Según información de hoy, el parlamento chileno ha pospuesto las elecciones municipales y constituyentes previstas para el sábado 11 y domingo 12 del corriente mes, para ser realizadas los días 15 y 16 de mayo en virtud de la agobiante ola de coronavirus que azota al país austral.
De acuerdo a lo informado por el diario madrileño "El País", "hoy día los números son críticos: la enfermedad golpea sobre todo a los grupos que no están todavía inmunizados (14 días después de la segunda dosis, en el caso de Sinovac y Pfizer), sobre todo bajo los 60 años." * La situación es tan alarmante que, en la misma nota se dice que "Las camas disponibles a nivel nacional son solo 156." *
Como dato curioso, significativo, es bueno para el análisis político que nos proponemos, cabe señalar que "De acuerdo a la última encuesta Cadem, un 73% de los chilenos está de acuerdo con el aplazamiento de las elecciones y un 56% está totalmente decidido a acudir a votar." *
"Lo curioso" a lo que hacemos alusión, corriendo el riesgo que esta calificación sea interpretada erróneamente, es que en un país, donde hace poco, en un acto electoral emergente, una abrumadora mayoría se pronunció a favor del llamado a proceso constituyente, derivada esa opción de las significativos y abundantes protestas de hace un poco más de un año, minimizadas y hasta un tanto olvidadas por la pandemia, ahora, según la encuesta que hemos hecho mención, por medio de "El País", un 73 % es partidaria de una medida tomada en un congreso dominado por la derecha chilena que, en gran parte, fue contrario a las protestas y al llamado constituyente y, apenas, el 56% manifieste su decisión por votar. Cifra esta última que, si bien es mayoría, no refleja el fervor de aquellas protestas y de las cifras que convalidaron se llamase a constituyente.
Por supuesto, tampoco queremos dejar pasar por alto, estamos conscientes de lo que sucede, particularmente en Chile, donde pese todo hay ya una alta cifra de vacunados, que, si la comparamos con Venezuela, cabría calificarla de elevadísima, aun así, la pandemia hace estragos, obliga a tomar medidas extremas como mantener el distanciamiento.
Lo primero que cabe como conclusión de lo anterior es que, la pandemia, si alguna virtud ha tenido, es la de desdibujar al capitalismo, ha denunciado una multitud de sus debilidades e injusticias. Pero también pareciera ponerse a favor del mismo, cuando crea situaciones como para que el modelo y sus políticos, que mayoritariamente controlan al mundo, encuentren sus acomodos, sus parapetos, burladeros y disuelvan las protestas o los acumulados de inconformidad.
Todo el año 2019 estuvo impactado por las persistentes, abundantes y nutridas manifestaciones de los llamados "chalecos amarillos", en Francia, tanto que, parecían haber debilitado al gobierno de Emmanuel Macron. Cada día, no sólo se repetían en todas las ciudades del país galo, aquellas manifestaciones de inconformidad, no específicamente contra el gobierno, conscientemente contra el modelo económico, sino que aumentaba rápidamente el número de participantes en ellas.
Con posterioridad, se produjeron las chilenas y también hubo de las mismas, con similares características, en Ecuador, Paraguay, Perú y en Bolivia se confundieron con las específicas contra el golpe de Estado contra Evo Morales.
Un rasgo sustantivo de esas protestas, particularmente en Chile y bastante de ello en Ecuador, es que no tuvieron una conducción específica, personalizada ni partidizada. En Chile eso fue por demás obvio y en Ecuador, apenas se pudo notar la participación, pero como una reacción tardía, intentando controlar la protesta, de cierto liderazgo indígena.
Aquellos acontecimientos tuvieron algo de nuestra experiencia venezolana, del fenómeno conocido como Caracazo, pero con una diferencia sustancial y de mucho significado. Este, que se inició en poblaciones aledañas a Caracas, luego se extendió hasta esa ciudad y en las siguientes horas al resto del país, no estuvo acompañado de un discurso o propuesta política; eso no parece formalmente en ninguna parte. En su ampliación o "repique", hubo la participación, llamémosla "improvisada", de la televisión, que si bien buena parte de ella, como RCT, estaba en conflictos de vieja data con el gobierno, es ilógico pensar que, sus propietarios, integrantes de la élite, clase dominante, estuviesen ganados para propiciar aquel estruendoso acontecimiento que removió las bases del sistema y creo las condiciones para lo acontecido con posterioridad, que bien sabemos, hasta llegar al fenómeno conocido como chavismo.
