Con la creación de
la Organización de las Naciones Unidas –octubre del 45- y el proceso
de Nuremberg, un año después, donde se pretendió juzgar a altos jerarcas
del régimen nazi y sólo dos de alto renombre fueron juzgados: Hermann
Göering y Rudolph Hess, mientras la mayor parte de científicos alemanes
que participaron en la construcción del poderoso aparato militar nazi
eran conducidos a territorio norteamericano para fortalecer la hegemonía
imperial, marca el inicio del control occidental sobre los organismos
internacionales. Era éste, el inicio de la Guerra Fría y la carrera
frenética por controlar el poder en el mundo.
El objetivo inicial
de fundar una organización de naciones estaba destinado a controlar
y dirimir los conflictos en el mundo. Por lo menos así se entendía
y explicaba esta aparente lucha por el equilibrio y la paz mundial.
Sin embargo, la guerra se convirtió en un negocio redondo para la economía
capitalista, incluyendo lo social y político, que debido al reclamo
permanente de las masas necesitaba de respuestas –punitivas o no-a
las crisis históricas que va provocando la explotación del hombre
por el hombre... La lucha de clases, enemigo natural de la expansión
capitalista, con sus errores, dogmas o revisiones, siempre terminaron
afectando los resultados del capital.
En concreto: Finalizada
la II Guerra Mundial, hay una clara división en cuanto a la visión
política de los gobiernos, la sociedad, su economía, el poder económico.
Hay un enfrentamiento de dos visiones -capitalismo y el socialismo real-,
dos poderes antagónicos. La experiencia burocrática de la lucha de
clases y una transmutación del capitalismo ya experimentado que sacaría
la mejor tajada de ese control universal que impondría una visión
o una verdad que justificaría cualquier guerra en cualquier parte del
mundo a nombre de la paz y refrendada por la mayoría de los países
inscritos en la ONU... Mayor impunidad, ¡jamás!
El control en la ONU,
guste o no le guste a quienes creen que el derecho internacional que
está plasmado en la Carta de la Naciones Unidas está destinado a preservar
la paz mundial, hoy está seriamente cuestionado en su preámbulo y
su contenido, pues las violaciones sistemáticas a sus preceptos, nunca
han podido disfrazarse. Esto no excluye a los diferentes organismos
creados a la sombra de la ONU o indirectamente relacionados a ella,
que culminaban ensalzando al sistema controlador y permitiendo que los
resultados obtenidos en materia de salud, educación, economía o derechos
humanos, inclinen su balanza para favorecer la política imperialista
norteamericana.
Cinco países tienen
derecho a veto en la ONU, Estados Unidos uno de ellos, sin importarle
cuál sea la opinión del resto de los miembros que terminan alegrándose
por obtener victorias simbólicas que no son aceptadas –por supuesto,
¡vetadas!-, por el imperialismo norteamericano. ¿El resultado? Invasiones,
guerras, conflictos, genocidios a nombre de una “libertad”
en abstracto. “Libertad” que está manchada de petróleo,
de zonas estratégicas, de intereses transnacionales, de negocios, del
dólar, de la intolerancia imperial y de un obsceno respaldo de la Organización
de las Naciones Unidas. Se repite el círculo vicioso histórico de
la conquista y esa “civilización” que viene a
“civilizarnos”, porque lo correcto es estar “civilizados”,
“modernizados”, “desarrollados” de acuerdo
al estándar “civilizante” del amo imperial.
En la reciente cumbre
del ALBA, Evo Morales nos hace una proposición interesante. Ingenua,
si partimos del arquetipo norteamericano, pero en extremo interesante,
porque rompe con todos los paradigmas en cuanto a nuestro derecho a
percibir nuestros derechos... No es un galimatías y, créanme, tiene
un sentido lógico que va acorde con este fenómeno social, revolucionario,
expansivo que va regando a la América Latina de una esperanza liberadora
sólo precedente y abortada hace doscientos años por los mismos que
impusieron una visión imperial de dominio y alineación.
¿Cuál es la propuesta
de Evo? ¡Simple!, la creación de un organismo regional que vigile
los derechos humanos, el derecho a la salud, a la educación, a la vivienda,
al trabajo, en nuestros pueblos, según nuestra visión y respaldado
por intelectuales o estudiosos de nuestra cultura, nuestra realidad,
nuestro perfecto derecho a la autodeterminación e integración regional
que rompa con los esquemas imperiales impuestos por organismos más
practicantes de la hipocresía y la imposición de valores transculturizados
que al respeto que merece nuestra cultura milenaria. Se trata de reconocernos
a nosotros mismos y no permitir que nos sigan evaluando de acuerdo a
patrones capitalistas ajenos a nuestra raíz, siempre imponiendo criterios
coloniales e imperiales.
