Con qué orgullo ciertos vende-patrias colocaban sus dólares en bancos norteamericanos: empresarios, artistas, profesores universitarios,… Recuerdo que hace dos meses le sugerí a cierto escuálido merideño que sacara sus dólares colocados en el Stanford Financial Group porque la crisis financiera se vislumbraba en el Norte muy negra, y entonces me respondió que él se sentiría muy orgulloso si los perdía en la nación campeona de la libertad y de la mayor democracia del planeta. Me encogí de hombros y quedé totalmente aplastado y desconcertado por sus argumentos. Ahora me han dicho que el susodicho se encuentra en Caracas haciendo gestiones para conocer del destino de sus depósitos. Son centenares de empresarios y políticos venezolanos los que han caído en esta estafa y ahora maldicen a R. Allen Stanford, cuando antes lo ponían por las nubes diciendo que era un hombre ducho en operaciones bancarias y que sus negocios eran de los más respetables en el continente. Ahora, provocada la estampida y cuando se da esta espantosa corrida en varias capitales de América Latina, llaman a R. Allen Stanford forajido y maldito. Una cosa es cierta, amigos escuálidos, nadie hoy en día tiene seguros sus dólares en el Norte. Cuando la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos presentó cargos civiles contra Stanford y lo acusó de llevar a cabo un fraude de US$8.000 millones centrado en los certificados de depósito se produjo un gran pánico en Fedecámaras, en el padre Luis Ugalde, Baduel, los Poleos palangristas, Ravell y Carmona Estanga, entre los más afectados, temblaban, tratando de comunicarse con la agencia en Caracas, con Panamá, y con la Stanford International Bank con sede en Antigua. La noticia les llegó a los tuétanos cuando se les indicó que Stanford captó inversionistas con promesas de altos retornos pero colocó el dinero en activos difíciles de rastrear.
Hoy se sabe que los venezolanos compraron hasta US$3.000 millones de los supuestos US$8.000 millones en certificados de depósito fraudulentos, y que en total, los latinoamericanos compraron hasta un 75% de los certificados de depósito a través de oficinas en Venezuela, México, Colombia y Ecuador, así como Miami.
Ahorros que ahora se han ido al infierno, y lamentablemente, aquellos lacayos que sostienen que el dinero no tiene patria, deben ahora entender que los que no tienen patria son aquellos que sólo piensan en sus negocios personales, en la usura y en su mera y simple seguridad. En la cola que se hizo en Caracas uno de esos depositantes decía: "Todo el mundo decía que venía una devaluación entonces corrí al Stanford porque no confío en mi país, pero ahora veo que tampoco se puede confiar en los bancos". Este pobre hombre había depositado en Stanford, US$56.000. Vaya Dios a saber cuántos dólares habrá evaporado este banco si tenemos en cuenta que está funcionando en Venezuela desde hace 15 años, vendiendo cuentas off shore a élites adineradas. Y hay que tener en cuenta que esa plata no está asegurada por la Corporación Federal de Seguro de Depósitos de Estados Unidos. Eso no es como aquí que el gobierno sí aseguro el dinero que los venezolanos tenemos en los bancos. Qué tal.
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