El lamento de la indiferencia poco a poco se fue convirtiendo en una conducta de casi todas las sociedades latinoamericanas. Los espacios reducidos para la participación política y económica fueron hundiendo la esperanza de millones de seres humanos, que aceptaron con resignación la democracia representativa y la supremacía de las elites. Pronto y empujados por el viento seco los sectores de la derecha empezaron a juntarse. Así poco a poco se fueron adueñando del poder y estableciendo parcelas de dominio en todos los escenarios políticos, económicos, sociales, culturales, militares y religiosos. Era la orgía de la derecha.
Las democracias latinoamericanas nacieron, crecieron y se desarrollaron con valores prostituidos, porque así es el pensamiento de la derecha, donde no hay solidaridad ni valores sociales. Así nos vendieron la idea de la democracia y la libertad de morder el polvo de la miseria. Para mantener sus privilegios, los grupos elitescos se encierran en su manto de institucionalidad y se arropan con la cobija constitucional, mientras allá afuera queda el pueblo arropándose con la miseria y el hambre. Esa realidad impuesta fue carcomiendo las neuronas de la esperanza de generaciones enteras que aceptaron esto como un designio de Dios.
Al levantase cada día, los dueños y amos del poder activan todos sus mecanismos de dominio. La Iglesia católica, hace sonar las campanas para que los sacerdotes, las monjas y los monaguillos apliquen la doctrina del adormecimiento y el letargo. Los medios de comunicación (prensa escrita y televisión) informan sobre las bondades de la democracia representativa y a través de transmisiones en vivo y directo informan del trabajo de la casta política y para terminar de lavar el cerebro pasan la telenovela y así castrar la posibilidad de pensar. Por su parte la clase empresarial en sus negocios de fraude y especulación para seguir acumulando riquezas. Los partidos políticos prostituidos pero haciendo negocios con las elites dueñas del poder. Esa es la orgia de la que hable al principio de este artículo.
Precisamente, esas realidades se han ido revirtiendo y ya el pueblo empieza a darse cuenta que todo era una farsa y que solo eran democracias de fachada. Empieza un nuevo despertar en la gente y poco a poco empezamos a darnos cuenta que ese no es el tipo de democracia que queremos, que esa no es la Iglesia de Dios, que no son empresarios sino unos malditos especuladores, que no son líderes políticos sino unos farsantes, que no son partidos políticos sino empresas de comisiones y de reparto de cargos. Toda una farsa.
Y en medio de esa descomposición, está surgiendo el despertar del alba en muchos países latinoamericanos. Despertó Venezuela, Bolivia, Ecuador y Honduras. Y con Honduras despertó Latinoamérica y el resto del mundo. Y aunque los politólogos no estamos en condiciones de explicar sucesos a partir de condiciones suficientes, sino que nos limitamos a señalar una serie de condiciones necesarias, decimos en este caso, que independientemente de lo que ocurra en el país de Morazán, Honduras despertó el mundo y ya nos dimos cuenta que la lucha entre la derecha y la izquierda es a muerte. O vencemos para hacer la revolución y construir la verdadera sociedad, o nos dejamos vencer para hundirnos para siempre.
(*) Politólogo.
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