Tratado de las teorías conspirativas

Ahora que han pasado las dos grandes teorías conspirativas relativas, la una al largo periodo que empieza en el impacto de dos aviones contra las Torres Gemelas de NY, a lo que sigue Guantánamo y la invasión de Afganistán, y termina con el asunto de las imaginarias armas de destrucción masiva, la invasión de Irak y la destrucción de Libia; y la otra, que empieza el 19 de marzo de 2019, con una declaración de pandemia por la OMS, sigue el operativo de las vacunas experimentales, y termina desvaneciéndose a principios de 2022, es el momento de reflexionar sobre las "teorías conspirativas" que brotan cuando media una guerra, barbarie o fenómenos extraordinarios de salud pública u otros en la sociedad…

La Wikipedia dice así: "Cuando se utiliza la expresión «teoría conspirativa» se pretende significar que en ese caso puntual no ha existido ninguna conspiración y que la teoría que afirma su existencia carece de sustento racional y probatorio".

Es decir, que cuando quienes no creen el relato del poder oficial y barajan conjeturas e hipótesis sobre lo que realmente puede o pudo suceder, quienes creen el relato oficial y a la cabeza los medios de comunicación, responden en sentido despectivo, acusatorio o agresivo calificando esa actitud de teoría conspirativa. Decir, eso es una teoría conspirativa es descalificar a quienes, aunque no pueden probarlo por la naturaleza compleja de los hechos y por la personalidad de quienes representan el poder, posibles autores intelectuales de los hechos, sospechan con argumentos y sustituyen el relato oficial por hipótesis razonables alternativas construidas sobre la lógica formal.

Porque quienes no siguen la estela de las "verdades" difundidas por los medios de comunicación en asuntos muy graves, ante los numerosos casos a lo largo del último siglo en que se han hecho evidentes (después o en el transcurso de los hechos) los engaños del poder en sus múltiples manifestaciones, tienen sobrados motivos para desconfiar del poder, sea doméstico o global. Esa desconfianza, más las muestras de que las teselas (los detalles) no encajan en el mosaico (el hecho), conduce a lo que los crédulos, los ingenuos y los sumisos llaman "teoría conspirativa". La teoría conspirativa consiste en apuntar, justo a la muy probable conspiración del poder en sus diferentes ámbitos, contra las poblaciones. Lo afirman cuando, aislado o concertado con otros, silenciando o adulterando los verdaderos motivos de un hecho, el poder genera con artificio un estado de cosas para producir unos efectos que le permitan un mejor y más cómodo control social. Este es el fundamento. El abatimiento de las Torres Gemelas de NY el 11 de setiembre de 2001 es un caso paradigmático a estos efectos. El propósito del poder, según esta teoría conspirativa, fue doble: por un lado justificar, en respuesta a ese gravísimo acto de origen incierto, la invasión de Afganistán como cabeza de puente y luego Irak para apropiarse del petróleo, asentando de paso en el mundo el novedoso concepto "guerra preventiva"; y, por otro y como consecuencia de ésta, generar en el globo un estado de inseguridad permanente, lo que justificaría una serie de medidas a adoptar por todos los estados y las policías occidentales para reforzar el control social que precisa el poder, siempre amenazado por la sedición y la rebelión en tiempos, además, de una demografía galopante.

Dice la definición de Wikipedia recogida más arriba que la teoría conspirativa carece de sustento racional y probatorio. La pregunta es ¿cómo una teoría que afirma la conspiración del poder contra el pueblo puede fundarse en "sustento racional y probatorio"? Racional, desde luego es más que posible. Otra cosa es la prueba, por supuesto imposible. Cuando, pasados los siglos, el historiógrafo se ha dedicado a verificar hechos, protagonistas y motivaciones descubre detalles esclarecedores de que no ocurrieron como se ha venido relatando, tendrá muchas dificultades para divulgar su teoría. Incluso puede ser muy peligroso. Puede afectar hasta las relaciones diplomáticas entre dos naciones. ¿Acaso la historia de España, salvo el hecho en sí de una guerra o un matrimonio real relacionada con Inglaterra, por ejemplo, se cuenta lo mismo en España que en Inglaterra? ¿Acaso las motivaciones, los detalles, los razonamientos y sus respectivas legitimidades se parecen en algo? Se califica en Wikipedia de teoría conspirativa, afirmar que los atentados del 11 de septiembre de 2001 fueron favorecidos por la administración de George W. Bush, con el fin de que Estados Unidos tuviera una excusa para iniciar las guerras contra Afganistán e Irak, promover restricciones de derechos civiles en el país, etc. Pues claro. Esta no es una teoría conspirativa. Es una denuncia sin pruebas, porque son imposibles llevarlas ante un tribunal a menos que muchos componentes del poder se concitasen para poner los hechos militares y genocidas en manos de la justicia. Las clasificaciones y desclasificaciones de documentos en los Estados en general y en USA en particular, se suceden. Cuando un hecho de importancia suma se desclasifica ¿ha de creerse con la misma fe que pudiera tenerse antes de clasificarse, una vez desclasificado el expediente del que lo que ahora se afirma como cierto, no es otro embuste, otra conspiración? ¿Cuál es la fuerza moral de obligar a creer en el poder que por metodología acostumbra a manipular todo cuanto no está ni en su agenda ni en la rutina?

