El presidente Zelaya, cayó en la trampa desde el mismo momento en que aceptó la invitación y la sugerencia de jefa de la diplomacia norteamericana, cuya única diferencia con Condolezza Rice, es su color y la habilidad para envolver en vez de confrontar, pero con resultados provechosos y menos riesgosos.
A Honduras la salva su pueblo, con su presidente constitucional al frente, ya sea en la lucha de masas en la calle o como Francisco Morazan al frente de un ejército de campesinos y pobres económicamente, pero millonarios de fervor patriótico, de valor y decisión de ser libres a costa de lo que sea, pero no permitir que les aplaste la bota imperial del narcotráfico, aliada de las cúpulas religiosas y de la oligarquía sanguijuela que por más de un siglo ha explotado a ese pueblo a través de la maquila, práctica que se convirtió en la moderna esclavitud, desde que la United Frute International y sus tentáculos, decidieron abandonar la siembra de bananas, para cambiarla por una actividad más rentable y más esclavizante.
Hornduras hoy por hoy sufre la peor desgracia que puede llegar a un pueblo. Primero, la ocupación militar de un imperio criminal, hambreador depredador,que mantiene de manera grosera y contra todos los tratados internacionales una base aérea con 600 matones bien entrenados, bien armados, bien pagados y bien alimentados para que cometan toda clase de fechorías, con el apoyo de un sindicato del crimen que se ha apoderado del parlamento, de la justicia y del Poder Ejecutivo de ese hermano país Centroamericano, cuyo heroico pueblo hoy libra en las calles una batalla desigual; pancartas, consignas, música y una que otra piedra contra fusiles, tanques y bayonetas, manejados por sombies del imperio que van contra su propios hermanos y progenitores y que no son capaces de volver ese fusil, contra el crimen organizado que les está utilizando para enterrar la democracia.
La caída de Zelaya obedece a la osadía de escoger sus amigos, de escoger con quién negociar para beneficio de su país, aumentar los salarios y tratar de empoderar al pueblo. Era más que suficiente: suscribirse al ALBA, para recibir petróleo a precio preferencial, quitándole la teta a las transnacionales gringas que les vendían el petroleo a precio de oro. Abogar por la legalización de los estupefacientes para lograr controlar su comercio y consumo, quitándole el primer negocio al pentágono con el cual financia guerras e invasiones. Aumentar los salarios, dándole a los modernos esclavos al menos el derecho a comer, pero tocando los bolsillos de la avara, apátrida y narcoligarquía y lo más grave querer empoderar al pueblo a través de una Constituyente. Era demasiado, demasiado tufo a Venezuela, Bolivia y Ecuador que junto a Cuba le han faltado el respeto al Imperio. Había que cortar esa mala hierba, para enseñarle los dientes a Guatemala, El Salvador y Paraguay, además decirle a Perú, cuidado con malos pasos, porque Panamá al igual que Colombia son cabezas de playa yanki y por ende son panas. Así presidente Zelaya que a usted sòlo le queda hacerse comandante de su pueblo emulando a Francisco Morazan. La guerra de guerrilla es el arma de los pueblos oprimidos. Olvídese de la trampa de San José.