Pero la estrategia de destruir a la CELAC y su compromiso de integración no solo quedó allí. Sin dudas hubo la clara intención de desplazar velozmente a otros organismos jóvenes como la UNASUR interponiendo el PROSUR. Todo se dio en medio de hechos violentos como el derrocamiento de Evo Morales y la difícil situación política en Nicaragua la cual arrojó más de trescientos cincuenta ciudadanos asesinados y cientos de activistas detenidos y procesados.
A esto le sumamos las malintencionadas controversias y malsanas interpretaciones que se hicieron desde la OEA la cual sigue desarrollando un entuerto de ideas supranacionales capaces de seguir sancionando y en sus pasos ocultos participar en el derrocamiento de gobiernos electos popularmente. Así llegaron al caso de Perú donde un silencio apoya el golpe de Estado en contra de Pedro Castillo y las masacres de un pueblo inocente que salió para no abandonar las calles hasta que los traidores sean separados de los cargos que han usurpado.
Haber enfriado la participación y reclamos de la CELAC en su rol por la defensa de la constitucionalidad de varias naciones dejó una situación de resultados catastróficos. El golpe de Estado en Bolivia y recientemente el de Perú más las novecientas sanciones en contra de Venezuela son martillazos Made in OEA—EE.UU., cuyas consecuencias han dejado cientos de fallecidos y el quiebre económico de varias naciones. En medio de todo esto las debilitadas CELAC y UNASUR nunca aparecieron.
Una de las marcadas consecuencias tras esta debilidad han sido las duras fatalidades que muchos países han tenido que afrontar por el caso venezolano el cual se extiende a otros países por el nivel de agresiones. Su impacto va fuera de sus fronteras. Haber inventado e intentado una invasión armada y la inminente intervención militar tutelada por Estados Unidos con participación directa de los pasados gobiernos de Colombia, Brasil y Argentina fueron la base para lo practicado en Haití.
Cuando Donald Trump lanzó la estrategia de desunir a América Latina y el Caribe se encontró con la formación de gobiernos muy comprometidos con EE.UU. y con estos pudo coordinar sus acciones sin dejar de lado la presidencia digital de Guaidó.
Pero afortunadamente los tiempos y las situaciones políticas cambian y estas van ganando gobiernos progresistas incluso en donde nunca nos lo hubiésemos imaginado como los casos de Colombia y Brasil.
En Brasil triunfa Luis Ignacio Lula Da Silva quien se comprometió en volver a la CELAC y a la UNASUR. Ahora la nueva cumbre reactivará agendas políticas de diálogo y de concertación política.
Esto guarda admiración y nos sorprende cómo se desarrollarán los nuevos cambios y tiempos. Sin dudas se necesita un acercamiento hacia una nueva integración. Buscar confianza. Revisar la crítica situación en Perú. Pero igual se debe lidiar con la neutralidad que han adoptado varios países y el inesperado giró chileno un tanto a la derecha política.
Mientras tanto el margen de los iguales en América Latina y el Caribe deben tornear la huella de tres siglos que ha representado Estados Unidos, sobre todo después de su Guerra de Secesión la cual culminó en 1865.
Se entra a una lucha ideológica en la CELAC la cual no es otra cosa que el sueño de Simón Bolívar por una América Meridional con diálogo y consenso político versus el Monroísmo con su reciente Ley Bolívar más todas sus necedades.
Hasta más pronto…
19/ene/23
Hasta más pronto...