La historia de las tierras o pueblos que han sufrido de conquistas, colonizaciones y atroces regímenes de esclavitud social, son ricas también en líderes genuinos, nacidos de las entrañas mismas del estado de pobreza y sufrimiento a que han sometido a sus hermanas y hermanos, y que han sabido alzar bien alto las banderas de la liberación del explotado y oprimido. Se supone, para toda esa inmensa masa de creyentes por ejemplo, que Jesucristo no nació en un laboratorio que tiene como su sede principal de funcionamiento el Cielo, sino como el resultado de una prolongada, cruenta y costosa lucha de colonizados, explotados y oprimidos por el Imperio Romano. Entonces, así como Jesucristo fue la creación por una necesidad subjetiva o idealista de lucha contra los opresores, de la misma manera, por ejemplo, en Colombia Calarcá, Tunda, Gaitana fueron el resultado de una necesidad objetiva en la lucha de los pijaos, táiros, hondas, gairos, guahíbos, sinúes, para defenderse de las tropelías violentas de los conquistadores y colonizadores españoles.
Los campesinos de Marquetalia necesitaban un líder que los guiara como lo había hecho Ciro Trujillo con los suyos en otra región de Colombia, en Riochiquito. Dijo José Modesto Campos en el prólogo a la obra “Ciro Trujillo, páginas de su vida” y que es necesario entenderlo correctamente, que: “La violencia ya no era una simple amenaza. Se presentaba con la dimensión de una realidad con rostro de muerte, que llevaba a los hombres a caer abatidos o al monte a poner en práctica cualquier medio de defensa. Morir era la perspectiva fatal. No necesariamente en la condición de víctimas de las consignas reaccionarias, porque una reflexión elemental empujaba a pensar que tal vez valdría la pena combatir por la integridad de los seres queridos, por la parcela, por la paz. Ahora, la defensa. Después vendrían otras inquietudes como la de proyectar la resistencia en el panorama político nacional hacia una alternativa de Poder. Desde antes de abril de 1948, las masas populares eran el blanco de una feroz escalada reaccionaria. Había depresión transitoria en las luchas populares. No parecía a pesar de todo, razonable sucumbir paralizados por la inactividad o la cobardía. Había que interponer alguna acción que contrarrestara la orgía sectaria orientada por el Gobierno.” ¿Cómo no nacer, entonces, un Marulanda en Colombia para defender a los campesinos frente a las atrocidades de un Estado que todo su servicio de ganancia lo prestaba a la oligarquía?
Si José Antonio Galán surgió como el líder de los comuneros del Socorro, Charalá y Simacota, sin duda ello fue la casualidad pero sobre la base de toda una realidad objetiva que afectada en demasía al pueblo de su tiempo. Lo mismo sucede con Manuel Marulanda Vélez, quien reunía las condiciones elementales para ser el líder natural de una población que no tenía acceso a vida digna, a educación o a la cultura avanzada de su época. No podía esperarse que fuese un sabio, un cultísimo de la ciudad o de la universidad quien se pusiera al frente de los campesinos de Marquetalia para dirigir la resistencia o la defensa de los sueños humildes y sencillos de la población atacada por un Estado que ansiaba que todas las tierras aptas y valiosas para la producción agrícola y ganadera pasase a manos exclusivas de los grandes amos del capital colombiano. Cómo esperar, por ejemplo, que la lucha independentista latinoamericana de la segunda década del siglo XIX contra España fuera liderada, para cumplir con el papel de la personalidad en la historia, por hombres de muy baja cultura en conocimientos y nacidos de la peor pobreza económica. Todo tiene su momento y su tiempo. No es lo mismo una insurrección en las ciudades que una guerra de guerrillas en el campo. Los líderes son distintos aunque profesen la misma ideología. Eso sería lo mismo que creer que sólo los pollitos están en capacidad de dominar los aires por incapacidad de los halcones, los cóndores y las águilas. Bueno, pero no son de esas necesidades que tiene que analizarse en esta circunstancia, sino aquello relacionado, a mi juicio, con algo o mucho que se desconoce del ya extinto y legendario insurgente, guerrillero y revolucionario comandante Manuel Marulanda Vélez o llamado, generalmente por sus enemigos, como Tirofijo.
