- Hace unas cinco décadas, me topé con un libro que cambió mi vida, me puso en la disyuntiva de estudiar matemáticas o dedicarme a la investigación de la terrible historia de nuestros pueblos latinoamericanos. Ese libro fue "HISTORIA CRITICA DEL ASESINATO COMETIDO EN LA PERSONA DEL GRAN MARISCAL DE AYACUCHO", escrito allá, en 1846, por el guatemalteco-chileno Antonio José de Irisarri.
- Para esa misma fecha de 1846, Irisarri también publicó en Nueva Granada, la primera parte de su vida novelada "El cristiano Errante" que en principio iba a constar de seis volúmenes.
- Antonio José de Irisarri nació en Guatemala en 1786 (era tres años más joven que Bolívar), y desde muy joven aprendió algo de aritmética, de religión y los fundamentos del inglés, francés e italiano. En 1808 se radicó en Chile donde se casó. En Chile ocupó varios cargos: fue regidor del cabildo de Santiago, extraordinario articulista en varios periódicos, Comandante de la Guardia Cívica, Intendente de Santiago, entre otros.
- En el párrafo de su DISCURSO PRELIMINAR, que contiene el referido libro de la "HISTORIA CRITICA DEL ASESINATO...", Irisarri escribe: "EL asesinato cometido en la persona del vencedor de los españoles en Ayacucho, debió ser un suceso que contristase a todos los americanos, excitando al mismo tiempo el deseo de conocer al vil sacrificador de tan ilustre víctima, y la curiosidad de descubrir los motivos que a aquel asesino hubiesen inducido a cometer tan horrendo crimen. El General Sucre, defensor infatigable de la independencia de Venezuela, de la Nueva Granada, del Ecuador, del Perú y de Bolivia; el general afortunado que consiguió asegurar la Emancipación de todos estos países, y aun la de Chile y la de las provincias del Río de la Plata, destruyendo el día 9 de diciembre de 1824 el poder español en el Perú, en aquella .fuente inagotable de recursos para la Metrópoli; el general más valiente, más hábil, más generoso, más humano; el gobernante más solícito en promover el bien de sus gobernados; el ciudadano más sumiso a las leyes; el mejor padre de familia; el esposo más amante; el vecino más útil; el amigo más fiel; el hombre más apreciable en la sociedad; parecía que debía morir en una edad avanzada, en el lecho del justo, rodeado de su esposa, de sus hijos y nietos, recibiendo de todos sus compatriotas los mejores testimonios de amor y de respeto. Nadie debía esperar que hubiese un asesino americano que espiase el momento oportuno para cortar una vida tan gloriosa y tan digna de ser conservada. Pero no solo había un asesino para este héroe: había muchos que deseaban ver correr aquella noble sangre".
- Ese texto anterior, me llevó a la idea de escribir la vida del General José María Obando, el autor intelectual de asesinato de Sucre, y a buscar los motivos horrendos de su decisión. Ese libro lo titulé "El Jacson Granadino", el cual tiene ya dos ediciones. Me llevó veinte años estructurar este trabajo, y por ese motivo viajé a Colombia y entrevisté a escritores, historiadores, curas y a gente del pueblo neogranadino. Visité bibliotecas, librerías y archivos históricos en Cúcuta, Pamplona, Tunja, Bogotá y Popayán.
- Fue clave para pensar en la biografía de Obando, esta pregunta clave que se hace Irisarri: "¿CON qué seguridad mirarían su existencia desde entonces los hombres más estimables de la América? Otros hechos anteriores de la misma naturaleza, y otros posteriores, bastante repetidos por nuestra desgracia, nos harán conocer que la peor recomendación que puede darse entre nosotros, ES LA DE TENER UN GRAN MÉRITO. Nuestros nombres mediocres no pueden perdonar a nadie EL QUE SEA SUPERIOR A ELLOS. La envidia, el miedo, la venganza más injusta, arma los brazos de los asesinos, y mueren trágicamente los hombres que debían ser más respetados de los otros. BOLÍVAR no fue asesinado en Bogotá el 25 de setiembre de 1828, porque la Providencia no quiso que se consumase aquel parricidio. Dorrego, el Gobernador de Buenos Aires, fue asesinado por La valle; Blanco, el Presidente de Bolivia, lo fue por Ballivian; Monteagudo, uno de los más ardientes promovedores de la independencia del Perú, lo fue en Lima por un vil instrumento de ajenas venganzas; el General Guerrero lo fue traidoramente en la República mejicana; los Generales Armaza y Quirós lo fueron en el Perú con la mayor barbaridad, así como el General Bermúdez en Cumaná, el General Serviez en los llanos de Apure, el General Carvajal en Casanare, el General Héres en la Guayana, y los Generales Mires, Castillo y Otamendi en la provincia de Guayaquil. Morazán murió asesinado en Centro-América por los mismos en quienes él debía tener mayor confianza. Portales, el Ministro de Chile, fue asesinado por el hombre que menos debía ser su asesino. ¿En qué República de las de la América española no se han cometido estos crímenes escandalosos?"
- Estas son afirmaciones tan vigentes, tan actuales y desgarradoras, que nos cuesta creer que con el pasar de los años, los siglos, en lugar de corregirse se hayan empeorados, más aún se hayan convertido en una práctica común en la política de casi todo el mundo, y ahora ejecutada como profundamente democráticas, en medio de llamado orden mundial, por el imperio norteamericano y la Unión Europea. Agrega Irisarri: "En verdad, esta repetición de asesinatos crueles, esta generalidad que no exceptúa uno solo de los países que fueron colonias de la España, y que se han convertido en Repúblicas, debe hacernos creer que hay una causa general que produzca este efecto, y es preciso que esta causa se halle en la moral de tantos pueblos, que aunque a primera vista parecen diferentes, no son sino partes de un mismo pueblo, separadas por distancias más o menos grandes. Debe, pues, el filósofo averiguar cuidadosamente de dónde proviene esta repetición tan frecuente y tan general de los crímenes que son más contrarios al orden social; a la seguridad del individuo, sin la cual no puede haber seguridad general; a la tolerancia de opiniones, tan indispensable en una República, en que todo hombre debe ser libre para pensar y para hacer todo aquello que la ley expresamente no haya prohibido; y en fin, a la paz interior, que solo puede mantenerse por medio de la más estricta observancia de las leyes y de los preceptos de la moral".
- Obandos hemos tenido en Venezuela por montones, los que asesinaron a Ezequiel Zamora, los impusieron en el poder a Juan Vicente Gómez, los que derrocaron a Isaías Medina Angarita, los que derrocaron a Gallegos y asesinaron a Carlos Delgado Chalbaud, y finalmente los que asesinaron a Hugo Chávez, y los que han intentado matar a Nicolás Maduro…