Entre las muchas acepciones de la Política, existe aquella que sostiene que “La Política es razón y fuerza” y, que, solo cuando esos dos factores se encuentran y fusionan dialécticamente, el Poder se materializa y, quien lo ejerce, se convierte en el elemento dominante de una situación concreta. Así, la razón soporta la causa que se propone y, la fuerza, sin limites ni adjetivaciones, representa la potencia que se acumula y se ejercita para imponerla.
Pero también, “La Política es el arte de lo posible”, por lo que, aún disponiendo de la fuerza y de la razón, toda potencia dirigida a la consecución de un determinado objetivo, debe considerar la existencia de factores históricos, geográficos, sociales, éticos y de otra naturaleza, que asimilen los cambios provocados por la nueva situación creada; por lo que el límite potencial de la política está, precisamente, en que “la razón de la fuerza”, acepte su sentido contrario, es decir, “la fuerza de la razón”, y en consecuencia, admita que pudiera alcanzar los objetivos que sean posibles, en un contexto de aceptación limitado de cambio o de gradualidad de su velocidad y profundidad.
El ULTIMÁTUM en una confrontación de Poder, es expresión extrema, definitiva, determinante, de la Política como razón y fuerza, que declara para quien lo invoca, el agotamiento de la “fuerza de la razon”, para que se imponga “la razón de la fuerza”, con el fin de alcanzar el objetivo deseado; prevalido de la debilidad circunstancial del contrario y el fortalecimiento propio. No es cosa de tiempos de argumentos, no hay espacio para la negociación: es la determinación de avanzar, llegado el límite unilateralmente establecido, hasta alcanzar, al precio que sea necesario, el el objetivo supremo que se ha impuesto quien así lo dicta.
El ULTIMÁTUM, para que sea tal, debe tener una explicación en el contexto del conflicto político que lo origina, no estar investido de la duda en su decisión, ni tener asomo de vacilación en su ejecución. Se le declara en el límite de ruptura de una situación de fuerza, no para teatralizar, ni amenazar al contrario, ni mucho menos como recurso débil de negociación, porque en tal caso, la percepcion del emplazado aumentará su determinación y, quien sabe si desafiará, con mayor determinación, a quien pareciera tener una posición superior.
Por todo ello, cuando por las pantallas de TELESUR, se conoció el anuncio de ULTIMATUN dado por el presidente Constitucional de la República de Honduras, Jose Manuel Zelaya, a la banda golpista y represiva que encabezan Micheletti y el general Vasquez Velasquez, fue obligante pensar que tiene suficientes fuerzas propias y aliadas, al interior de las instituciones del Estado y, especialmente en el seno del pueblo, para desafiar la aparente cohesion de la cúpula del Estado (Gobierno, Congreso, Corte Suprema, Fiscalía, Órgano Electoral y Alto Mando Militar) y de los poderes fácticos (organizaciones empresariales, Iglesias Católicas y Evangélicas, Empresas de la Comunicación y partidos tradicionales) que hasta el momento siguen controlando el Poder en esa hermana República centroamericana.
No es suficiente la carencia absoluta de fundamento constitucional y legal de la “sucesion presidencial”, ni la condena regional y mundial a tan primitivo Golpe de Estado, ni siquiera la heroica y pacifica resistencia de diversos sectores populares a la represion de los golpistas; es necesario que halla una fuerza Política insuperable, de cualquier naturaleza, que convenza. “más allá de toda duda razonable”, a la dupla Micheletti-Vasquez Velasquez y, a sus mentores y beneficiarios de la alianza oligárquica-burguesa-neocolonial hondureña y al gobierno de los Estados Unidos, de la inviabilidad de sus propósitos y, las terribles consecuencias políticas y personales que sufrirían los golpistas de pretender seguir usurpando las instituciones del Estado. "Dios premia a la constancia" (S. Bolívar).