Sin duda alguna, estamos asistiendo hoy a una serie de eventos que nos conducen a decisiones cruciales para nuestro devenir; el mundo está cambiando radicalmente a una velocidad que desconocíamos, con tal rapidez que casi nos impide pensar claramente sobre los pasos a dar en pro de nosotros mismos en tanto colectivos, para así crear otras formas de relacionarnos o conducirnos como individuos: lo que tenemos frente a nosotros son eventos o noticias emanados desde centros de poder con liderazgos mundiales, manejados a través de sanciones o amenazas, bloqueos económicos y chantajes perpetrados sobre otros países para sumirlos en el miedo, con varios eventos bélicos como la guerra de Europa contra Rusia teniendo como pretexto por un lado a Ucrania, con el apoyo de EEUU, y por otra parte un genocidio de Israel contra Palestina, bajo pretexto de exterminar a una organización criminal (Hamas).
Por otra parte, y como telón de fondo, tenemos a varios países árabes o musulmanes reeditando diferencias religiosas mediante fundamentalismos que han pasado a ser ideológicos, es decir, han tomado a la religión como excusa para imponerse el uno sobre el otro, según sea el caso, y a la vez blandiendo una razón económica, material y territorial; todo ello implicando un desarrollo militar tan exorbitado que termina, en todos los casos, absorbiendo elevados presupuestos en cada nación.
De este modo, el desarrollo bélico se impone sobre el avance social, y termina convirtiendo la política en un negocio, cuando debería ser una herramienta de progreso. Incluso los avances tecnológicos, que deberían ser empleados para la salud y para la protección del planeta, terminan desviándose hacia el desarrollo bélico, llegando a revelar a través de ello que el poder reside en la mera capacidad tecnológica para la guerra, como hoy se nos presenta en los medios de información (no propiamente medios de comunicación y mucho menos redes sociales) los cuales nos dicen que las naciones son poderosas en tanto poseen un arsenal bélico y dinero para fabricarlo, pasando por encima de todo intelecto, espíritu crítico o sensibilidad ética, cuando estos en verdad implican mayor debilidad en estas tres áreas; así, el dinero se ha convertido en un fetiche y símbolo de poder, arrasando con todo principio de educación; en este caso, por ejemplo, la Academia más costosa sería sinónimo de prestigio en una sociedad estructurada bajo un esquema pobre / rico y sus consabidos niveles clase alta / baja / obrera / media; burguesa / pequeño burguesa o aristocrática, donde la figura del trabajador está subsumida en los moldes de obrero, asalariado, maestro, jefe, gerente, doctor, ministro, viceministro, presidente, vicepresidente, etc., a su vez basados en similares esquemas de autoridad civil o militar.
Pero nada de esto tendría mucha importancia si estos niveles o grados, a su vez, no estuviesen tan sujetos a unas jerarquías de alienación. En efecto, se ha demostrado que el trabajo agotador y mal remunerado aliena al individuo a un grado tal que le impide pensar claramente; el alienado se comporta como un autómata mientras gana el sustento suyo y de su familia, donde la esposa puede cumplir un rol de ama de casa tan agobiante como el de aquél, quien es al fin y al cabo quien con su fuerza laboral hace funcionar a las empresas o fábricas. Esta situación, observada por Carlos Marx desde el siglo diecinueve, cristaliza en el siglo veinte con mayor poder, y desemboca en el siglo veintiuno bajo diversas formas, una de las cuales es la auto-explotación por vías informáticas. De hecho, los medios actuales dan libre acceso a todo tipo de mensajes visuales y textuales, incluyendo en éstos a la pornografía y la violencia; muchos de los cuales nos ofrecen una ilusión de participación activa en la sociedad, cuando son solamente medios privados y limitados, buena parte de ellos dispositivos de espionaje. Mientras el grueso de la población continúe presa de tales "tendencias" ofrecidas por la "sociedad" en cuanto a actividades públicas como el cine y los deportes, catalogadas como entretenimientos, habrá pocas opciones de originar cambios significativos en las conductas gregarias. En el caso de los deportes, por ejemplo, más allá de la belleza implícita de los mismos, los logros físicos de los atletas o los records de los jugadores, éstos responden sobre todo a necesidades de rentabilidad, como son los casos típicos del fútbol o el béisbol, los cuales recaban grandes sumas de dinero en todo el mundo haciendo millonarios a jugadores, entrenadores y gerentes, mientras mantienen a una población adicta que cree ciertamente que los equipos representan a los países, en una peligrosa identificación ideológica donde fobias, odios y rabias nacionalistas desatan sentimientos racistas.
