Como ya es conocido, el presidente de Costa Rica, Oscar Arias, presentó en la reunión de San José un plan de 7 puntos que resulta una burla bochornosa para quienes están poniendo el cuerpo en las calles de Honduras, peleando para que los golpistas caigan
En ese plan (seguramente redactado por escribas de la administración
Obama y aceptado por algunos dirigentes "blandos" de Latinoamérica
cuyos nombres nos imaginamos), se le hacen innumerables concesiones a
los golpistas: amnistía, gobierno de unidad nacional, reconciliación,
renuncia de Zelaya a la idea de la cuarta urna para hablar de reforma
constituyente (la razón que provocó el golpe) y otros puntos
inaceptables.
Lo particularmente grave de esta negociación a la baja (mejor dicho:
para poner de rodillas a la posición del gobierno derrocado) es que al
parecer, como ellos mismo lo han explicado, la delegación enviada por
Manuel Zelaya ha aceptado lo que les pide Arias y sus titiriteros.
Esto, de confirmarse, no lo pone en posición de fuerza a quien en este
momento no tiene otra actividad que hacer que regresar por una u otra
vía a Honduras y ponerse al frente de la lucha heroica de su pueblo.
Visto lo visto, la posición de los golpistas aparece como más
radicalizada aún (no olvidemos que esta semana ya va a hacer un mes que
los militares y civiles derechistas voltearon al gobierno de Zelaya)
puesto que se dan el gusto de rechazar en primera instancia el plan de
siete puntos. Y lo vuelven a hacer precisamente porque es obvio que
cuentan con un gigantesco guiño por parte de los halcones de los EEUU y
de los popes de las trasnacionales cuyas subsidiarias en Honduras (como
son los laboratorios farmaceúticos) habían sufrido serios embates por
el gobierno de Zelaya.
A través de uno de sus voceros, los golpistas anuncian que "van a
estudiar el plan", pero no resultaría extraño que cuando vuelvan a
sentarse en la mesa negociadora hagan incluso una contrapropuesta aún
más exigente.
Esto ocurre porque en la medida que pasan los días los golpistas ganan
fuerza y gracias a los titubeos y contradicciones de sus adversarios,
desafían la condena internacional y sobre todo el repudio
latinoamericano.
Como todos los días lo gritan los trabajadores, campesinos y
estudiantes de Honduras en los cortes de ruta y en las multitudinarias
manifestaciones, "con los golpistas no hay nada que negociar", y si en
función de no se sabe qué presiones, la delegación zelayista llegara a
aceptar lo inaceptable, el proceso de insurrección popular sufriría un
duro golpe.
La pregunta que a esta hora se deben estar haciendo miles de
resistentes hondureños es:¿cómo se puede acordar darle amnistía a los
asesinos de los dirigentes asesinados por los paramilitares de
Micheletti, y de los jóvenes golpeados, torturados, desaparecidos que
en estos días han sufrido la represión fascista militar en sus propios
cuerpos?
La representante de Zelaya en la negociación anunció que Arias propuso
que su lider vuelva recién el viernes 24, y no inmediatamente como el
propio mandatario derrocado había anunciado profusamente. Lo tremendo
de esta jugada es que Zelaya debería aceptar cogobernar con sus
verdugos y los de todo el pueblo, a cambio de prácticamente nada, ya
que su mandato caduca en pocos meses.
Frente a estas alternativas que pretenden diluir la protesta popular a
cambio de un regreso condicionado que a la sazón sería visto como un
rotundo éxito de los golpistas, al pueblo hondureño no le cabe otra que
seguir presionando para que este acto vergonzoso no se consume.
Para la resistencia hondureña no hay retorno en las actuales
circunstancias. Si el golpe se consolida o se edulcora con una
"reconciliación" sacada con forceps, el globo de ensayo arrojado por el
imperialismo sobre Honduras, podrá extenderse libremente por otros
países. Quienes lo hicieron volar sabrían que el costo de la
experiencia es relativamente barata.
Que el pueblo insurreccionado no lo permita.