Una lectura de la asimétrica población reclusa española

Según Instituciones Penitenciarias, el año 2020 concluyó en España con 47.373 reclusos. De los cuales 43.859 son hombres y 3.514 son mujeres, un 7,4 por ciento.

¿Cuál es una posible lectura instantánea de semejante asimetría? Pues si tomamos la población reclusa española como módulo de referencia para determinar la proporción de "bondad" y "maldad" del ser humano sin más, la pregunta que cualquiera se hará es: ¿verdaderamente la mujer española es el 95,3 por ciento más buena que el hombre español, o el 95,3 de los hombres españoles son más perversos que el 7,4 por ciento de las mujeres españolas?

Podrá parecer un disparate, pero a la vista de estos datos podríamos decir que hasta que el tanto por ciento de la población reclusa de hombres y mujeres en España sea igual o similar, para lo que es preciso que el hombre colectivamente se "afemine", la proporción de reclusos hombre-mujer, cuantitativamente hablando no remitirá, y la violencia masculina sobre la femenina tampoco. Pues si el hombre español, el bipedo in plume macho, el típico carpetovetónico ha de "civilizarse" en su relación con la mujer para rebajar su nivel delincuente y ponerse a la altura del comportamiento hacia ella de un europeo en general, deberá alterar su naturaleza todavía primaria y tosca en esta materia. Mejor dicho, violentarla. No de otra manera ha lugar a interpretarse la asimetría señalada relacionada con los delitos oficialmente atribuidos a los malos tratos, homicidios y asesinatos cometidos en España por hombres sobre mujeres. La única manera de avanzar positivamente es que el macho vaya aproximando su naturaleza a la naturaleza femenina. Esto es, si mata, habrá de matar como mataría una mujer, con métodos "típicamente" femeninos. Como son la astucia y la paciencia, características de la premeditación, de las que la mujer, en las pocas ocasiones en que eso ocurre, se sirve para vengarse o para conseguir un objetivo (recuérdese, a estos efectos, por ejemplo, el súper premeditado y sofisticado crimen perpetrado en 2014 por Montserrat González, autora confesa de los disparos que acabaron con la vida de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, quien reconoció en el juicio que lo hizo para defender a su hija de la persecución laboral y social que sufría desde que en enero de 2010 la joven se negaba a mantener relaciones sexuales con la política, en contraste con la inmensa mayoría de los crímenes pasionales en España de mujeres a manos de su pareja hombre). Sin embargo hay factores correctores de esta conclusión para el asunto de la violencia del hombre sobre la mujer en España. Y uno de ellos es el de una población contingente de individuos inmigrantes de una o dos generaciones que en pocos años se han instalado aquí, que llegaron con una cultura diferente, bien la musulmana, bien la misma de raíz cristiana que la española pero "retrasada" de América Latina, de las que la mujer vino a liberarse pero "su" hombre, de acuerdo con esa cultura, sigue creyéndose dueño de ella, primero la aprisiona y al final la mata. Carezco de datos al respecto, pero la deriva de la clase de inmigración que empezó hace no más de treinta años, hace suponerlo más o menos así…

Pero esto de la llamada violencia de género, ahora llamada agresión sexual, es sólo una parte de la lectura de la desigualdad significativa existente entre un 7,4 por ciento de reclusas y un 95,3 de reclusos en España. Porque no es posible separar la condición genética de uno y otro sexo de los motivos por los que uno y otro delinque. Esto es antropología pura. Desde luego, a primera vista, la mujer no entra en el diagnóstico sobre ese ciudadano, genéricamente hablando, que, del fracaso en la sociedad neoliberal del rendimiento se hace responsable a sí mismo y se avergüenza, en lugar de poner en cuestión a la sociedad o al sistema; ese que, no percatándose de que es explotado, dirige la agresividad hacia sí mismo y no se convierte en revolucionario sino en un ser depresivo, que en eso consiste la especial inteligencia del régimen neoliberal, al decir de Biung Chul Han, filósofo y ensayista surcoreano profesor de la Universidad de las Artes de Berlín.