En el caso de un medio cultural de masas como el cine, los actores hacen otro tanto sublimando nuestros deseos. Con la desaparición del cine de autor, la industria de Hollywood (que opera también como una conciencia ideológica que juzga y castiga a los actores) lo hace a través de personajes no sólo para consumar un gran negocio, sino para crear un mundo ilusorio que suplante a la realidad. A su vez, la vida real (privada) de los actores es presentada como un espectáculo en segundo plano, con todo tipo de detalles, infidelidades, vicios, enfermedades o debilidades, hasta presentar en crudo la fragilidad de los seres humanos, enfrentados a una sociedad abyecta. En cualquier caso, los modos y oportunidades que tenemos para introducir cambios relevantes en la sociedad, los desperdiciamos muchas veces en actitudes pasivas como la adicción al deporte (como mero espectador) o al cine (las salas de cine han desaparecido y, con ellas, la contemplación y discusión colectiva de los filmes), tal y como ha ido desapareciendo el cultivo de la lectura y la educación presencial. Existe creo yo, un desgaste en los valores morales y en la educación, que se traduce en una destrucción progresiva de la familia, el matrimonio, el deber y las responsabilidades que tenemos como ciudadanos; nos hemos ido vaciando interiormente poco a poco hasta quedarnos vacíos, agotados. Al parecer, el mundo todo se ha convertido en un gran negocio, cuya mayor expresión y herramienta es la política. Ya no se trata de oponer los clásicos esquemas derecha / izquierda o revolución / reacción para explicar los procesos sociales; ni de valerse del esquema capitalismo /socialismo; esta vez se trata de mantenernos conscientes acerca dela cruda realidad que enfrentamos, donde oscuras fuerzas fascistas y racistas derivadas de plutocracias y bancocracias pretenden imponer esquemas de tipo meramente mercantil o desarrollista para "adueñarse" de la realidad. Las ciencias y las humanidades han sido despojadas de sus principios filosóficos y se han centrado sólo en tecnocracias basadas en ganancias contantes y sonantes, dando como resultado una sociedad desfigurada en casi todos sus componentes, donde el ser humano aparece como un objeto manipulable o desechable.
Las situaciones personales se vuelven individualistas y se imponen sobre las colectivas, lo cual no tendría nada de malo a primera vista. Pero si nos adentramos un poco más, hallamos que las situaciones individuales crean un espacio de auto-contemplación controlado por empresas supranacionales, fenómeno que poco a poco va tornándose adictivo. Incluso ahora, la información más confiable se refleja en estos medios, más que en los grandes canales de televisión o los periódicos (que están desapareciendo). Justamente en la llamada Prensa Alternativa es donde se refleja la información más veraz y donde pueden localizarse innumerables grabaciones, videos, fotos y textos donde se divulga la mayor parte de la información fiable dimanada de la llamada geopolítica, la cual viene a ser ahora una suerte de ciencia que estudia las diversas conexiones y relaciones de la política internacional, llamada ahora global, presentándola en sus determinados contextos. A través de estos canales no tradicionales obtenemos diversas interpretaciones sobre el complicado (que no complejo) fenómeno de la política en un mundo que se precipita más y más al caos de las guerras, del cual somos espectadores y participantes indirectos; de hecho, en el término "global" están sintetizadas casi todas las nociones que inciden en el mundo actual y donde podemos apreciarlas en tiempo real, interpretadas luego por los distintos influencers o periodistas, con sus diversos matices.
