Nota: El pueblo chileno se ha expresado contundentemente. La derecha, esa que soporta al gobierno de Piñera y las políticas del FMI, ha sido derrotada vergonzosamente. De los 155 escaños constituyentes, el partido de Piñera apenas obtuvo 37. Mientras que los factores opositores ganaron 118 escaños. Esto significa que la derecha, la gente de Piñera, de estrechos lazos con el gobierno de EEUU y la herencia pinochetista, se queda sin ninguna influencia para el momento de redactar la nueva constitución.
Pero lo digno a destacar es que, aparte de los tradicionales partidos opositores, entre ellos los de izquierda, como el PCCH y el progresismo, quienes obtuvieron un tercio, un poco más que el oficialismo, los grupos independientes de la izquierda, aquellos que lideraron casi de manera anónima las protestas del año pasado, obtuvieron el otro tercio y hasta un poco más que el bloque antes mencionado.
Por este resultado y la necesidad y hasta premura de destacar ese hecho, repongo un artículo, publicado días atrás, donde hablé de las perspectivas de estas elecciones y, sobre todo le di, un enorme valor a esa dirigencia emergente que desde el inicio impulsó las protestas, las lideró en la calle y casi obligó a la izquierda tradicional y a la oposición toda a movilizarse y solidarizarse con ellas. Le repongo modificándole el título, salvo eso de los pueblos que "están mosca".
Y destaco esto, porque lo mismo pudiera suceder en Perú, Brasil, en todo el continente, incluyendo Venezuela, donde en la conflictividad ente gobierno y oposición, parecen ignorar los problemas de la multitud, como los relativos a los salarios, salud y sobre valoran los simples asuntos de gobierno y el puro interés de la clase política. Todo está en despertar y poner las cosas en su sitio. Aquí se habla del "Caracazo" y de lo acontecido en Chile.
Pero también hay en todo eso, y esto es fundamental, un mensaje para el gobierno de Estados Unidos y, los grupos políticos en todo el continente, empeñados en manipular a nuestros pueblos, ganar elecciones, mantenerse en el poder sin darle importancia alguna a sus calamidades.
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Las protestas de mediados y finales del 2019 en Chile, contra el FMI y el gobierno de Piñera, dejaron enormes secuelas. Ahora mismo, por ellas, según el diario "El País", Sebastián Piñera está siendo denunciado ante el Tribunal Penal Internacional (TPI), por las muy graves violaciones a los derechos humanos, que dejaron más de 30 muertos, miles de heridos, entre ellos cientos de personas que perdieron, por lo menos un ojo, por los disparos efectuados por los carabineros con ese deliberado propósito.
Pero ellas, parecieron haber puesto demasiado cuidado en dejar pocos nombres exaltados. La revuelta, "estallido" y hasta "revolución", como han calificado aquellos hechos, no fueron lideradas ni capitalizadas por nadie en particular. Fue pues un movimiento popular de gran magnitud, sin líderes ni héroes conocidos. No obstante, como hemos dicho antes, tuvieron casi coincidencia, en el tiempo y el carácter, con lo acontecido en Ecuador. Fueron aquellas unas protestas con objetivos específicos, como reclamo de mejoras salariales, los habituales del movimiento estudiantil por ampliar la educación pública, o sea, por una mayor inversión estatal en ese sector y los servicios de salud y también se protestó contra las condiciones en las que el gobierno había venido acordándose con el FMI y particularmente la aceptación ligera de las habitualmente odiosas y antipopulares que el organismo pone para otorgar sus créditos. Porque una y otra cosa, forman parte de lo mismo.
Fueron movimientos con objetivos específicos, pero sin liderazgo definido, como manifestaciones genuinas salidas del alma colectiva. El "Caracazo" venezolano, que descompuso el poder, los acuerdos establecidos, hizo añicos hasta las estructuras de los partidos y abrió espacio a un proceso distinto, pareció más un estallido de rabia, de angustia, por las dificultades del momento, no tuvo liderazgo, puede decirse que fue algo espontaneo. No dio espacio a ninguna protesta específica contra el FMI y su receta, la que ya venía adelantando el gobierno de Carlos Andrés Pérez, que emergió poco tiempo atrás con una montaña de votos, cercana al 65 % del electorado y dentro de una elevada participación, sino que fue solo eso, el protestar, desatar la rabia, pero tampoco tuvo liderazgo. Eso sí, dejó una montaña de muertos y no hubo tampoco responsables por eso. Todo quedó en el anonimato.
¡Las de ahora en el sur, parecieran tener muy claro lo que quieren!
En esto, en medio de aquellas protestas, que cada día agregaban nuevas consignas y reclamos, más gente y hasta los partidos progresistas empezaban a enterarse e intentar insertarse en ellas y, hasta los inéditos dirigentes que, en la calle impulsaban las protestas, se identificaban entre ellos mismos y sus nombres salir a la calle, se vino la pandemia, como en rescate de Piñera, toda la dirigencia chilena y hasta del FMI.
