Obama presidente: La nueva jugada del complejo militar-industrial

La aplastante victoria del candidato demócrata, Barack Obama, en las elecciones a la Presidencia de Estados Unidos, el 4 de noviembre pasado, tiene dos explicaciones: primero, la masiva e histórica concurrencia de los sufragantes a las urnas, lo cual derivó en la imposibilidad de ejecución de un fraude como en 2000; y segundo, la aplicación de un ingenioso Plan B, fraguado por el complejo militar-industrial, para “quemar” al afrodescendiente como líder político.

Casi un decenio de desmadre republicano ha provocado el déficit fiscal más estratosférico de la Historia, 482 mil millones de dólares para 2009, dos guerras simultáneas en Afganistán e Irak y el colapso del sistema financiero estadounidense, teniendo este último como génesis los banqueros usureros, los clientes “ninja” y las hipotecas “tóxicas”. Es normal la aversión de una vasta capa de la población de Estados Unidos a George W. Bush, John McCain y al Partido Republicano en general, lo cual ha potenciado la candidatura y consecuente superioridad numérica de Barack Obama, abanderado demócrata, en los comicios del actual otoño boreal. La consigna del “cambio” desplegada por Obama en su campaña, sumó muchos adeptos y enseguida se convirtió en el icono de la alternativa: en el voto anti-Bush, anti-“establishment” y anti-guerra.

Como habíamos abordado en artículos anteriores a éste, el complejo militar-industrial echaría todas sus cartas para evitar que Obama resultara electo como el primer presidente negro del Imperio. La vocación etnicista, metafísica y aberrante del “Destino Manifiesto”, así como el peligroso mensaje subyacente hacia las masas en un hipotético –y ahora real- triunfo de Obama, harían retomar la estratagema del fraude para dejar “fuera de combate” al Partido Demócrata y así consumar el golpe electoral que entronizaría a John McCain en la Casa Blanca. La baraja del magnicidio era muy arriesgada y la tendencia de las clases dominantes en Estados Unidos es a “suavizar” –en la medida de lo ¿razonable?- los métodos de conspiración interna. La colosal crisis financiera ha obligado a modificar la percepción de los “halcones” de Washington: la denuncia oportuna y certera de trampa en las elecciones de Estados Unidos puso en guardia a la sociedad en pleno, la cual acudió de manera avasallante a los centros de votación. Se hacía muy cuesta arriba el engaño bajo esas condiciones y menos con las masas tan movilizadas a lo largo y ancho del país. La fabricación de encuestas con “empate técnico”, como en México (2006), tampoco funcionó debido a los altos e inocultables niveles de rechazo hacia McCain.

Por tal razón, el complejo militar-industrial optó por “replegarse” y aceptar a regañadientes el ascenso de Barack Obama como Comandante en Jefe de la única superpotencia del planeta. Si lograban imponer a McCain el 4 de noviembre, la “salida” al descalabro económico estadounidense era la acentuación de la agenda belicista y la reactivación de la industria armamentista a través de nuevas agresiones a naciones identificadas con el “Eje del Mal”. Sin embargo, la presente coyuntura coadyuva a un inédito escenario: el agravamiento del desplome económico de Estados Unidos, la bancarrota de empresas emblemáticas, la hiperinflación, la devaluación inminente del dólar y la aplicación de medidas de ajuste draconianas en contra de la población, sobre todo en detrimento de la clase media y trabajadora. Un panorama sombrío y apocalíptico donde el “costo político” es asumido por el primer mandatario afrodescendiente de Estados Unidos. Al final, toda la culpa sería del “negro”. Jackpot!

El complejo militar-industrial yacería tras bastidores, en la penumbra y a la espera del instante ideal para deslizar su naipe bajo la manga: irrumpir en el marco de un desastre económico sin precedentes en la historia del Imperio, para erigirse como el “salvador” de la Patria y colmar de conflagraciones fratricidas el mapa-mundi. Las fichas sobran y la “vedette” Sarah Palin es la abridora en la lista de los “bateadores emergentes”.


