Escenarios y paisajes del 2022: la obcecación de la pandemia y el día después que no llega

Reflexionar sobre los escenarios futuros es una praxis que arroja luz sobre las tendencias marcadas en el presente y las dinámicas históricas del pasado inmediato. El futuro no es algo dado, sino un proceso emergente y expuesto a contingencias, en franca configuración a partir de la correlación de fuerzas y de las decisiones y acciones inmediatas que le dan forma al cambio histórico. De ahí que en medio del torrencial de incertidumbre cualquier pronóstico o escenario diseñado tienda a ser arrastrado por la avalancha pandémica aún en ciernes.

En ese sentido, el 2022 no será un año que se desprenda de la incertidumbre radicalizada y acumulada a lo largo del 2020 y el 2021. Es altamente probable que el nuevo año sea uno más signado por el paso implacable del huracán pandémico y por los múltiples efectos de esta crisis epidemiológica global.

En ese sentido, si 2021 fue el año de una asimétrica campaña de vacunación global, también se evidenció que la pandemia lejos está de desaparecer y que persistió la miopía estratégica al entronizar a las vacunas –experimentales, por cierto– como la única solución para salir de la crisis sanitaria. Sin lograrse una generalizada inmunidad colectiva, lo que se hace es gestionar la irradiación de la nueva enfermedad, tal como se hizo en su momento con el VIH-SIDA, el Ébola u otros padecimientos.

Si las ausencias, inoperatividad y postración de los Estados fue una constante en los dos años previos, como parte de la falta de estrategias y políticas articuladas y sustentadas para enfrentar la pandemia, ello continuará como el talón de Aquiles en el 2022. La gran reclusión como estrategia de política pública global será de nueva cuenta la válvula de escape ante las presiones acumuladas, aunque se adoptará con grados e intensidades diferenciadas según los países y los espacios locales, y según las fuerzas sociales opositoras a estas medidas. Y si los confinamientos totales o parciales serán consustanciales a las decisiones públicas del 2022, entonces ello se acompañará de la irradiación del miedo a través de la industria mediática de la mentira (https://bit.ly/2VOOQSu).

El coronavirus SARS-CoV-2 no será erradicado, sino que los organismos humanos se readaptarán y aprenderán a convivir con él hasta tornarse en una enfermedad endémica que será letal para aquellos sistemas inmunitarios debilitados y asediados por las co-morbilidades. Sin embargo, el 2022 será el año en que aflorarán de manera más acusada las consecuencias de la pandemia. Principalmente la fatiga pandémica, los padecimientos neuropsicológicos y el quebrantamiento de la salud mental como resultado de los confinamientos mal manejados se dejarán sentir en la intimidad y en la vida familiar de los individuos. La constante sensación de pánico y alarmismo, el aislamiento, el deterioro anímico, la angustia, la ansiedad, la depresión, la tristeza, la soledad, la adicción tecnológica, las tendencias al suicidio, así como la impotencia y zozobra ante la enfermedad, la muerte, el desempleo, el distanciamiento social y la incertidumbre, cobrarán factura en sociedades cada vez más expuestas a la polarización y al colapso de legitimidad de los Estados agravado con el engaño y el manejo ineficaz y tardío de la crisis desplegados desde los gobiernos.

Como los gobiernos son los principales emisores de noticias falsas (fake news) respecto al colapso pandémico, el 2022 exacerbarán las disputas en torno a la construcción de significaciones. A su vez, éstos experimentarán duros cuestionamientos por parte de porciones de sus sociedades tanto en Europa como en el hemisferio americano. Amplios sectores de la población mundial miran con recelo y desconfianza el manejo de la pandemia y de las campañas de vacunación (https://bit.ly/3lAEKlg), así como la instauración de los "pasaportes sanitarios" (https://bit.ly/3E2fZp1). Observan en estas medidas un atentado contra derechos y libertades fundamentales y una invasión a su intimidad. El lado oscuro del Estado sanitizante y de su ideología del higienismo comienza a ser desvelado desde las entrañas de esas fuerzas y resistencias sociales a veces dispersas y desorganizadas, a veces nucleadas en torno a las redes sociodigitales. Entonces la inestabilidad sociopolítica sería una constante en el 2022 y con ello se experimentaría el ascenso de grupos extremistas neoconservadores que explotan la veta del negacionismo y el desencanto masivo.

