1.- El gerente de la sucursal Colombia del pentágono, Alvaro Uribe, se pasó por el arco del triunfo la legalidad internacional y el más elemental derecho a la vida para violar el territorio del vecino Ecuador y asesinar a varios miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), entre ellos al comisionado de ese grupo para la negociación del acuerdo humanitario para el intercambio de rehenes. No contento con tal desaguisado, el referido gerente tuvo la desfachatez de comunicarse con el Presidente ecuatoriano, Rafael Correa, para darle una explicación mendaz de los acontecimientos, con lo que agregó un segundo ultraje al obligado respeto entre pares. No satisfecho con tanto error, ahora pretende convertir a la víctima en acusado, diciendo que las FARC reciben apoyos de los gobiernos de Ecuador y Venezuela, con lo que el conjunto de errores se convierte en un conflicto regional serio. Como sería de esperarse, el Presidente Correa alzó la voz en protesta por la violación de la soberanía ecuatoriana y, de inmediato, recibió la solidaridad activa del Presidente Chávez de Venezuela; ambos movilizaron tropas a sus respectivas fronteras con Colombia y rompieron relaciones diplomáticas. El conflicto está presente y somos muchos los que apostamos a su pronta solución por la vía política la que, por cierto, no puede limitarse al simple otorgamiento de disculpas.
De ninguna manera es posible suponer que el ejército colombiano actuó a la ligera y cometió un error. Notoriamente se trata de un acto que fue seriamente conocido y autorizado, si no es que promovido, por el más alto mando de ese país, con oficinas a la orilla del Potomac. Se trata de un operativo para medir la capacidad de respuesta del ofendido, de manera de poder propiciar otra serie de operativos de mayor efecto en la región, como pudieran ser los alientos separatistas de las oligarquías de Venezuela en el Zulia, de Bolivia en Santa Cruz y del propio Ecuador en Guayaquil, todos incluidos en el tablero del ajedrez de la geopolítica de los gringos en Sudamérica, como instrumento para destroncar el movimiento emancipador bolivariano. No es casual que las respectivas embajadas de los Estados Unidos en esos países actúan descaradamente en el aliento a los sectores secesionistas.
Soy un devoto pacifista y, precisamente por eso, saludo la inmediata respuesta militar de Caracas que desplegó tropas a la frontera con Colombia. Bush es el destinatario del mensaje: sus afanes de dominio en la región encontrarán respuesta; una locura al estilo Irak no será, tampoco, un paseo tropical para sus marines. La paz reclama el respeto.
2.- Hablando de impostores, el colega de Uribe en la sucursal mexicana, no canta mal las rancheras en eso de los errores (afortunados, también por cierto). Apuesta su escaso capital político al colocar al tal Mouriño en la Secretaría de Gobernación, y pierde. El delfín apareció con cola; no sólo falseó documentación para hacerse aparecer como mexicano nacido en Madrid, sino que prevaricó al firmar contratos de transporte de combustibles de PEMEX, siendo presidente de la comisión de energía de la Cámara de Diputados y como subsecretario de energía cuando su jefe fue secretario de ese ramo. Resultó ser otro impostor. Si lo sostiene, pierde y si lo hace renunciar, también. Resultó afortunado por el hecho de que le dio la puntilla al proyecto de apertura de PEMEX a la inversión privada. Esta semana apareció en la pantalla televisiva un mensaje cursi que habla del tesoro que los mexicanos tenemos en las aguas profundas del Golfo de México el cual, originalmente, incluía unas manos estrechándose, simbólicas de la conveniencia de la asociación con los que sí saben explotar petróleo en aguas profundas; en las dos ocasiones que registré el mensaje las manos y el comentario no aparecieron. Tampoco ha aparecido el famoso diagnóstico que habría de realizar la bancada panista en San Lázaro. Afortunadamente la pita se les enredó; la movilización popular, con AMLO a la cabeza, está repitiendo la experiencia del desafuero. También parece que el PRI de Beatriz Paredes (que no el de Beltrones y Gamboa) saca a relucir sus documentos básicos para manifestar su rechazo a la privatización; más vale salirse a tiempo que quedarse colgados de la brocha, como le sucedió a Madrazo con el desafuero.
Hasta aquí el triunfo de la no privatización. Ahora habrá que trabajar en torno a la sí nacionalización efectiva de PEMEX. La empresa no puede continuar siendo desmantelada por los tecnócratas de la intervención administrativa del FMI en el gobierno ilegítimo; el riesgo es mayúsculo al agregarse el rencor por la nueva frustración.
A los impostores se les cae la máscara.
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