Nuestros pueblos americanos han soportado durante toda su historia la invasión, el atropello, la opresión y la conculcación de sus derechos. Por este continente desde 1492 han venido desfilando la barbarie, el crimen y el despojo, creando sufrimientos y calamidades, no existe un solo país donde un golpe de Estado o una intervención extranjera no haya llegado a someter o a revertir la voluntad popular para imponer una dictadura o un gobierno fascista pro imperialista y apátrida. En este Siglo XXI, que en su alborada comenzó con un proceso de transformación popular en Latinoamérica, parecía que los fusiles más nunca se utilizarían para reprimir los pueblos e imponer gorilas como gobernantes; pero el pasado Domingo 28, una vez más “amaneció de golpe” en América, sucedió en la República de Honduras lo que en 2002 le correspondió a Venezuela: militares corruptos y traidores secuestraron al Presidente para instalar a empresarios capitalistas y depravados en la conducción del Poder Público.
La República de Honduras es una nación de 7,5 millones de habitantes, de los cuales un Millón vive fuera como inmigrantes trabajadores en Estados Unidos, Canadá y Europa; Dos Millones son electores y su economía es muy similar a las de los otros países de Centroamérica. El Golpe de estado en esa nación hermana es sencillamente la regresión a la barbarie que habíamos aspirado extinguir, no se trata solamente de un asunto interno de esa República, se trata de una amenaza cierta que otra vez intenta tomar cuerpo, con ánimos de fortalecerse, para hacer regresar a nuestros pueblos bajo la dominación explotadora, asesina y oscurantista que signó la historia de Latinoamérica entre los años 50 y 90 del Siglo XX.
Si bien existen contradicciones internas entre distintas posiciones para el desarrollo de la democracia y de los aspectos diversos de las políticas públicas en ese país, no menos cierto es que nada puede justificar una acción militar de secuestro del Presidente y la degradante expulsión de su patria. La aceptación de ese hecho bajo el argumento de no meterse en asuntos internos o dejarlo a la libre autodeterminación de los pueblos, es ser miope dentro del escenario político mundial actual, caracterizado por una dinámica interrelación continental que busca conjugar el sueño de Bolívar: La efectiva Integración de nuestra América. Lo otro es ser cómplice por ignorante, idiota o estúpido. Dejar al empresario Michelletti, gran productor y exportador de bananas en Honduras, ejerciendo el gobierno que usurpó, sería similar a haber dejado en Venezuela al mediocre Pedro Carmona, es dejar una nación a merced del terror y los instintos asesinos de quienes cegados por la avaricia y el exagerado deseo de riquezas, les importa un comino segar la vida de centenares de ciudadanos para justificar la continuidad del fascismo como expresión de gobierno.
Si por la sola acción de intentar una consulta al pueblo soberano, cuyos resultados no son vinculantes o de obligatorio cumplimiento por los órganos del Estado, se derroca un Presidente y se le expulsa de su país, imaginémonos una situación de mayor fortaleza para crear poder popular o efectuar una transformación revolucionaria… seguramente al principio y por la acción de la cúpula militar hondureña de hoy día, las calles de su capital Tegucigalpa y demás ciudades y campos, quedarían inundados con la sangre de los hijos de Francisco Morazán; sin embargo, el pueblo luchador temprano o tarde retornaría mediante su combate a la calma; es por tanto que, conociendo los episodios históricos que ha sufrido Honduras desde la invasión española en 1524, cuando Hernán Cortés, conquistador de México, envió a Cristóbal de Olid para que iniciara el sometimiento de los indígenas hondureños (en su mayoría lencas, jicaques, payas y arahuacos) no tenemos duda que en el presente esos hermanos centroamericanos han demostrado la capacidad para organizar la resistencia y junto con la unánime e importantísima presión internacional, el Gobierno legítimo y constitucional volverá a sus funciones y el pueblo a la posibilidad de construir los cambios necesarios para el desarrollo socio-económico, político y cultural que lleven al bienestar colectivo de los hondureños.
Ese evento es un espejo más para que la America se vea toda integra y camine mejores senderos de unidad, integración y solidaridad internacionalista. (24/06/09).
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