Mientras la NASA estrellaba un objeto del tamaño de una nevera contra un asteroide de las dimensiones del coliseo romano, casualmente en esa parte de la tierra en donde floreció el imperio de los césares, una entidad diminuta -insignificante quizá-, respecto al tamaño de la bota italiana, originaba un sisma que en principio estremeció a media Europa, para inmediatamente alertar al resto de las naciones e indicarles que colocaran sus bardas en remojo.
El asteroide Dimorphus -que es como se llama el pedazo de hielo al que le dieron el trancazo-, al parecer se resintió del pescozón propinado y aunque no hubo fiscal de tránsito que levantara el choque, aparentemente la colisión provocó más que un simple arañazo. Se habla hasta de una ligera desviación de su curso que probablemente lo sacará de su órbita original para mandarlo bien lejos, hacia la infinita oscuridad de la porra galáctica.
La pequeña sonda DART con el tortazo, ha marcado un nuevo hito espacial, a tal punto que hacer exclamar a los entusiastas ingenieros y operadores del Centro Nacional Espacial que siempre tienen una frase original y "espontánea" con la que coronar un evento trascendental: "Humanidad 1, Asteroides 0", "Lo hemos logrado, hemos hecho historia".
Como todo cuerpo celeste que se respete Dimorphus (hermano gemelo de Didymos alrededor de quien como si fuera una luna gira, mellizos que resultan tan parecidos entre sí como Dany De Vito y Arnold Schwarzenegger -actores que protagonizaron una comedia denominada Twins por allá a finales de la década de los 80’-), describe una órbita elíptica alrededor de nuestra estrella. Y ese terrón peregrino de nuestros desasosiegos ya había aparecido antes en el firmamento. Y como el triunfo de Donald Trump o el de Jair Bolsonaro fueron sus apariciones campanazos que estimularon las vibraciones cósmicas de algunas cuerdas cuánticas que ni que fuésemos de la NASA podríamos dejar pasar.
Pero la realidad es que quitándole protagonismo al logro que para la ciencia aeroespacial significó colisionar a un pequeño aerolito de mala muerte perdido en la oscuridad del espacio interestelar, una victoria electoral terrestre ha convertido la sonrisa de triunfo de los amantes de la exploración espacial en una mueca de preocupación plasmada en el rostro de media humanidad.
Giorgia Meloni líder de Los Hermanos de Italia, se alzó con la victoria en unas elecciones generales que al parecer la instalarán como la primera dama en ocupar el cargo de primera ministra italiana, liderando un gobierno tan de ultraderecha que inmediatamente trae a la memoria de cualquiera que haya leído acerca de los horrores del fascismo, el recuerdo de lo que representó Benito Mussolini.
Entre las primeras cosas que declaró Meloni casi que en sincronía con la hazaña del coscorrón a Dimorphus, fue que la jornada se convirtió en "una noche de orgullo para muchos y una noche de redención".
El partido ultraconservador del Los Hermanos de Italia en donde ella milita, se ha hecho del poder gracias en parte a la apatía de la gente y por otro lado por el crecimiento que han experimentado los grupos neofascistas dispersos por toda Europa. El desinterés electoral que ha traído consigo la desmovilización de importantes factores de la vida ciudadana que antes hacían de muro de contención a los desmanes de la derecha asociada con el capital y en muchas oportunidades hasta en connivencia con la jerarquía de la iglesia católica, ha sido otro de los elementos que tomaron partido para su victoria.
"Dios, patria y familia" suena muy, pero muy parecido a "Tradición, familia y propiedad", eslogan con el cual se identificaban en su mocedad los lideres de partidos tales como Primero Justicia, Voluntad Popular o Vente Venezuela. Y no es de extrañar entonces que como las raíces de los hongos tengan una amplia red de contacto subterráneo, imperceptible, una especie de "simbiosis micorrízica", con la cual se comunican, se retroalimentan y se sostienen entre sí.
Meloni ha hecho suyas las políticas antiinmigración que tratan de bloquear la oleada de desplazados por el hambre, la miseria, la pobreza, la inseguridad y la violencia que azotan al continente africano y que son la herencia que les dejaron a esos desdichados pueblos décadas -siglos-, de colonización, esclavitud y explotación.