En los últimos meses las guerras se han estado librando en varios frentes, y en lugar de ir mermando, se han incrementado a causa de la inoperancia de tribunales y asambleas internacionales como ONU, OEA, Corte Penal Internacional y sobre todo por el indebido funcionamiento interno de la Unión Europea, la cual ha estado inclinada durante todo el proceso de la guerra entre Estados Unidos y Rusia a la nación norteamericana, favoreciendo a Ucrania con ayuda militar; aun sabiendo que no puede vencerla, va sumiendo a los pueblos europeos en numerosos conflictos económicos que han estado afectando a los ciudadanos, debilitando sus monedas y su poder adquisitivo, y arruinando poco a poco sus economías y accesos a bienes y servicios, especialmente al gas; fenómeno que también ha incidido negativamente en el pueblo de Estados Unidos (donde hay más problemas de los que podemos imaginar y han saltado a la vista en estos días con lamentables sucesos en Nueva Orleans y Atlanta) y en otros países norte y suramericanos. En los países latinoamericanos hemos sufrido daños colaterales, incluyendo ahora a las nuevas guerras en el medio oriente que ya han comenzado a intensificarse en Siria, Libia, Irán, Líbano, Irak, Israel, Yemen, Pakistán, Afganistán y otros países, con una repercusión muy peligrosa no solo para el propio mundo árabe, musulmán o judío como ya dijimos, sino para todas las naciones y pueblos. En muchos de estos países se hallan también familias de diversas proveniencias, que también son víctimas de la guerra o usadas para ella.
Pero lo más atroz en esta situación bélica generalizada se produce en la franja de Gaza, la cual no es una guerra sino una invasión genocida o limpieza étnica, un fenómeno sangriento cuyas imágenes horribles son difundidas a diario por los medios como si fuese un espectáculo cínico, un deprimente show de cadáveres y destrucción, una verdadera vergüenza para la humanidad. El primer ministro de Israel, el impresentable Netanyahu, ha sido respaldado por la fuerza bélica de Estados Unidos con el gobierno de Biden para autorizar y ejecutar tales atrocidades. Por lo demás ya Rusia ha ganado la guerra en territorio ucraniano y según parece ha avanzado con una mejor estrategia en este conflicto armado, mientras Europa se debilita cada vez más. El problema no radica ahora en el hecho de que exista esta guerra, pues al fin y al cabo las guerras siempre han existido –dada la conocida tendencia del ser humano a invadir territorios-- sino de las características actuales de las armas de última generación usadas en ella, que pueden pasar a mayores niveles en una "escalada": se trata esta vez de armas hipersónicas sofisticadas de última generación, misiles dotados de poderosas ojivas nucleares, cuyo uso podría ser letal para el planeta en caso de que las potencias rompan sus doctrinas armamentísticas. Si algunas de estas armas se llegaran a utilizar en una guerra directa entre grandes potencias –incluyendo a China y Corea, además de EEUU y Rusia, por supuesto—no hay duda de que el planeta entero desaparecería.