Hemos estado actuando
de manera reactiva ante los ataques sistemáticos de organismos internacionales
que dan por cierto sus valores. Es la imposición de un modelo desgastado,
decadente y fracasado que ha empeñado su esfuerzo en la destrucción
del ser humano para beneficiar a un grupo muy reducido de capitales.
De manera violenta nos juzgan, nos reglamentan y nos sancionan cualquier
esfuerzo de las masas organizadas por reducir la brecha entre ricos
y pobres a nombre del desarrollo macroeconómico y la permanencia de
valores que han llevado a la humanidad al borde del colapso... ¿Por
qué estamos obligados a construir una nueva sociedad sustentada en
una visión particularmente ofensiva a los intereses del colectivo?
¿Por qué damos por ciertas las ecuaciones capitalistas y seguimos
cometiendo el error de evaluar la construcción de una sociedad al servicio
del hombre bajo los parámetros de un sistema vampiro que sigue fracasando
aún utilizando y disfrazando las nuevas tendencias liberadoras del
ser humano?
Barack Obama, en su
discurso en la 5ta. Cumbre de las Américas, ofrece su mejor verbo angelical
cuando le pide a los pueblos latinoamericanos que “hablemos
del presente y dejemos el pasado a un lado”. Incluso, trata
de envolvernos con el simpático concepto –aprovechando el discurso
del Comandante Daniel Ortega-, de no tener la culpa por los errores
cometidos por las administraciones anteriores. Sin embargo, ante la
petición clara y contundente de la gran mayoría de países del área
que exigen el cese al bloqueo norteamericano de Cuba, responde con la
promesa de “consultar” una futura respuesta al respecto...
¿Quién es Barack Obama?, o mejor preguntemos ¿Qué es Barack Obama?
Si Barack Obama es Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica...
¿qué lo detiene a tomar la decisión de levantar el bloqueo al pueblo
cubano? Existen antecedentes suficientes, año tras año, en las asambleas
de las Naciones Unidas condenando el bloqueo por unanimidad, sin que
se obedezca lo que se supone es una decisión universal... pero nada
ha pasado.
Barack Obama no ha
entendido que la historia es partera de las revoluciones y que el pasado
forma parte de esa parturienta historia que estamos obligados a revisar.
Barack Obama no es más que el pretexto para extender, casi oxigenar,
un sistema preñado de obscenidades. Barack Obama es la personificación
de la traición a la raza negra, la raza esclava que aún es discriminada
en su tierra. Barack Obama es el subterfugio para evadir el juicio al
genocidio, a la mentira, al engaño, a la guerra, a las invasiones,
al exterminio de su pueblo originario. Por eso Barack Obama está imposibilitado
a responder con franca honestidad a cualquier propuesta latinoamericana...
Si todo fuese al contrario, hoy tendríamos un presidente norteamericano
muerto... Por eso mi pregunta no es QUIÉN sino
QUÉ es Barack Obama.
Hay una maquinaria
aceitada, que cuenta con consorcios mediáticos, equipos de guerra psicológica,
publicidad, mercadeo, producto, ganancia, bolsa de valores, mundos fantásticos
e imposición de conductas ajenas a la tierra que nos vio nacer. Es
decir, nada es casual, desde una simple propaganda de un desinfectante
hasta una sentencia de la Corte Penal Internacional. Desde la compra
de un par de zapatos a un Reality Show de dos carajitos y tres carajitas
que quieren ser estrellas rutilantes del canto internacional. Todo está
en su lugar y debemos enfrentarlo con determinación.
No se trata de un debate
ideológico o la fusión de dos visiones para evitar que el Tío Sam
se arreche, ¡Nada de eso!, se trata de construir a partir de nuestra
visión y juzgarnos de acuerdo a nuestros parámetros que no son ni
por asomo los que el imperio impone. Las arrecheras imperiales hacen
causa común con los revisionistas... Eso forma parte de la hegemonía
capitalista.
¿Qué piensas tú de eso?
mariosilva59@yahoo.com