La pandemia del Covid-19 no vino sola, sino que se acompaña del hambre. La escalada en los precios de los alimentos se mostró a lo largo del 2021, y ello avisora una crisis alimentaria global que tendrá como correlato los disturbios sociales en múltiples ciudades del mundo. De los alimentos con precios superando récords históricos a situaciones de hambruna, nos separan pasos muy cortos, que hasta el momento no se alcanzan a prever.

La cooperación solidaria internacional continuará menguada o extremadamente limitada en este 2022 de cara al colapso pandémico que a lo largo de dos años incitó respuestas locales, nacionalistas y neoaislacionistas. Esta tendencia no solo postergará mirar la luz y el final del túnel pandémico, sino que debilitará las posibilidades para crear y estimular la innovación organizacional en el plano de las relaciones internacionales. El mundo seguirá operando con organismos internacionales caducos y agotados en su misión histórica, al tiempo que enfrentará problemas inéditos y globales que imponen, cada vez más, efectos intensos sobre las sociedades nacionales.

A su vez, las tensiones entre Estados Unidos, Rusia y China persistirán a manera de enfrentamientos indirectos en rubros como el control de zonas de influencia geoeconómica o geopolítica. La rivalidad también se suscitará en confrontaciones directas en ámbitos como las disputas comerciales, la carrera tecnológica, las campañas de desinformación, o los ciberataques. Taiwán y Ucrania serán también parte de los focos de riesgo entre estas potencias y en sus esfuerzos por adelantar la carrera armamentista. Justo esa tensión entre Rusia y Ucrania puede acelerar el aumento de los precios del gas, que principalmente afectarían a la Unión Europea.

Por su parte, si la tensión entre China y Taiwán se incrementa, el 2022 podría ser escenario de mutuas sanciones de distinto tipo entre Estados Unidos y el gigante asiático. De ahí que sus relaciones corran el riesgo de ingresar en una etapa de enfriamiento severo entre ambas potencias. Si con esa tensión Taiwán experimenta afectaciones en la producción de semiconductores, se corre el riesgo de un desabasto en industrias como la automotriz, la de aparatos e insumos de cómputo, y la de teléfonos móviles.

Los añejos conflictos locales/nacionales continuarán sin resolverse durante el 2022 en varias regiones del mundo. Afganistán, Yemen, Siria, Myanmar, Libia, Etiopía, Haití, Venezuela y varios países centroamericanos continuarán empantanados en su fragmentación interna y en algunos casos acelerando los procesos migratorios con las consecuentes secuelas que ello supone para las sociedades expulsoras y para las receptoras.

América Latina, por su parte, afianzará en éste 2022 nuevos esfuerzos de cooperación regional; especialmente con el posible ascenso al poder de gobiernos progresistas en países como Colombia y Brasil. China reforzará su presencia en la región, tal como lo hizo en el 2021 con las inversiones, el intercambio comercial, y la transferencia de vacunas y material sanitario. Estará por verse si ese nuevo ciclo de gobiernos progresistas revierte la precariedad institucional que caracteriza de antaño al Estado latinoamericano, y si el crecimiento económico recuperado se traduce en un freno a la deteriorada calidad de vida acentuada durante la pandemia.

La economía global estará signada en este 2022 por la continuación de una lenta e intermitente recuperación y, a su vez, asediada por las espirales inflacionarias, que en el caso de los Estados Unidos ya alcanzó el 7 %. Ello se acompañará de reacomodos y nuevas rupturas en las cadenas de suministro de insumos, bienes y servicios, así como de problemas logísticos ante eventuales nuevos confinamientos.

La demanda tenderá a ser frágil, en buena medida por la persistencia del desempleo y la precariedad laboral. Tampoco es descartable la emergencia de procesos de recesión inflacionaria (stangflation) como uno de los escenarios catastróficos. Sobre todo si la Reserva Federal de los Estados Unidos eleva las tasas de interés a rangos del 2,5 %, sería esperable esa recesión para el año 2023.

China, por su parte, experimentó una retracción de su crecimiento económico en el tercer trimestre del 2021 como expresión de la caída de la industria de la construcción y su sector inmobiliario, del racionamiento eléctrico, de los nuevos brotes de Covid-19, así como de la ralentización de la producción manufacturera. Mientras que de abril a junio se creció a tasas del 7,9 %, entre julio y septiembre se registró un aumento del 4,9 % (https://bit.ly/3HpkBa4). El 25 % de la economía del gigante asiático se sustenta en la construcción de nuevas propiedades, y si ésta frena su expansión, los impactos sobre el crecimiento económico son acusados. Si en el 2022 la desaceleración de este país llega a un crecimiento del 3 %, es probable que se generen turbulencias en la economía mundial, especialmente entre los países que le proveen de materias primas que ya no serían demandadas.

