Honduras, un golpe con algunas novedades

Visto en apariencia podría parecer un libreto seguido con disciplina por sus protagonistas según destinos prefijados. La realidad, siempre más compleja que los esquemas, deseos y proyectos, ha operado de otra forma en la crisis hondureña.

Los golpistas creyeron que iba a ser suficiente apoyarse en instituciones fundamentales de la democracia burguesa y en una buena campaña sobre las “violaciones” de Zelaya a la Constitución, para legitimar el zarpazo militar en el mundo. Se ganaron el mayor repudio diplomático internacional de que se tenga memoria en un caso similar, sin conquistar el favor de Washington.

Zelaya, sorprendido por el acto bélico de aquel caluroso domingo centroamericano, no se preparó para lo peor como era recomendable en situaciones como esta, y desde su exilio forzado en Costa Rica, sin señales positivas de alguna facción militar, con el solo apoyo de movimientos sociales desarmados, apuesta a la diplomacia regional casi como único recurso.

En ambos casos la realidad superó las previsiones.

El estado de cosas resultante se parece a una paradoja de engañosa irracionalidad. Estamos en presencia de un empate pero a favor de Micheleti.

Dos semanas después del golpe de Estado, el Presidente José Manuel Zelaya no ha podido reintegrarse al poder en Tegucigalpa, y enfrente, el gobierno dictatorial tampoco ha logrado sumar apoyo, ni siquiera los de Israel y Estado Unidos, dos candidatos naturales a sostenerlo.

Allí nace el tenso equilibrio de Honduras y comienza la dinámica que puede conducir a una resolución del conflicto. Ninguno puede avanzar mucho, pero tampoco retroceder; eso traducido a términos de poder tiende a favorecer a Micheletti. Los golpistas lograron instalar una posición de fuerza interna más sólida de lo previsto. La valiente resistencia de unas 20 organizaciones del campesinado, la clase obrera, profesionales, medios radiales, barrios y etnias, ha sido insuficiente para hacerlos retroceder dos semanas después.

Al revés del venezolano Pedro Carmona, llamado “El Breve” porque no pasó de 47 horas en el poder, Roberto Micheletti se arropó de legitimidad con tres instituciones básicas del sentido común moderno: el Congreso Nacional, la Corte Suprema y las FF.AA., sembrando de novedades la historia de los golpes militares.

Este andamiaje legal lo sostuvo en cinco fuerzas sin las cuales sería inimaginable la caída de Zelaya: Tres de las cinco empresas multimedia, los jerarcas de las Iglesias evangelista y católica, la Base Militar de Soto Cano, las multinacionales de medicamentos que controlan el 82% de ese mercado y dos de las tres cámaras empresarias más grandes del país.

La embajada de EEUU no aprobó el golpe a pesar de conocer el plan desde semanas antes. Así lo manifestaron su Embajador Hugo Llorens y Tomas Shanon. No lo apoyaron, lo dejaron pasar en silencio. La estrategia actual de Washington no es golpista, aunque quisiera y aunque algunos de sus amigos los hagan por su cuenta. La derrota en Venezuela les dejó lecciones. Por ahora apuesta a derrotar gobiernos progresistas como lo hizo en Nicaragua en 1989. El Presidente-empresario panameño, Ricardo Martinelli, verbalizó esta estrategia tres días después del golpe en Honduras: “Como Presidente, haré todo lo que esté a mi alcance para avanzar los ideales de una economía libre, desafiando el péndulo ideológico distinto que hay en Latinoamérica” (Panorama Digital, 02/07/09)

Como sostiene Néstor García Iturbe, “Realmente los gorilas le echaron a perder el plan a Estados Unidos…” (Editor de Boletín Informativo El Heraldo, alainet.org)

La complicada realidad interna y externa recibida por Obama, le impiden alborotar avisperos latinoamericanos, por lo menos antes de resolver otros mucho más graves en Medio Oriente, Asia y Europa y en su impactada economía interna.

Antes que pagar un alto costo regional por un golpe propio en Honduras, Washington prefiere apostar a dos variantes más baratas: la negociación estabilizadora con el ALBA, UNASUR, PetroCaribe, además de la OEA y el G-Río, y a los pactos deseados por varios gobiernos sudamericanos, sobre todo el de mayor interés geo-estratégico, Brasil.

Alejarse de este golpe es una simple cuestión de cálculo.


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Modesto Emilio Guerrero

Periodista venezolano radicado en Argentina. Autor del libro ¿Quién inventó a Chávez?. Director de mercosuryvenezuela.com.

 guerreroemiliogutierrez@gmail.com

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