El poder, en sus numerosas facetas, se pasa la historia conspirando contra los pueblos, y sus protagonistas se pasan la historia conspirando entre sí. Las teorías conspirativas que circulan en periodos determinados de la historia, objetivamente no son ni más ni menos creíbles que las teorías oficiales sobre cualquier materia. Porque ya lo he dicho, las teorías oficiales no son teorías. Los pronunciamientos oficiales son preparados a la carta, trucos, tramas, trampas, montajes divulgados como dogmas de fe que debe creer sin rechistar la ciudadanía, aunque a menudo eso sea indiferente.

La conclusión es que la conspiración responde a su definición. Y el poder la practica de manera permanente, pues el secreto que va uncido a los consejos de ministros de las naciones occidentales está para eso, no para difundir un relato conforme a lo sucedido si no conforme a lo que le conviene al poder. Pero el pueblo, los pueblos, atraviesan las paredes y ciertas situaciones que se narran oficialmente de un modo, cuando a su vista no encajan entre sí las piezas del relato, el pueblo genera a su vez una teoría lógica basada en los desajustes, contradicciones y absurdos que percibe en el relato. Pero también perciben las contradicciones y los embustes expertos y personajes que discrepan de la teoría o relato oficial que no están o no se sienten obligados a secundar el relato del poder. El otro caso paradigmático reciente es el de la declaración de la OMS, la pandemia y las vacunas. Un compendio de disparates en la forma de ser tratado por el poder médico, el farmacéutico de los Laboratorios transnacionales y el político que la población sólo pudo digerir por el estado de pavor y de histerismo general que padeció, a todas luces inducidos. Ni éste, ni el relato oficial de las Torres Gemelas en NY ni el de las armas de destrucción masiva, Afganistán e Irak son creíbles en los términos que se expusieron los hechos y las motivaciones. Pero, naturalmente, no se pueden probar hasta que alguien, que no existe nunca porque si lo hubiera dispuesto a ello antes es eliminado, aporte pruebas irrefutables de una colosal impostura, porque tampoco nunca existen. De modo que, en último término, podríamos decir que la "teoría conspirativa", reside tanto en los relatos populares y no tan populares del pueblo, como por parte del poder que cocinó el relato. El hecho se produce. Es evidente o se construye para que se haga evidente. Pero la narración del objetivo, de los propósitos, del hecho en sí, de los protagonistas, de los autores materiales y de los autores intelectuales, de los motivos… de todo ello, es lo que se vierte a la teoría conspirativa de la población, basada en la absoluta desconfianza hacia el poder y en las contradicciones y absurdos que la población detecta en esas antenas filiformes donde se aloja la sabiduría popular.

En los pueblos y en las capitales de provincia, las cosas y las vidas son como parecen, no como son. Lo mismo ocurre con las cosas de las naciones y con mayor motivo con las "cosas" de las macro superestructuras, como la Roma imperial y el imperio de estos tiempos: Estados Unidos. Por eso el mundo entero "sabe" que lo de las Torres Gemelas en 2011 fue obra de las cloacas de la administración Bush, del estado a fin de cuentas. Todo aquel rollo de un tal Bin Laden y un tal mulah Omar, y del impacto de tres o cuatro aviones contra ambos edificios fue un montaje, siendo únicamente cierto que las WTC fueron destruidas. Pero es imposible probar materialmente la autoría y las razones que se divulgaron y el pueblo vio como excusas pues, aún con las mayores evidencias, un estado que quiere dominar el mundo y en cierto modo lo domina, no permite que las evidencias sean pruebas. Lo mismo se puede decir de las invasiones de Afganistán e Irak, de las imaginarias armas de destrucción masiva, y de la sublevación de Libia y muerte de su gobernante socialista. Todo, una serie de operaciones que giraban en torno a una cadena de embustes, que nunca oficialmente se esclarecerán. Lo que ocurrió verdaderamente lo "saben" los pueblos, el demos, por medio de individuos más despiertos. En este sentido, son más certeros y más creíbles los mitos, las leyendas, los proverbios y hasta los refranes, compendios de sabiduría popular, que las verdades mentirosas contadas por pregoneros a sueldo situados en todos los resquicios de la sociedad, incluida la misma ciencia. Las pruebas en sentido técnico, forense y jurídico son irrelevantes, pues nunca tendrán la fuerza suficiente cegadora para todos que, en casos como los que refiero, permitirían ajusticiar "legal", "legítimamente", a los depravados del poder de todos los tiempos.

De modo que las "teorías conspirativas" son una respuesta de los pueblos, con fundamento en la convicción moral, al relato mentiroso de los acontecimientos. El pueblo los ven en holograma, no como los dibujan los gobiernos de los estados a través de la maquinación informativa. Desde siempre el pueblo carece de información fiable. Lo que sabe, o cree saber, es el resultado de toda clase de maniobras concertadas entre minorías. Las "teorías conspirativas" brotan de los muchos avisados que hay entre el pueblo. La realidad y su historia que se cuentan en las escuelas y en las universidades son eso, la destilación de acuerdos adoptados por unas cuantas minorías que dominan en cada época. Y esto es así no sólo en la dominación y en la política, también en la ciencia, en la medicina, en las finanzas… y en las ofertas comerciales del dos x uno.

En 1784, Kant define la Ilustración como el acto por el cual "el hombre se desprende de su inmadurez causada por él mismo’" Mientras periodos anteriores se habían visto impedidos por la incapacidad de "usar la inteligencia propia sin la guía de otra" Kant proclamaba como lema de la Ilustración: "Atrévete a conocer! ¡Ten el valor de usar tu propia inteligencia!". En este siglo cada vez son más los individuos que usan su propia inteligencia. De ahí las teorías de la sospecha popular…



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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