Todo aquel que esté un poco atento a los detalles de su vida cotidiana, esté o no trabajando, en el taller o en un despacho, o no trabaje porque vive la vida muelle del jubilado, ha de percatarse, no sé en los demás países aunque me sospecho que también, pero desde luego sí en España, de que el alarmismo forma parte importante del espíritu de la comunicación. Rara es la noticia que no se expresa en forma de amenaza y de pésimos augurios. Sea sobre el tiempo atmosférico, sea sobre un pronóstico clínico, sea lo que sea, acerca de lo que nos espera en un futuro inmediato, cercano o lejano. Todo suena a alarma y a temor. Entonces,
Siendo muy cierto que cualquier futuro será peor…
Siendo cierto que la mutación climática no augura nada bueno para el planeta, para la disposición de agua potable pero también para las cosechas; siendo cierto que la demografía mundial concentrada en las grandes urbes y abandonando lo rural es una amenaza para el sistema económico occidental y para quienes pertenecen a él; Siendo cierto que se detecta una fractura generacional que afecta dramáticamente a la vida personal, social, infantil, adolescente y juvenil, la vida social;
Siendo cierto que la falta casi absoluta de credibilidad por parte de la población en general, en los políticos y en el poder político, judicial, médico, farmacéutico, financiero… hace mucho más incierto el día a día;
Siendo cierto que la vida de una sociedad, de la clase que sea, se basa en la estabilidad y en la confianza, estabilidad y confianza que sólo se mantienen a la fuerza de la horca…
Siendo todo lo dicho cierto,
Es más cierto que hay una distorsión en la manera de entenderlo todo, provocada por los bajos fondos del poder allá donde se aloja para que la inestabilidad y la desconfianza que ya han tomado carta de naturaleza en España y quizá en todas partes, se acentúe más y más, y el miedo se instale de una manera persistente en la mente de las gentes.
Y más cierto que quienes lo tienen todo lo que se pueda imaginar, por ansias de poder pero también por ese tedio que ataca a quienes viven rehenes del deseo permanente, maniobran desde hace mucho tiempo para dominar a la humanidad, pero no como dominadores comunes, sino como auténticos dioses de carne y hueso…
La pandemia declarada por una organización virtualmente en manos privadas produjo un efecto dominó nefasto en las naciones occidentales. Pero luego, poco a poco, se va convirtiendo en una pieza de convicción o de prueba de la incompetencia y de la necedad de los gobiernos. Y no sólo de eso, sino también de su complicidad con el plan de los que decía antes viven rehenes del deseo y del tedio, que sin especificar, parece a todas luces siniestro. ¿Para contribuir a la hegemonía de Estados Unidos sobre el resto del mundo? ¿Para evitar el desplome, el crash del martes negro de 1929? ¿Para dar, en cualquier momento, el golpe de gracia a la demografía mundial? No podemos saberlo. Pero el alarmismo en que vivimos sumidos nos hace envidiar la vida en esos países ajenos a todo lo que se maquina en Occidente…