El pueblo chileno, después de Allende, pareciera haber sido muy desafortunado con su dirigencia, pese las muestras de combatividad que ha dado, empezando por las persistentes luchas del pueblo Mapuche por sus ancestrales derechos y continuando con un movimiento estudiantil, muy combativo e inconforme, pero que en cada caso ha sido abandonado por su dirigencia en el momento de reclamar ante los órganos del poder. Cada lucha, llegado a su más alto nivel, en el momento de formalizar los reclamos ante una autoridad obligada a escuchar, termina en la evasión de aquella dirigencia que se conforma con un pequeño beneficio.
El propio PCCH, ha incurrido en debilidades como la anterior señalada. Es inolvidable, como unas largas y fuertes protestas estudiantiles que elevaron a la Joven Camila Vallejo al liderazgo, hasta convertirla en Diputada del Congreso chileno, donde fue responsable de la comisión de manejar esos asuntos, en tiempos que gobernaba la señora Bachelet y aquel partido le prestaba apoyo, terminaron en el más absoluto fracaso, pues aquella dirigencia no fue apta para responder a sus compromisos. Tanto que el gobierno de la señora Bachelet en eso y en casi todo, terminó siendo como su antecesor, a quien aquellos estudiantes reclamaban. Tanto que luego, siendo Bachelet presidente y la Vallejo diputada, en varias oportunidades, los estudiantes volvieron a la calle por lo mismo. Y es por esto que, en 2019, manifestaron por sus derechos y por todo lo que protestaba el resto del pueblo chileno, incluyendo a los Mapuches.
Como era de esperarse, dada la naturaleza de los acontecimientos, la ausencia de los partidos progresistas de Chile en ellos, la interrupción que produjo la pandemia, hoy Chile luce fragmentado. Tanto que según se informa, para este momento ya se han asomado 16 posibles candidatos presidenciales para unas elecciones que deben producirse en noviembre de este año. Es decir, hasta ahora, el cuadro chileno, visto desde la perspectiva de las elecciones presidenciales, toma rasgos parecidos a los del Perú.
En lo inmediato, para los días 15 y 16 de mayo, están previstas las elecciones para escoger a los 155 representantes que habrán de redactar la nueva constituyente, una bandera y victoria de aquellas jornadas de fines del 2019, para derogar la constitución de Augusto Pinochet, tarea que la dirigencia política desde entonces, pese los reclamos populares, no pudo cumplir, pese que desde la desaparición de la dictadura, el palacio de La Moneda fue ocupada por varios presidentes, incluyendo unos tres del Partido Socialista chileno, el mismo de Allende, de los cuales dos períodos fueron de la señora Bachelet.
Recientemente, el Congreso chileno, pese la oposición de Sebastián Piñera, aprobó una Ley que ordena al Ejecutivo adelantar un 10% de las prestaciones acumuladas a los trabajadores para atender las demandas generadas por la pandemia y, lo que, es más, ante la gestión del presidente ante un tribunal para que dejase sin efecto lo acordado, sufrió allí otra derrota, pues este la declaró sin efecto. Lo que habla del estado en el cual se halla el presidente del país austral. Es decir, ante el descontento que aumenta aceleradamente, el poder presidencial se erosiona.
En este mismo año, habrán de celebrarse las elecciones parlamentarias, regionales y hasta locales, en medio de ese estado de dispersión, falta de liderazgo.
Es cierto que, la pandemia contuvo las protestas; los grupos que salieron a manifestarse contra las políticas neoliberales de Sebastián Piñera, parecieran dispersos y hasta incomunicados y la tendencia a encontrarse, definir un liderazgo emergente, se contuvo. Pero también es verdad que descompuso el orden existente. Este parece fragmentado, como lo que antes estuvo unido se separa y pudiera abrirse un espacio para que la tendencia opuesta, quienes intentan y buscan acercarse se encuentren. Las elecciones podrían ser una oportunidad para eso. La lectura del cuadro peruano es muy importante.
Claro, esto tiene un riesgo; es una inconformidad, digamos impersonal, que pudiera ser capitalizada por los más audaces y previsivos. Y en esto, la derecha mundial, con la experiencia, informaciones que maneja y los recursos de que dispone, pudiera llevar una ventaja.
Pero eso no es inexorable. A esta altura, uno espera que, en el mundo progresista, se haya aprendido a manejar ciertas claves y desechar aquellas ortodoxas. La unidad de las fuerzas por el cambio es primordial. No se trata del cambio como le miro y le concibo, hasta donde llega mi medida, sino de aquel que es posible alcanzar dada la fuerzas que hay que unir. Los partidos tradicionales, no pueden salir a intentar monopolizar o liderar algo que no es de su competencia ni está dentro de sus posibilidades, hay que acercarse a la gente, a ese liderazgo informal, reconocerle sus espacios y con ellos elaborar los programas de lucha que debe salir de una confrontación abierta y equilibrada.