La guerra congelada

En 1963 el presidente de Estados Unidos J.F. Kennedy habló en su discurso ante la ONU de la posibilidad (que implícitamente descartaba) de una guerra nuclear entre su nación y la Unión Soviética, que sólo sería posible por azar o por un error de cálculo… Eso que se llamó "guerra fría" empezó al término de la Segunda Guerra Mundial.

Ahora llevamos un tiempo en el alambre del funámbulo a cuenta de la guerra en Ucrania y las posibles consecuencias. Y quiero creer que hay motivos suficientes para pensar que a aquella guerra fría ha sucedido una "guerra congelada".

He leído, visto y escuchado análisis que no pueden ser más prolijos y agotadores acerca de esa hipotética guerra entre Rusia y Estados Unidos. El atacante serían estos últimos. Pero resulta que Estados Unidos no ha sufrido jamás en su metrópoli rasguño alguno, salvo el circo del WTC montado por la administración Bush. Esto es fundamental para hacer conjeturas. Las legiones imperiales han ido destrozando el mundo después de la segunda gran guerra, pero la población estadounidense ha sabido de sus guerras sólo a través de las pantallas. El american way of live es el núcleo del pensamiento y vida de aquel país. Y no lo va a comprometer nadie sin la seguridad de que no va a ser alterado. Y en este caso, nada ni nadie les puede dar seguridad alguna.

Pues bien, las cábalas y combinaciones que los atentos a cualquier coyuntura para lucirse aunque sea con estupideces, son numerosas, incluidas las posibilidades y combinaciones de ayuda de otras naciones a uno y otro bando.

Pero la necedad humana que emerge en sus distintos planos de la realidad cotidiana es infinita. Y digo esto, porque teniendo como tienen ambos armamento nuclear de un alcance inusitado, lo único que puede disuadir de emprender esa guerra es precisamente eso, ese armamento devastador que no dejaría piedra sobre piedra allá donde caiga cada ojiva nuclear y mucho más allá…

Entonces, las combinaciones y análisis en cuanto a las alianzas, la intervención de unos u otros países por un lado y por el otro resultan absurdos y sólo aptos para los sesos que se recrean con la visión del holocausto final que tantas veces han visto en el cine. Pues al primer proyectil devastador seguiría otro por el bando contrario, y así sucesivamente. Moscú, Londres, Nueva York, Tokio… quedarían reducidas no ya a cenizas, sino a cementerios nucleares que jamás volverían a la vida. Por lo que en este asunto no hay sitio para elucubrar ni barajar hipótesis. Todo se reduce sólo a dos posibilidades: o Estados Unidos desiste del enfrentamiento directo, o el mundo salta por los aires.

Por consiguiente, déjense los politólogos y aficionados, de hacer pronósticos y análisis geopolíticos, porque en el caso de que los dirigentes de ambas naciones perdiesen la razón, el mundo se habría virtualmente terminado.

Hace falta muchas ganas de jugar a las apuestas y entregarse de manera enfermiza a cálculos que no sean estas dos alternativas: o las dos potencias congelan esa guerra, como la guerra fría nunca pasó de serlo, o estalla. Y si estalla sería el fin de la Humanidad. O al menos sería el fin de medio mundo. Precisamente el que merecería desaparecer para siempre, por su afán de dominio, por su belicosidad y por su necedad extremas…



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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