Si continuamos con el ejercicio de analizar los sucesos del 11 de septiembre de 2001 y sus impactos posteriores en las relaciones económicas y políticas internacionales (https://bit.ly/39gBF3d), resulta relevante acercarnos a la mirada del cine para desentrañar la intimidad, el pensamiento y la vida cotidiana de quienes tomaron decisiones cruciales en esos momentos o a partir de ese entonces. El filme Los Vicios del Poder (Vice, por su titulo en inglés), producido en el año 2018 y dirigido por Adam McKay, retrata justo la vida, el proceder y el sentido de las decisiones y acciones de Dick Cheney (n. 1941), Vice-Presidente de los Estados Unidos bajo el mandato de George W. Bush entre los años 2001 y el 2009.
Se trata de una vertiginosa y delirante producción cinematográfica que interioriza en la vida del ex Vice-Presidente y en el ejercicio de cargos públicos que desplegó durante varias décadas en la administración pública estadounidense y en el Congreso de ese país. Richard "Dick" Bruce Cheney es retratado como el típico político norteamericano que lleva hasta sus últimas consecuencias los intereses creados que representa y le promueven en esos cargos públicos. Un hombre que sintetiza la simbiosis entre las élites empresariales y el establishment político y militar de Washington.
Visto como un político discreto, pero a su vez desbordado por la ambición y el deseo de poder, Cheney es una pieza clave para comprender los acontecimientos del 9/11 y las posteriores invasiones de Afganistán (https://bit.ly/3C1a4iX) e Irak. Ese día del año 2001, como se relata en la cinta, algo miró y comprendió Cheney que el resto del gabinete y funcionarios no lograron percibir conforme se desvanecían las Torres Gemelas. Quizás esos sucesos fueron el cénit de la actuación pública y tras bambalinas del poder real que llegó a acumular Dick Cheney durante esa administración. La misma invasión a Irak iniciada en el 2003 y la justificación que se pretendió tejer discursivamente adquirieron la misma impronta y los intereses creados del entonces Vice-Presidente.
En la película subyace la comedia, el drama, pero también la denuncia y el ejercicio refinado del periodismo de investigación y del documental político más sofisticado en sus formas y en sus métodos de cuestionamiento de la realidad social. El cine es llevado a su más acabada expresión como instrumento del pensamiento crítico y, a su vez, del pensamiento utópico que, sin vergüenza y sin reparo, evidencia las entrañas de las estructuras de poder.
La biografía de Dick Cheney es la historia misma del poder, las cegueras y las debilidades de la Presidencia de los Estados Unidos en su vertiente belicista y expansionista. Es la comprensión metafórica de la biografía en su proyección histórica e institucional; a su vez que desnuda al poder en su faceta de farsa, caricatura y de parodia con consecuencias que rayan –más allá de moralismos– en la mentira, la crueldad y la falta de escrúpulos. La realidad es vista por el lente crítico del director como una despiadada caricaturización del poder en manos de seres con limitaciones estructurales y existenciales, como se evidencia en un Cheney veinteañero, extraviado, alcoholizado y rescatado por su esposa del fango de la desmesura y la irreverencia.
El hombre más poderoso de la administración Bush Jr. es visitado por el cine en sus miserias, desvelando esa faceta oscura y de poder real tras el trono que caracterizó al Vice-Presidente Cheney. El dedo del director del filme se dirige a este burócrata que lo mismo combinó su trayectoria pública (Jefe de Gabinete de la Casa Blanca, Congresista, Secretario de Defensa) con sus periplos profesionales como ejecutivo y desempeñando altos cargos en la empresa petrolera de Halliburton, beneficiada con vastos contratos en Irak y, a su vez, expuesta por sus corruptelas y malos manejos al amparo del poder político de Washington.
Es un filme de denuncia no solo al espectro y al poder real de este personaje, sino al mismo sistema político y a la sociedad estadounidenses que en aquellos primeros años del siglo XXI se mostró complaciente y complacida, cómplice y cercana a las decisiones del complejo militar/industrial/comunicacional. La cultura política norteamericana es puesta al descubierto en sus impulsos, voracidades y en esa proclividad bélica que le caracteriza sin decoro y con sumo descaro y avidez.
Un filme biográfico que no deja indiferente a nadie y menos a la élite política del establishment estadounidense que, por supuesto, no se hizo esperar con sus reacciones al mirarse retratados en su voracidad y en su consenso belicista. Aunque la descalificación pueda cernirse sobre la película, pues no faltará quien la acuse de conspiracionista y tendenciosa, la realidad es que el cine ayuda a desentrañar facetas que el periodismo o el mismo discurso de las ciencias sociales no logran aprehender y asimilar a cabalidad. En el público estará la labor de brindarle proyección histórica a través de otros tipos de análisis a lo expuesto en dicha cinta. De ahí que no se le nieguen atributos a los realizadores tras poner sobre la mesa la dimensión de la personalidad, la biografía y las peripecias de quienes toman las decisiones que inciden sobre la vida en sociedad de miles de millones de seres humanos.
Más allá de la ficción, Los Vicios del Poder representa una ventana para asomarnos a esa otra dimensión de los hombres del poder y para revertir el impacto de las narrativas convencionales que se difundieron desde el año 2001 en los mass media en torno al papel salvador de los Estados Unidos a través de su supuesta "guerra contra el terrorismo". Comprender el mismo sentido de la agenda belicista/financiera/globalista adoptada por la élite plutocrática que retornó el pasado 20 de enero al poder político de los Estados Unidos (https://bit.ly/3bGyfJ9) es una necesidad urgente e impostergable, y la atención a ella puede darse desde las miradas del arte cinematográfico.