La Unión Europea, por su parte, continuará bifurcada entre los europeístas y las posturas nacionalistas preñadas de euroescepticismo. Allí también la pandemia se erigió en una arena para las disputas políticas. Pese a que se controlaron desde el Banco Central Europeo los costos del híper-endeudamiento a lo largo del 2020 y el 2021, ello no detiene los riesgos de recesión que puedan presentarse a lo largo del 2022 si la producción continúa estancada en la región. A su vez, las negociaciones post-Brexit se tornarán complicadas en el nuevo año, y ello puede derivar en un ambiente incierto para las inversiones privadas, para la estabilidad monetaria de la libra esterlina, y para la misma estabilidad de los precios.

El híper-endeudamiento que caracterizó a los gobiernos europeos y de Estados Unidos a lo largo de los últimos dos años no se tradujo en inversiones directas a la planta productiva nacional, sino en transferencias a las familias para estimular el consumo, así como a las cuentas de las grandes corporaciones y de los bancos en situación de quiebra. Entonces puede abrirse un nuevo ciclo de austeridad fiscal y de retracción del gasto público. Ello pese a los intentos de política fiscal expansionista del gobierno estadounidense orientados a impulsar amplias inversiones en las llamadas "energías limpias", y cuyo principal oponente es el lobby petrolero.

Si la pandemia devino en nuevas desigualdades globales, el corolario será la emergencia de nuevas conflictividades sociales. La actual crisis económica global no impacta por igual a todo el mundo ni a las distintas sociedades nacionales o locales, pero sí se ensaña con aquellos grupos sociales expuestos a la exclusión y a las nuevas formas de explotación. Si esto se fusiona con las posibilidades de hambrunas, se ingresará a momentos de intensa confrontación y violencia en múltiples latitudes.

A grandes rasgos, 2022 no será un año de recuperación de la vida y el mundo pre-pandémicos. El cambio de ciclo histórico acelerado desde el 2020 con la pandemia (https://bit.ly/3l9rJfX) continuará su curso, piloteado por aquellos agentes e intereses creados que impulsan la transición hacia un nuevo patrón energético y tecnológico. Particularmente por las plutocracias del complejo militar/industrial/digital/comunicacional y sus coristas nativos.

La automatización de la producción y los servicios, y el mayor despliegue de la tecnología de la inteligencia artificial redefinirá en lo inmediato el campo laboral al destruir puestos de trabajo que perciben bajos salarios, y cuyos trabajadores no tendrán cabida en la nueva economía por no contar con capacitaciones y cualificaciones suficientes. Sumado a ello, las nuevas conflictividades sociales se relacionarán con el malestar y descontento de las juventudes menores de 30 años, que con el colapso pandémico vieron severamente reducidas sus posibilidades de mejora laboral y de ingreso, pese a las altas cualificaciones de un sector juvenil numeroso.

2022 será el año donde se definirá si se afianzan las tendencias de una pandemia prolongada o larga o si el coronavirus SARS-COV-2 se torna endémico. Las restricciones a la movilidad urbana e internacional ("pasaportes sanitarios", pruebas PCR, etc.), el tele-trabajo, las reuniones y eventos en línea, entre otras, se afianzarán como prácticas cotidianas, perfilando una nueva empresa, una nueva universidad, una nueva forma de organizar a la sociedad y sus actividades esenciales.

Pero también 2022 puede ser el año donde se expanda la anomia tras la quiebra de las mínimas seguridades individuales y familiares que le daban forma a un eventual proyecto de vida. Esta anomia puede acompañarse de un re-extravío de la política donde convivan la apatía con el descontento popular y la intermitente movilización y protesta de ciertos grupos sociales. Las oleadas de híper-desempleo, desigualdad, pauperización social y pobreza extrema aflorarán en este nuevo año, con matices nuevos al incorporarse amplios contingentes de las clases medias.

Sirvan estas notas para apuntar algunos paisajes que surcarán a este 2022 y a sus contradicciones sociales. Sin provisiones suficientes de pensamiento crítico corremos el riesgo de extraviarnos en el mar de problemáticas acentuadas con la colapso pandémico. De allí el llamado a rescatar el lenguaje y su carácter disruptivo para nombrar la realidad.



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Isaac Enríquez Pérez

Ph D. en Economía Internacional y Desarrollo. Académico en la Universidad Nacional Autónoma de México.

 isaacep@comunidad.unam.mx      @isaacepunam

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