En América Latina la situación política también ha estado muy tensa, debido sobre todo a la presión constante de Estados Unidos sobre países como Venezuela, Colombia y México, que no deseamos estar bajo su yugo; en cambio, vemos como los gobiernos de Chile, Argentina o Perú se amparan bajo la sombra de un capitalismo global fracasado que apela, con gobernantes seniles como Biden y Trump, a continuar en la línea de las amenazas, desplantes, sanciones y bloqueos. En estos días, antes de ceder Biden el poder a Trump, éste último prometió más sanciones a Panamá, Canadá, Groenlandia y México. Este tipo de política de intimidaciones ha causado mucho daño moral a nuestras jóvenes naciones americanas, que desean de una vez por todas liberarse de estos yugos implementados bajo chantajes, bulos, falsos positivos, guerra sucia y un sinfín más de ardides como los que pesan sobre nuestra patria Venezuela, muy apetecida por sus reservas en oro, petróleo, gas, litio, agua y otros recursos naturales. Ya sé que en el fondo casi todas las guerras se producen por estas razones; pero ahora tampoco hay un respaldo equitativo en los tribunales y organismos internacionales para deliberar sobre las cuestiones de seguridad de las naciones, pues la corrupción en el seno de tales organismos es galopante, o mejor sería decir viral, para usar un término de moda. En las últimas décadas, los candidatos presidenciales a la mayoría de los países no requieren de cualidades intelectuales ni poseen una formación de estadistas, sólo se apoyan en campañas publicitarias financiadas por corporaciones, que luego exigen su cuota de poder una vez el candidato se ha coronado triunfador. En el caso de Argentina, vemos cómo el gobierno actual presidido por alguien que, como Javier Milei, sufre de evidente desequilibrio mental, ha venido destruyendo la institucionalidad de esta nación mediante drásticas medidas que vulneran los derechos de los trabajadores, la educación y los servicios públicos, conduciéndolos a una simplificación nefasta del Estado que está arruinando a esa nación. En Venezuela, mientras tanto, una candidata espuria e inhabilitada para ocupar cargos públicos, ha convencido a un amigo suyo sin experiencia política ninguna y con claros síntomas de cansancio y decrepitud, para proponerlo candidato genuino de la oposición, cantando fraude electoral antes de las elecciones y presentando unas actas falsificadas, para luego ambos hacer el papel de mártires pidiendo ayudas e injerencias militares para Venezuela desde el exterior, e ingresar luego al país a fin de declarar a este señor presidente de Venezuela, en una farsa que no tiene más precedentes que los creados por ellos mismos en años anteriores, usando a las mal llamadas redes sociales y a gendarmes criminales para crear violencia, y desestabilizar la patria de Bolívar.
Por lo demás, desde ya advierto del peligro que implica que un multimillonario como Elon Musk intervenga directamente en la política de Estados Unidos; Donald Trump ya lo ha designado parte de su gabinete y Musk ya ha comenzado a insultar ministros en Alemania, al presidente Maduro en Venezuela y a otros congresistas y mandatarios, amparado en su gran fortuna; si no le ponen un límite, este señor es capaz de adueñarse de buena parte de las empresas de Estados Unidos para implementar posteriormente un gobierno autócrata, amparado en su personalidad autosuficiente; Musk es un perfecto prototipo de magnate todopoderoso con voluntad para acceder a formas oscuras y arbitrarias de gobernanza, y probablemente tendrá muchos seguidores.
Con este panorama por delante, es muy difícil concebir un mundo justo en un futuro, pues estamos presenciando una tendencia general al desmadre; con unos gobernantes torpes e impulsivos usando improperios y maldiciones para comunicarse, vulgaridades, muecas, se comportan como si estuviesen en un salón de malos chistes, prestos a usar cualquier palabra para desacreditar a los demás. Por suerte, presidentes como López Obrador y Claudia Shiembaun en México, Gustavo Petro en Colombia, Lula Da Silva en Brasil y Maduro en Venezuela advertimos posibilidades de avance. Estos esquemas son aplicables en otras escalas a gobernadores y alcaldes de otras naciones y ciudades llenas de dirigentes mediocres, que no tienen idea en qué consiste una verdadera política, y se dedican a practicar una gestión pública devastadora, nunca pensada para una distribución justa de recursos, sino fijada mediante pactos a largo plazo, lo cual explica cómo han sobrevivido tanto tiempo, jugando con las ingenuas esperanzas de los pueblos, mientras ellos se preparan para nuevas guerras.
En 2025 los augurios para un nuevo mundo de convivencia no son muy halagüeños o propicios, si observamos el panorama actual de la "geopolítica" llevada a tales bordes extremos. Solo los pueblos organizados y conscientes tienen en sus manos las nuevas herramientas para lograr un cambio radical urgente, en medio de este caos maquillado que hemos denominado mundo posmoderno.