La mujer, en general, no se percibe a sí misma como fracasada en el desenvolvimiento de su vida. La maternidad, aún eventual, su capacidad para ser madre, la protegen del sentimiento de frustración. La frustración, en una sociedad competitiva hasta extremos delirantes, sí condiciona en cambio al macho. Intentará éste superarlo, pero con mucha menor garantía. Al hombre le cuesta mucho más que a la mujer combatir ese sentimiento. Lo que no quiere decir que el dato sea concluyente a la hora de evaluar comportamientos. Pero la frustración vital sí lo es en la conducta delictiva del hombre. Por otra parte, la maternidad, aún eventual, tiene unpapel fundamental en la psicología social delos varios agravios comparativos suscitados entre la hembra y el macho, entre la mujer y el hombre. La madre a menudo se "realiza" en la maternidad. El hombre, al no procrear se "realiza" en la creatividad. Y la creatividad abarca mucho. Desde la artística e intelectual, pasando por complejas iniciativas delictivas sórdidas de tipo mafioso, hasta las grandes y vidriosas "obras" de la ingeniería financiera. Pero aún hay otro dato comparativo. Y es que mientras siempre fue patente la "necesidad" del hombre de mostrarse ante la mujer capaz de triunfar, de prosperar o de medrar, causa a menudo de la causa del delito, para la mujer deslumbrar al hombre no es su natural motor. Su personal progreso, la conquista de los peldaños de la promoción social por sí misma constituye para ella una íntima satisfacción, y si hay un estímulo suplementario ése será ayudar o promocionar a sus hijos, si los tiene...

Y es que la mujer una transgresora por antonomasia de la ley. La proporción en la población reclusa lo prueba. Se adapta mucho mejor a la ley que el hombre. Es más, por lo general ella suele ser precisamente custodio y garantista de la ley.

Desde luego es fácil colegir que los delitos cometidos por la mujer no están, en general, asociados a cualquier clase de fuerza física, sea ejercida sobre las cosas o contra las personas. La violencia no es su usual modus operandi. Sus delitos son de otro orden. Y de estos suele participar no tanto como autora como coautora, testaferro, cooperador necesario, cómplice o encubridor. Sus delitos, sin consultar la estadística, han de tener que ver con el aborto, la defraudación, la apropiación indebida, la insolvencia punible, la corrupción en los negocios, la administración desleal, el blanqueo de capitales, los delitos societarios, la malversación... y la cooperación en delitos cometidos directamente por el hombre que no tienen además mucho que ver con delitos de "derecho natural"...

Apuntes, todos estos que, por el momento, pudieran explicar la asimetría de la población reclusa en España, más allá de la ocurrencia y del tópico en una sociedad cambiante como la española

Porque todo lo dicho configura propositivamente un marco diferenciador estimable en cuanto a las causas próximas o remotas de la conducta delictiva en hombres y mujeres. Lo que a su vez explicaría la causa de esa extraordinaria desproporción en la población reclusa en España.

Naturalmente que pudieran localizarse otras razones. Y hasta se podría escribir un tratado del asunto (si es que no lo hay ya), pues la naturaleza humana de los individuos desdoblada en sexos, edades, estratos y clases sociales, etc, permite matices y discriminaciones que yo aquí no abarco. Pero en esta ocasión me limito a apuntar a esas posibles causas, no por más inmediatas menos profundas. Y por otra parte no soy de esa clase de escritores que intenta hacer de todo un libro o un Tratado. Pues en mí hay una propensión a analizar la "realidad" circundante, partiendo de un principio rector de intelección y de conciencia; cual es, por un lado, que la sobreabundancia de argumentos nubla el posible acierto, y, por otro, que para iluminar el raciocinio de uno mismo yel ajeno, he de tener en cuenta que la razón nunca es prolija...



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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