Suele creerse que Marulanda se dedicó exclusivamente a lo militar sin pararle mucha importancia a lo político. Cierto es que la biblioteca de Marulanda estaba repleta de valiosas obras dedicadas al arte militar y, especialmente, escritos por militares colombianos. Marulanda sabía que no estaba haciendo la guerra revolucionaria ni le estaban haciendo la guerra reaccionaria en China, Rusia, Estados Unidos, Viet-nam, Francia, Nicaragua, Australia, sino en Colombia, donde el ejército regular del régimen ha sido combativo, con generales capaces, con soldados valientes, dispuesto a defender el Estado y el sistema a riesgo de todos los riesgos. Pero Marulanda, antes que pensar como militar, pensaba como político aun cuando no hubiese leído o estudiado meticulosamente los textos sagrados del marxismo, doctrina que el mayor tiempo de su vida hasta el final profesó y propagó. El mismo reconoció, con mucha modestia, que su formación, prácticamente, fue limitada por las mismas condiciones de la lucha militar, por las circunstancias de la clandestinidad, por la necesidad de la movilidad de la guerrilla dentro de situaciones adversas de la propia naturaleza, con un enemigo que los perseguía y los acosaba constantemente, la falta de recursos económicos, las enfermedades inevitables cuando se anda en precarias condiciones de logística. ¿Quién en esas condiciones puede decirle a la opinión pública internacional: yo, independiente de esas circunstancias, invierto horas y horas del día en mí formación intelectual? ¿Se pudiera creer que Lenin, por ejemplo, hubiese escrito su famoso y valioso libro “El Estado y la Revolución” en un mes si hubiese estado sometido a las condiciones que le tocó vivir, por ejemplo en la “Operación Sonora”, al camarada Marulanda? No, aun cuando la genialidad de Lenin, sin tener otros textos a la mano, bastaba para escribir no sólo el libro señalado sino otros más de gran valía para el conocimiento del marxismo. Pero con todo lo que se quiera alegar, el camarada Marulanda terminó su vida gozando de un respetable nivel de formación política e ideológica, amén de lo militar donde no pocos lo consideran, con sobrada razón, un genio.
Marulanda, como un juicio político o sociológico de altísimo valor, solía sostener que entre los de la ciudad y los del campo (él era campesino) estaba situado en el medio separándolos una montaña, que impedía verse y hablarse unos a otros, y esa montaña es la que enceguece y hacer perder la voz de los unos y de los otros. ¿Cuántos grandes poetas hubiesen querido descubrir esa simple realidad así como Marx descubrió una cosa tan sencilla que la mercancía es el fruto del trabajo que se destina a la venta y eso trae consigo realidades que jamás se generarían si todo lo producido por el trabajo fuera sencillamente producto? Y concretaba que era indispensable que esas voces se escucharan para poder entenderse los unos con los otros. De allí la inmensa capacidad del camarada Marulanda para saber escuchar, sin lo cual el ser humano, realmente, carecería de comunicación y de entendimiento.
La prolongada confrontación armada en Colombia ha hecho ver a un Marulanda casi exclusivamente dedicado a los planes de la guerra sin pensar cuánto eso significa en búsqueda de verdadera paz con justicia social. Es mucho más fácil crear un Partido político de masas que un ejército en guerra. Eso no es descubrir el agua tibia. En Marquetalia, hace ya casi cincuenta años, nació es grupo pequeño de hombres y mujeres que se ocupó, bajo la égida o liderazgo de Marulanda, de defenderse de un ataque de una fuerza militar poderosa, que contaba con todos los elementos para ocupar la región. Pero ahora, no se trata de eso, sino del enfrentamiento de un Estado con su ejército y todos sus equipos más ayuda del imperialismo contra un ejército de hombres y mujeres, que sin cobrar un solo peso por su participación y militancia, luchan por la redención del pueblo colombiano. Y esa organización se debe, entre otras cosas importantes, al protagonismo –como fundamental dirigente- del camarada Manuel Marulanda. Lo cual puede conducirnos fácilmente a la conclusión: es un gran organizador no sólo militar sino, también, político, porque sin política los ejércitos se derrumban con mucha facilidad terminando sus días dispersados en el bandolerismo grupal o personal. Y en Colombia hay riqueza de ejemplos de esa naturaleza.
Marulanda, seguramente con la invalorable ayuda de los camaradas Jacobo Arenas y Hernando González, entendió que sin un partido político de vanguardia, la lucha militar corría serios riesgos de diluirse entre las vaguedades del pensamiento individual. Marulanda se convirtió en un disciplinado militante comunista que sentía como imperiosa necesidad, para su lucha militar o insurgente, del contacto, el intercambio de criterios u opiniones, con el partido comunista colombiano, porque una lucha política sin influencia en las masas es como un foco sin luz, perdido en un pajal. Marulanda consultaba al partido comunista, sobre las cuestiones esenciales de la política y hasta de detalles políticos, con la misma disciplina y convicción con que consultaba a sus mandos militares inferiores más inmediatos para las operaciones cuando estaban en zona de riesgo y de combate. Y esa disciplina, esa convicción, esa incesante búsqueda de relaciones y atención a las opiniones del partido comunista no se hubiesen producido sin un respetable nivel de formación política e ideológica del camarada Manuel Marulanda Vélez o mundialmente conocido, gracias a sus adversarios, como Tirofijo. Si viviera el camarada Chaparral, quien fue asesinado siendo diputado de la Asamblea de Cundinamarca, creo que lo que acá se ha escrito lo ratificaría. Lo que sí puedo decir es que conozco personalmente a un viejo maravilloso, de vasta cultura política e ideológica, de cualidades extraordinarias de comunista nacido en Colombia pero internacionalista por sus múltiples enseñanzas a camaradas de otras naciones, quien anduvo con Marulanda, lo conoció como a las palmas de sus manos y habla con profundo conocimiento de causa de las valías o condiciones de político y militar del ya fallecido legendario guerrillero colombiano. Y ese viejo, no miente ni siquiera por piedad. En definitiva: Marulanda fue un ejemplarizante militante político comunista. Y no olvidemos que Manuel Marulanda Vélez fue miembro importantísimo del Comité Central del Partido Comunista Colombiano.