No podía el gobierno de Uribe Vélez, a quien la vida humana no le importa sino sólo su prepotente poder, permitir que Piedad se luciera y que las FARC hicieran una entrega unilateral y sin contratiempos de los rehenes. Era necesario crear artificial y premeditadamente un incidente y es por ello que, a manera de reto a los integrantes de la comisión de "Colombianos y colombianas por la paz", aviones del ejército colombiano persiguieron y rondaron al helicóptero que llevaba a la comisión humanitaria hacia el lugar de entrega de los cautivos, con el fin premeditado de crear un incidente y tener un pretexto para satanizar a los integrantes de dicha comisión, quienes se encontraron en una situación muy complicada: o guardaban silencio sobre los combates que se estaban desarrollando en tierra - rompiendo el protocolo acordado - y pasaban por alto la persecución de que eran objeto, con lo cual ponían en serio peligro la vida del grupo que avanzaba hacia el punto de liberación, o denunciaban el asunto para que la noticia difundida a nivel internacional sirviera de escudo de protección frente a las maniobras torticeras que adelantaba el Ejército.
El resultado no podía ser otro: la "embejucada" de Uribe, que previamente hacía parte del libreto y la esperada reacción de la opinión pública que le echaría la culpa a "la imprudencia" de Jorge Enrique Botero por haber denunciado, a través de Telesur, las peligrosas maniobras que se venía adelantando y que ya habían dado como resultado la muerte de un guerrillero y la desaparición de otro, que hacía parte del grupo acompañante de los secuestrados hacia su liberación.
Afortunadamente el país sabe perfectamente que cada operativo relacionado con la llamada "seguridad democrática" y la liberación de los rehenes ha ido acompañada por mentiras y maniobras diabólicas por parte del gobierno. Esta es una más.
Logró Uribe que este operativo no tuviera un "happy end", porque no podía permitir que los colombianos y la opinión internacional aplaudieran la figura de Piedad Córdoba. Lo grave es que Uribe Vélez está jugando con la vida de los rehenes y que las FARC, de espaldas a los principios éticos y humanísticos que deben orientar a toda organización revolucionaria que se precia de llamarse socialista, sigue utilizando a los cautivos como piezas del ajedrez de la guerra.
La mezquindad de Uribe nos ha dejado en vilo y ha puesto en jaque la voluntad de liberación unilateral de las FARC. Este ha de ser uno de los factores que se incorporen al inevitable juicio penal que internacionalmente se le hará a Uribe Vélez (nuestro Fujimori) cuando deje la Presidencia y lo juzgue, en toda su dimensión criminal, la Corte Penal Internacional.