Los conflictos arriba señalados, con excepción de nuestro Caracazo, están caracterizados por una protesta contra el sistema, las relaciones laborales, el desequilibrio e lasprestaciones de servicios, como el de salud y educación. Estos dos factores, fueron vitales en las movilizaciones de los "chalecos amarillos" y del pueblo chileno. Pese a lo que dije anteriormente, entre los franceses hubo manifestaciones particulares específicas contra el gobierno de Macron, pero más que todo, se centraban contra todo el estamento y el modelo. En Chile, casi es valedero decir que se protestó contra todo, contra Piñera y el FMI y hasta contra todos los partidos, incluyendo a aquel Partido Comunista chileno, con el solo hecho de pasarle por encima, ignorarle, cuando este no fue capaz de prever lo que se incubaba y capaz de ponerse al frente de los acontecimientos, sino se vio obligado y conformado a aparecer detrás de aquello sin ninguna importancia e influencia.
En todas esas manifestaciones, como las que se producen a diario en casi toda Europa, por parte de la multitud de personas que trabajan en el novedoso negocio y oportunidad de trabajo como repartidores de pedidos a los comercios, tiendas, restaurantes, abastos, usando como medio de transporte bicicletas y motos, propiedad de los repartidores, quienes no tienen una relación laboral con ningún negocio, sino a través de un mecanismo computarizado, motivados a los descontentos que cunde entre ellos por la precariedad remunerativa, hay un intermediario muy dinámico y lo son las redes sociales.
Esto estaría generando que, el liderazgo tradicional de los partidos, ONG, sindicatos y hasta personas, aparezca debilitado, muy difuso, a veces inexistente y al mismo tiempo se convierte en el punto neurálgico, débil de esas protestas y de lo que se vale el modelo, el Estado y la clase dominante, para disolverlos, confundirlos y hasta difuminar la esencia y fuerza de esos movimientos.
Quizás por falta de personalidad del movimiento o identificación entre sus integrantes, quienes se convocan por las redes sociales, de manera casi anárquica, individualizada, impersonal, donde el espíritu de clase y grupo parece esconderse, evadirse, y concurren a esas manifestaciones con sus muy personales propósitos, sin ligamento, no se llegan a acuerdos, propuestas concretas y, lo que, es más, no existe una verdadera, homogénea, dirección que les organice, lidere, plantee todo como propuesta del colectivo, les mantenga en la mente de la gente y a esas multitudes entrelazados y organizados.
Y por falta de esa organización, cuando baja la euforia, la marea, por falta de identificación, todo aquello se disuelve y la clase, cultura y propuestas tradicionales, vuelven a tomar el control.
Así pasó con aquellas grandes y persistentes protestas que duraron hasta meses contra el FMI en Grecia y dieron lugar a la remoción de dos o tres gobiernos y así parece haber terminado esa inconformidad de masas que se llamó los "chalecos amarillos". Ahora cuando en Chile se decide posponer los actos electorales previstos para el 11 y 12 de este mes, sobre este último, el relativo al proceso constituyente, justificado en los embates de la pandemia, pero al mismo tiempo, de manera oportuna y oportunista, podría estarse dando una puñalada a la inconformidad del pueblo chileno, dado que el fenómeno que causó las protestas pudiera no tener representantes y ni siquiera verdaderos dolientes organizados para revivir todo aquello, esta vez en propuestas de cambio y en las urnas. No es extraño, desde la perspectiva nuestra, al margen de la pandemia, que ahora, el 73% se haya manifestó a favor de la posposición del acto electoral, ya demasiado retrasado y, que sólo, el 59 %, esté decidido a votar. Más tarde, eso espera la clase dirigente, los números les serán más "generosos".
De donde uno concluye que, si bien es cierto, el capitalismo está en crisis honda y más frecuentemente, esta aumenta, hasta por la acción e influencia de la tecnología, como hizo la "Revolución Industrial" para apuntalar este modelo, él mismo y su tecnología, parecieran haber creado las vías de escape. Lo que demanda un sereno estudio por parte de quienes fungen de vanguardias a las que la historia les está diciendo que, aquellos viejos amuletos y signos convencionales, esos de los cuales se han valido hasta ahora, parecieran haber caído en desuso.