Mi ya larga memoria no registra una postura de mayor unanimidad que el actual rechazo al grupo usurpador que expulsó a Zelaya. LA UNIÓN EUROPEA, la ONU, la OEA, el ALBA, el SICA, el GRUPO DE RÍO; aunados a pronunciamientos de los supra gobiernos de Estados Unidos, España y Francia, junto a todo el resto del globo, han expresado su repudio ¿Y...? ¿Y después de eso, qué?
Aquí es donde está el meollo. Si no hay reposición incondicional del mandatario legítimo a su cargo, esas instancias supranacionales revelarán su condición de meros clubes de oratoria. Y la Humanidad descubrirá, con nuevo asombro, que políticamente está desasistida. ¿Pero qué tal si las sanciones económicas que acordaran esas instancias, surtieran efecto? Sería la misma revelación de Perogrullo. El dinero, amables y no amables lectores, se impone por sobre cualquier valor político que digamos defender. La revolución que nuestro mundo requiere va mucho más allá de la adopción o no de un modelo de gobierno, sea éste democrático, dictatorial o autoritario. Es una revolución moral que destrone al dios Oro y reponga al dios Dios, la que necesitamos; asunto que igual hemos abordado con falsedad. Puros discursos, posturas, bravatas; y acción real sobre este asunto, ¡cero! Nuestra moral sigue tan corroída, impotente e inútil, como ha sido por siglos. La hemos rendido, junto con la razón, al lucro y al bien tener. Los otros valores son letra muerta, buena para los acuerdos en el afán de simular dignidades. Por eso Honduras es importante, amigo correcto o insurrecto, porque allí el Rey pudiera otra vez quedar desnudo. ¿Tiene usted ropaje que le venda?