El colapso del gobierno del primer ministro Mario Draghi que se patentizó hacia mediados de julio de este año, dejó abierto el camino para que una coalición de partidos de ultraderecha hasta ese momento con poco peso, tales como la Liga de Matteo Salvani, Forza Italia de Silvio Berlusconi o el Movimiento Cinco Estrellas del actor cómico Beppe Grillo y del empresario Gianroberto Casaleggio se unieran para proyectar a Giorgia Meloni derechito hacia la primera magistratura.
Lemas similares, aversión descarada hacia los pobres, desprecio y encono hacia los inmigrantes de origen asiático o latinoamericano y caribeño (para europeos y norteamericanos no), antipatía desvergonzada hacia las minorías tales como los grupos LGTBQ+; negación de derechos fundamentales tales como el de la educación para todos, remuneraciones y salarios justos, acceso a la salud gratuita o el derecho al aborto u otros métodos de planificación y control de la natalidad son cosas que hermanan a los grupos derechistas del mundo, independientemente del continente en que estos se hallen.
Que actores o cómicos, periodistas o empresarios se hayan tornado en dirigentes y políticos de oficio, son los signos de estos tiempos. Que una señora a todas luces de extracción popular, mestiza y asalariada, salga denigrando de la vicepresidenta colombiana Francia Márquez por su condición de mujer, pobre y sobre todo por negra muestra la llaga por la que se nos pueden ir la tranquilidad, la convivencia civilizada y hasta vida.
Estropicios tales como el alto costo de la vida, la inflación descontrolada, el desempleo, los malos servicios, la corrupción, el nepotismo, el autoritarismo, la impunidad con la que actúa el hampa, pero también la arbitrariedad con que los cuerpos de seguridad cumplen sus funciones, son el caldo de cultivo que a diario condimentan estos grupos de derecha para socavar las bases de los gobiernos populares.
Nuestro país ha resistido con entereza los descalabros que traen consigo sanciones y bloqueo, pero mira con preocupación como se diluyen las esperanzas de construir un verdadero socialismo, sin "burguesías revolucionarias", sin "bolichicos", sin exenciones y concesiones para el empresariado parásito que siempre ha medrado a la sombra de los gobiernos, sin ventajismos para los uniformados, sin enchufados que dilapiden los dineros públicos dándose la gran vida de la manera más descarada.
Ya en Venezuela hemos visto como en los últimos procesos electorales ha mermado el caudal de votantes, unos (los oposicionistas) se lo adjudican al fenómeno migratorio, pues ellos siguen perdiendo ya que se le fueron los votos, otros (los oficialistas) a que sólo los comicios presidenciales son los que mueven a la participación, pero lo cierto es que la abstención ha ido incrementándose y la gente que decide quedarse en su casa mirando los toros desde la barrera generalmente se descuenta de las masas populares que son las que más se resentirán de la pérdida de auxilios estatales.
El detrimento de la confianza y el desgaste que ha sufrido el partido de gobierno a lo largo de más de dos décadas sin poder dar una respuesta contundente a los fenómenos inflacionarios y de devaluación de los salarios, es otro de los fenómenos que jugarán un papel preponderante para unas próximas elecciones.
La ausencia de claridad en el manejo de los recursos, en donde gran parte se destina a obras efímeras, de ornato circunstancial, o en pachangas y bailantas. El hecho de que delincuentes y ladrones consumados como el usurpador Juan Guaidó o el mismísimo Rafael Ramírez anden libres cometiendo aún más tropelías, son otros de los elementos que desaniman al electorado.
Afortunadamente para el gobierno, la dirigencia opositora es tan, pero tan mala que no han sido capaces de interpretar y capitalizar ese descontento subyacente en la clase media e incluso de sectores populares golpeados por la escasez y la depreciación de la moneda y que fácilmente podría torcer la inclinación de los votantes.
Ya Italia vuelve a enseñar la fea dentadura del fascismo. Los sectores democráticos y sobre todo sus fracciones progresistas deberían apuntar como la nave DART, a colisionar de una vez con ese escombro malhadado y mandarlo bien lejos… ¡Al infinito o más allá!"