No era posible que Uribe tratara de hacer ver que el Plan Colombia junto sus agentes gringos incrustados en ese país no estuviesen afectando peligrosamente a la región. Lo fundamental de la solución encontrada fue meter en cintura a un gobierno que debido al inmenso apoyo militar que le está insuflando EE UU se cree ya una super potencia en el hemisferio. Colombia amenazaba a Venezuela, a Ecuador y a Nicaragua de manera violenta, alegre y desaforada. Los altos representantes del gobierno de Uribe, como su ministro de la Defensa y su canciller, han dicho al mundo que ellos tienen el derecho de buscar “terroristas” de la FARC y capturarlos sin tener que dar explicaciones a ningún gobierno.
Era patético ver a Uribe ir de un lado a otro, artificialmente eufórico y feliz, dando abrazos y besos, estrechando manos. Se le había visto al desnudo, estuvo al borde del abismo, gesticulando, atacando sin descanso, pero realmente sin argumentos. El encuentro crucial fue con Chávez.
Realmente en la Cumbre de Río se le dijo claramente a Colombia que debía de acabarse ese papel de país terriblemente belicista y desestabilizador, y ese ha sido el gran triunfo. Una victoria que ha dejado sin aliento a la oposición ultraderechista del continente que aspiraba un escalamiento belicista de la situación.
Esperamos no ver más esas incursiones agresivas y desaforadas de los gringos metidos en Colombia; ahora tendrá que contenerse a los paramilitares que son utilizados como puntas de lanza para crear inseguridad y amenazar a los movimientos populares en el norte de Suramérica.
Aquella, Cumbre al principio estuvo muy candente. El Presidente Álvaro Uribe Velez llegó en plan ofensivo, porque como sabía que el Presidente Rafael Correa le atacaría inclementemente (y con toda razón luego de haber recorrido medio continente), su estrategia era denunciarlo como Presidente de un país cuasi terrorista: “Ecuador está hasta la coronilla en sus acuerdos y complicidades con las FARC.” Correa lo llamó cínico, farsante y mentiroso, pero lo hizo con la verticalidad y la fuerza de un hombre valiente y amante de su patria. Uribe comenzó a ponerse nervioso, leyó cartas de los guerrilleros, se hizo tedioso, entró en divagaciones y demostró que no estaba del todo seguro de lo que decía cuando sostuvo que como que eran cuatro las computadoras capturadas. Aquellas cartas de la guerrilla eran realmente intrascendentes, y de todo lo que se ventilaba de ellas surgía el dolor por la muerte de Raúl Reyes y los otros 21 camaradas.
Intervino el Presidente de México, Felipe Calderón quien llamó a la calma y a la prudencia pero sin dejar de mencionar la gravedad de la acción cometida por Colombia. Allí nadie estaba dispuesto a avalar las maremóticas explicaciones del presidente colombiano. Continuó Daniel Ortega quien dio una clase magistral de política internacional yendo de manera segura y penetrante al meollo del problema, pero colocando de relieve la particular situación de enfrentamiento de Nicaragua con Colombia en relación con la isla de San Andrés. Estaba matando Ortega, dos pájaros de un tiro muy certero, además de quitar las basuritas de comisiones que se trasladasen a Ecuador y Colombia (las que realmente no iban a resolver ni a encontrar nada). Todos estaban esperando ansiosos la intervención del líder de líderes de la región, Hugo Chávez, quien diría por dónde tenía que coger el combate.
Luego siguió Cristina Kitchner quien con claridades reverberantes exigió que el punto sobre el tapete se viera por encima de las adjetivaciones. A simple vista se percibía que todos los allí reunidos eran líderes, verdaderos maestros en el arte de la discusión y de la desactivación o solución de conflictos graves. Y algo clave, allí no estaba el mastodonte perturbador de la región, Estados Unidos. Allí estaba la verdadera América Latina, con sus diferencias, con sus traumas y sus esperanzas, entregada de lleno y ardorosamente a buscar una solución propia a un terrible conflicto.
Cuando Chávez tomó la palabra se aguzaron los oídos; el líder máximo percibió que el triunfo estaba centrado en lograr inmediatamente un acuerdo allí en aquel foro. Llamó a la reflexión y a la calma y a serenar las aguas. En un todo de acuerdo con Rafael, Cristina, Daniel y Evo. Estaba claro que para toda la comunidad latinoamericana Uribe había quedado contra las cuerdas y además muy mal. Un acuerdo de paz, colocando a Uribe contra las cuerdas, favorecía inmensamente a las posiciones de Ecuador, Venezuela y Nicaragua. Esa fue la salida genial, contundente, que ahora abre las puertas para las liberaciones de todos los retenidos por las FARC, para que Chávez pueda volver a ocupar un lugar preponderante en las negociaciones entre el gobierno neogranadino y la guerrilla, y seguir en la cresta del liderazgo mundial. Una negociación que además deja fuera de lugar y para siempre a Estados Unidos que allí no jugó ningún papel, sino del horrible eternamente entrometido para crear conflictos.
En todo esto, en una reunión urgente de la Sala Estratégica de la Universidad Socialista en Mérida (UNIVER-SO), acordó que debía hacerse un pronunciamiento en América Latina mediante el cual se prohíba la instalación de cualquier tipo de base militar en nuestra región. Esa es la verdadera razón de esta penosa y grandísima crisis que genialmente Chávez supo sortear y conducir al puerto sagrado de la paz, como hoy lo estamos viendo. Tenemos, pues, muchos motivos para sentirnos felices, aunque siempre alertas, camaradas, el espíritu de Bolívar le ha dado una buena tunda a Santander.
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