"El político colombiano, creía que todo era posible dentro de ese sistema infiltrado por la ultra izquierda; para la ultra con el triunfo de Gustavo Petro después de 60 años de guerra interna, nada lo era".
Fin de la cita.
Anónimo.
Después de las recientes elecciones del 19 de junio de 2022, se verá si Colombia ha alcanzado la dimensión de convertirse en un país ingobernable. En esto coinciden todos los analistas políticos de casi todas las tendencias. Ha resultado electo Petro por la ultraizquierda. Emerge Francia Márquez desde los movimientos sociales, y la izquierda anti sistema. Comprimido entre ambos, el centro derecho parlamentario resistirá con prácticamente, una leve mayoría de los votos. Lejos queda Rodolfo Hernández: el empresario anti política en su curul solitaria del senado, y quien se encargó de conducir las anti políticas de austeridad, por las redes sociales y, sobre todo, sin una maquinaria política se ha desplomado.
En estos momentos, no hay fórmula a la vista capaz de construir alguna alianza entre las dos fuerzas más votadas.
Así que, que la situación con el ascenso al poder de las farc-eln, Colombia está próxima al caos. Imposibilitada de equilibrarse desde el centro, el sistema político colombiano parece que se definirá por sus extremos. En el choque explosivo entre el modelo político de Álvaro Uribe Vélez, y el movimiento de ultrosos, y narcoguerrileros que apoyaron a Gustavo Petro.
Ambos harán volar por los aires la política convencional colombiana, unos lo harán desde dentro, y el otro bando lo hará desde afuera. El primero intentará destruir las instituciones, aunque siempre se ha jactado de decir que respetará la política institucional. Petro llega desde la selva, y se siente "más allá", y directamente en contra de lo que la política colombiana representaba hasta hoy.
Cuando un tema da mucho que hablar, hay que leer todo lo que haya que decir, un país con una votación polarizada 50/50, y más del 40% de abstención.
Tras las elecciones de este 19 de junio, parece haber alcanzado la dimensión de ingobernable, sino se desarma a la guerrilla terrorista, y se dejan en prisión a la delincuencia narcotraficante peligrosa.
El panorama poselectoral colombiano, que se intentará implantar en la sociedad colombiana a partir del siete de agosto será el de la ideología única, lo acaba de declarar Álvaro Uribe ayer 20 de junio, cuando dijo que Gustavo Petro era el comunista mas inteligente de Latinoamérica, y va a implantar en Colombia un neo comunismo del siglo XXI. El estalinismo totalitario intentará recuperar el debate ideológico, pero sabe del fuerte rechazo a su representación en los escaños parlamentarios, las cámaras senatorial, y de diputados. Enrumbará su brújula, siempre, hacia el poder de Petro, que es el control total del Estado y, aún más, de las élites militares, policiales, financieras y mediáticas. Gustavo Petro, y Francia Márquez parecen tener claro cómo canalizar su desprecio político hacia el establismenth, hasta el momento, no parecen haber dado con la clave para organizar ese descontento.
La politiquería de la fulana igualdad social no se entiende sin la corrupción orgánica, y organizada, que ha visto ese modelo desde el siglo XX con el desplome de la URSS, como lo es el desfalco del erario público, y la degradación de la democracia, mientras que la política no se entiende sin la crítica, y la reacción ante la corrupción desmedida de las nomenklaturas. Digamos que la primera está en el origen de la crisis, y la segunda es parte de su resultado.
Para el totalitarismo, todo es posible bajo este sistema; el politiquero está persuadido de que las oportunidades no son posibles dentro de este modelo.
Desde el punto de vista cultural, la era de la politiquería se deja definir a partir de ese estado de "inmoralidad moderna del siglo XXI", en el que podemos navegar con nuestras peores tragedias socioeconómicas expuestas en un museo. De hecho, la politiquería podría leerse como una época en la que la cultura llega a reciclar los movimientos sociales para convertirlos en proyectos putrefactos, y esotéricos. La anarquía, el odio al trabajo creador, y la golilleria, invierten esta tendencia: ahora en los movimientos sociales, las manifestaciones, la revuelta misma, son los que parecen incidir en la politiquería de la educación.
De cualquier modo, una franja de la izquierda caviar no las tiene todas con Francia Márquez, ya que le suscitan dudas diversas. La crítica más dura proviene de María Fernanda Cabal, del activismo, y pensamiento radical de derecha, con un profundo descreimiento hacia este triunfo del Pacto Histórico representado por Gustavo Petro.
Pese a estas dudas, cabe reconocer que, al menos como tendencia, si el totalitarismo vacía de contenido las instituciones democráticas colombianas, el estalinismo pretenderá dotar a la plaza pública de un fundamento ideológico. El político con formación cree en los partidos, o al menos se sirve de ellos; el politiquero prefiere los movimientos.
En lo que respecta al uso de la tecnología, el tiempo de la política no se entiende sin la caída del comunismo real en el siglo XX. Y el advenimiento del capitalismo virtual, asentado en la Era Digital caso venezolano. Los markets, bodegones, hipermercados, híper farmacias, los vehículos y restaurantes de alta gama, las tiendas de lujos, apuestan por la tecnología para multiplicar su poder económico y financiero. La anti política usa la tecnología para subvertirla a favor de su movilización caso Fospuca. Una cara de la moneda muestra el volumen de negocios sin precedentes, donde el dinero virtual también multiplica exponencialmente la magnitud de la crisis, miseria y pobreza. La otra cara enseña la posibilidad de una economía, un sistema, y una cultura que intentan operar sin auditorias ni controles.
La política en este mundo moderno es una forma de gobernar en línea con el acortamiento de las distancias provocado por el Internet. La política necesita el control de los medios de comunicación, la anti política caso Rodolfo Hernández en Colombia la campaña en las redes sociales... Tik-Tok.
Ante las desavenencias, existen puntos en común entre la política, y la anti política que vale la pena señalar para erradicar la demagogia. Lo primero es que ambas utilizan la política, y la politiquería como un medio para posicionarse. La primera, para encumbrarla, y la segunda para limitarla con la pobreza y el trabajo improductivo.
Las dos opciones sobrepasan a menudo las instituciones. En ambos casos, por la derecha o por la izquierda, con una sobredosis que queda evidenciada en el perfil histriónico de lideres políticos.
Política y politiquería dirimen sus batallas sobre las ruinas de las naciones. La diferencia está en que los primeros apuestan por reducir al máximo el carácter distributivo del Gobierno y los segundos presionan por incrementarlo.
La política enfatiza el liberalismo, mientras que hay algo de neo comunismo en el populismo demagógico su apuesta por la apropiación gratuita, la entronización de la masa anónima, la crítica a la democracia. Una y otra, desde ángulos opuestos, nos dejan el convencimiento de que la política sin prefijo, no puede continuar como hasta ahora. También la duda sobre el porvenir de estas democracias latinoamericanas llenas de grietas en la que estamos varados; con la incertidumbre de no saber si estamos asistiendo a una regeneración, o a su hundimiento definitivo.