EL “CAMBIO” DE OBAMA: ¿COSMÉTICO O REVOLUCIONARIO?

En el campo minado del Estado burgués y su superestructura recalcitrante, una cosa es lo que se piensa de candidato y otra lo que se hace de presidente. Las buenas intenciones se diluyen en la “mecánica” del sistema y al final los dirigentes son instrumentos de las clases dominantes y el poder económico. Más aún en Estados Unidos, donde el complejo militar-industrial ha establecido la dictadura más sofisticada de la cual se albergue memoria. Si Obama ha llegado hasta donde está, es porque ha pactado con al menos un puñado de los potentados del “establishment” estadounidense y ha sido financiado con onerosas contribuciones de liquidez provenientes del complejo militar-industrial. Ya por estas latitudes sabemos cómo se “pagan” ese tipo de “favores”, ¿no?

Barack Obama se convertirá en la novísima marioneta de la oligarquía estadounidense, cuyo rostro de ébano servirá para pedir más sacrificios al “hoi poloi” e implementar renovadas formas de dominación a escala local y global. El discurso ambiguo de Obama y su neoconservadurismo al elegir a su fórmula a la Vicepresidencia, Joe Biden, delatan en demasía sus intenciones cosméticas y nada comprometedoras. ¿Por qué no escogió a otro afrodescendiente? ¿Por qué no a una mujer negra? ¿Cuál es el miedo? O mejor dicho, ¿cuál es el “acuerdo”? ¿Ser un negro con alma de WASP como Condolezza? Give me a break!

Evidentemente, Obama será el novedoso “juguete” del complejo militar-industrial, hasta que éste se “aburra” de él y lo “elimine”, bien sea por la vía de una patraña jurídica o el magnicidio, o hasta que se agudice la crisis financiera como consecuencia del agotamiento del “salvataje” de más de 700 mil millones de dólares. La “hoja de ruta” es desgastar la imagen y credibilidad del novel presidente, las cuales se verán duramente cuestionadas con la debacle económica que se avecina. Es cuando los “halcones” de Washington verán cristalizado su retorno campante a la Maison Blanche.


LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE ESTADOUNIDENSE: LA SEMILLA DEL CAMBIO REAL

Cualquier presidente que desee emprender una ruptura verdaderamente revolucionaria en Estados Unidos, debe comenzar, aunque suene a “lugar común”, por convocar a una Asamblea Constituyente. La Carta Magna del Imperio es la herramienta anacrónica por excelencia de la sociedad contemporánea, con más de 200 años de vigencia. Con la risible cantidad de apenas 7 artículos (¡!) fundamentales y más de una veintena de enmiendas, la Constitución de Estados Unidos es el principal obstáculo para el desarrollo de una auténtica democracia en el país del Norte, ya que ni siquiera otorga a los ciudadanos un derecho tan elemental y universal como el voto directo y secreto. La abolición de la figura de los Grandes Electores y una profunda reestructuración de la arquitectura comicial estadounidense, pasan necesariamente por la redacción de un nuevo texto constitucional.

No tocar el asunto de la Asamblea Constituyente y pretender que los cambios serán viables en un sistema plagado de vicios y manejado por el complejo industrial-militar, es una conducta muy irresponsable y hasta desleal, por parte de Obama, quien podría estar aprovechándose de la candidez y desesperación de sus electores para meterles “gato por liebre”.

Si de verdad Obama fuera el estandarte de un giro radical, ya habría mencionado la imperiosa obligación de enrumbar al país a una reingeniería política y económica, desde sus cimientos. Éste no ha sido el caso. Más temprano que tarde, la gente que creyó en Obama le pasará factura política y demandará un genuino “golpe de timón” para Estados Unidos; las pasiones que ha despertado lo desbordarán y ni él, ni el propio complejo militar-industrial, serán capaces de apagar la llama inextinguible de la naciente revolución.


(*)Tesista de Idiomas Modernos en la UCV

elinodoro@yahoo.com



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Adán González Liendo

Traductor, corrector de estilo y locutor

 elinodoro@yahoo.com      @rpkampuchea

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