ralentizó las acciones gubernamentales que el Estado brasileño necesitaba implementar para la contención de la pandemia, como el suministro de insumos para la adecuada atención de los pacientes en la red sanitaria o la organización de la cuarentena. Bolsonaro se ha destacado por su sorna e ironía frente a la emergencia, afirmando que estamos ante una leve "Gripezinha", que "no hay peligro" y que "el riesgo es casi nulo". Enajenado e insensible ante la angustia de su propio pueblo, expresó que "no soy sepulturero" cuando se le increpó por el incremento de los fallecimientos. Para entender su retorcida lógica de pensamiento basta con leer sus penosos mensajes: "La economía primero, o acaba con el gobierno". Están claras cuáles son sus prioridades. La gente no es.
En consecuencia, Bolsonaro es el primero dando el ejemplo (como líder negativo) en realizar actos políticos masivos con sus histéricos simpatizantes, rompiendo todas las medidas preventivas de distanciamiento social.
El resultado de las nada sesudas acciones (y omisiones) irresponsables del presidente Bolsonaro han llevado a que Brasil haya ascendido de manera vertiginosa al tercer lugar en las pavorosas estadísticas planetarias de la pandemia del Covid-19, con más de 255.000 casos y casi 17.000 muertos. Acumula casi la mitad de los casos entre todos los países de América Latina.
Emulando a su amo Donald Trump (el presidente del país que va a la cabeza de la pandemia, por su irresponsabilidad, con 1.500.000 casos y más de 90.000 muertos), el perrito faldero Bolsonaro se la pasa en permanente confrontación con los gobernadores, autoridades locales y especialistas en el tema sanitario por negarse a extender la cuarentena o suministrar recursos adecuados y suficientes a los estados. Tanto Trump como Bolsonaro recomendaron falazmente el uso de la Cloroquina como tratamiento masivo para el Covid-19, esto muy a pesar de la recomendación en contra de los expertos a nivel mundial. Son unos disociados.
Además de la molestia popular, Bolsonaro también tiene varios frentes de belicosidad abiertos en el patio interno. En el Congreso, actores de distintas organizaciones han pedido que se efectúe un juicio político por su falta de capacidad para manejar la crisis del Covid-19; y en la Corte Suprema de Justicia también se ha iniciado una investigación por sus pretendidas interferencias políticas en el Poder Judicial. Todo esto va en paralelo a la crisis por el mal manejo de la pandemia del Covid-19.
Bolsonaro ya pasó por las armas a dos ministros salud, Luiz Henrique Mandetta y el breve Nelson Teich (que no duró ni un mes). Ambos por fuertes "diferencias" en los criterios para abordar la pandemia. Para imaginar el desmadre que se acrecentará en el futuro próximo, Bolsonaro acaba de nombrar al general Eduardo Pazuello como ministro interino de salud, a pesar de no tener en lo absoluto ninguna experiencia en el área.
A la calladita se ha impuesto un cordón sanitario alrededor de Brasil, pues todos los países vecinos vaticinan ("Algo huele mal en Dinamarca") que el negligente manejo de la pandemia se traducirá en caos y descontrol, con grandes movimientos fronterizos. Millones de personas podrían salir huyendo de los contagios masivos en Brasil. Con Paraguay a la cabeza, también están prevenidos Uruguay, Perú, Bolivia y Colombia, que ven la irresponsabilidad de su riesgoso vecino como una amenaza. Ya han tomado medidas drásticas como el cierre de pasos fronterizos y un mayor registro y control sanitario.
Si bien compartimos con Brasil más de 2.000 kilómetros de frontera, la inmensa mayoría está compuesta por serranías, zonas montañosas o linderos fluviales. Tenemos el mayor peligro y riesgo de contagio en el punto fronterizo de Santa Elena de Uairén, el cual limita con el estado Amazonas, con su capital Manaos, uno de los mayores focos de la pandemia en Brasil. Los medios han resaltado la construcción de fosas comunes por el lamentable incremento exponencial de las muertes. Las cifras oficiales reconocen apenas 19.000 infectados y 1.375 muertes, pero esto representa un evidente subregistro, ya que la precariedad de su sistema de salud ha impedido la correcta aplicación de las pruebas de Covid-19, por lo que cientos de fallecidos han sido registrados como "muerte por problemas respiratorios". Las poblaciones más vulnerables son las comunidades indígenas de toda la región.
Bolsonaro ha pasado de la gloria, de ser el nuevo "Mesías", a ser el ángel de la muerte y la fatalidad. Él es el mayor ejemplo de cómo la extrema derecha en el ejercicio de desgobierno no le ha traído nada positivo a su población, mucho menos en medio de las deficientes gestiones de la pandemia del Covid-19. En Ecuador colapso total, hasta empezaron negar y esconder descaradamente las cifras. Perú y Colombia también con desborde total de sus servicios de salud y sin posibilidades de aplicar adecuadamente las pruebas de detección.
Dios nos proteja de esta derecha indolente.