XX Cumbre del Grupo de Río: ganadores y perdedores

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Trataba de ponerle nombre a la sorpresa que les habría embargado al escuchar la intervención de Chávez y recordé a Norman Mailer. Al Mailer del Rey del ring (King of the hill), aquellas alucinantes páginas en las que relataba el primer combate entre Muhammad Ali y Joe Frazier, en 1971. Me los imaginé pronosticando que Chávez vendría a la velocidad incontrolable de un camión de carga pesada que súbitamente se ha quedado sin frenos en Tazón. Un Frazier-máquina de guerra enloquecida, un Ali vociferante mezclado con el Ali afectado de Parkinson que es hoy. Chávez como una mala copia de sí mismo, que al fin y al cabo es lo que nos dibujan siempre las transnacionales de noticias.

El movimiento táctico había rendido sus frutos desde el 21 de noviembre de 2007, cuando a través de un sorpresivo y escueto comunicado que alegaba razones pueriles, el gobierno colombiano anunció la suspensión de Chávez como mediador para el canje humanitario. El silencio de Uribe y la ausencia de una explicación digna de llamarse tal, precedieron al escenario en que Chávez suele lanzar las más duras acusaciones: el Aló Presidente. En su edición del 25 de noviembre, hizo, entre otras, la siguiente: "Que triste que haya un presidente mentiroso y que no dé la cara". El mismo día, Uribe abandonó el lenguaje de los comunicados y respondió a Chávez de viva voz: "nosotros necesitamos una mediación contra el terrorismo y no legitimadores del terrorismo". La contrarréplica se produjo esa misma noche, durante una entrevista que Chávez concediera a periodistas en el Palacio de Miraflores: "A Uribe se le cayó la máscara: el discurso del presidente Uribe es el mismo que el de Bush". Interrogado por José Vicente Rangel, Chávez hizo pública su estrategia: "Siempre sospeché que él tenía un doble discurso. Cuando él dice esto… y es lo que yo quería, ¿sabes? Uribe hizo lo que yo quería. Yo quería que él hablara… Yo lo sacudí duro, yo estoy contento con la respuesta… porque se le cayó y se le hizo añicos la máscara".

Naturalmente, las posteriores y reiteradas sacudidas de Chávez fueron respondidas, casi siempre, con el silencio.

Todo cambió a partir del 1 de marzo, cuando se produjo la incursión armada de tropas colombianas en territorio ecuatoriano. Los hechos posteriores son de amplio conocimiento público: la investigación ordenada por Correa pronto desdijo de la versión inicial que le comunicara Uribe vía telefónica durante la madrugada. Se había producido una violación de la soberanía ecuatoriana, que la amplísima mayoría de los países de toda América no tardó en condenar. Sólo la voz solitaria del gobierno estadounidense se alzó en defensa de un aislado gobierno colombiano. En nuestra América las cosas han cambiado: hace tiempo ya que Estados Unidos no concita mayorías.

Inmediatamente, la torpe huida hacia delante del gobierno colombiano, un desacierto diplomático tras otro. El colofón: Uribe anunciando la disposición de su gobierno de iniciar un proceso contra Chávez ante la Corte Penal Internacional. El gobierno colombiano lucía desesperado: ¿cómo defender lo indefendible? Mediante la absurda provocación. Pero ahora era Chávez quien respondía con el silencio: durante su primera aparición pública posterior al anuncio de Uribe, se abstuvo deliberadamente de hacer cualquier mención. Uribe había perdido la capacidad de iniciativa. Luego, la rueda de prensa con Correa, durante la cual destrozaron los argumentos del gobierno colombiano. Chávez respondió al anuncio de Uribe con una sonrisa y haciendo pública su plena disposición de acudir ante la Corte, pero eso sí, junto con Uribe, también en calidad de acusado.

Ya durante la Cumbre de Río, en República Dominicana, Uribe fustigó duramente a su homólogo ecuatoriano, y basó casi toda su argumentación en el principio según el cual "para derrotar el terrorismo no hay soberanía de naciones, sino soberanía democrática". El Uribe que señaló con su índice en varias oportunidades a Correa, y que incluso se abstuvo de continuar sus alegatos, exigiendo la presencia de Correa – quien se había ausentado momentáneamente –, luego tuvo dificultades para mirar de frente al presidente venezolano. Punto de quiebre: contra todo pronóstico, Chávez arengó a favor de la paz, a pesar de las previas y duras acusaciones mutuas.

El desenlace es igualmente conocido por todos: una declaración que recoge "el compromiso del presidente Álvaro Uribe en nombre de su país de que estos hechos no se repetirán en el futuro bajo ninguna circunstancia", lo que supone un freno a su "doctrina de seguridad democrática". Detalle nada despreciable: el conflicto diplomático se ha zanjado sin la participación del gobierno estadounidense, que tuvo que limitarse a mirar los toros desde la barrera, ansioso porque no se produjera ningún acuerdo diplomático. Pero la "guerra contra el terror" también ha sido derrotada.

reinaldo.iturriza@gmail.com

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Reinaldo Iturriza López

Ministro del Poder Popular para las Comunas

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