Estaba en lo cierto Pablo Escobar Gaviria, cuando afirmaba al principio de la década de los ochenta, que el “Doptor Varito” llegaría lejos. El entonces jefe de Aeronáutica Civil, según cuenta Virginia Vallejo, les concedió a los narcotraficantes del cartel de sus paisanos, decenas de licencias para las pistas de aterrizaje y centenares de permisos para las avionetas y helicópteros, con lo cual no sólo se alivió el penoso trabajo de transporte de la coca, sino que se aumentó la eficiencia del negocio común.
Sin embargo, el pronóstico erró en sus alcances porque Álvaro Uribe Vélez no sólo llegó a Senador, sino que ha sido Presidente de su país en dos períodos y aspira cumplir un tercer lapso, con el favor de la CIA, los paramilitares, los sicarios israelitas y el Departamento de Estado Norteamericano. Y es que la habilidad y capacidad de cálculo del líder de la derecha colombiana está a la par con su falta de escrúpulos, como lo demuestran sus recientes actuaciones propiciando el aumento de las bases militares gringas en tierras colombianas, pero esta vez muy cerca de nosotros, para que no quepan dudas sobre el contenido real del mensaje.
La verdad es que si con tal demostración de “reptitud” el congreso norteamericano no se conmueve, se olvida de una buena vez del argumento hipócrita de las violaciones de los derechos humanos y acepta la incorporación de Colombia en el TLC, estaría siendo muy injusto con quien se ha dedicado en cuerpo y alma a convertir su país en un protectorado gringo, y porqué no, en una estrella más en la bandera imperial. Esa sería la forma más expedita para que Colombia salga del subdesarrollo y la mejor opción para que el imperio frene el avance de los izquierdistas en la región, intente controlar nuestras fuentes petroleras así como el agua y la biodiversidad del Amazonas, al tiempo que cerraría el negocio de la droga como una operación estrictamente nacional. Son tan ambiciosas las pretensiones de “Varito”, que cualquier celo por parte de los primogénitos judíos, sería comprensible.
Ahora bien, los venezolanos debemos aprender que esa situación en el vecino país (no “hermano” como todavía creen algunos compatriotas ingenuos), no es gratuita. Las clases populares del pueblo colombiano han sido domesticadas desde la época de Santander, para honrar la oligarquía y aceptar que tienen un techo bajito para sus aspiraciones socioeconómicas. Es el “destino manifiesto” de las selectas familias neogranadinas, el de administrar el país como feudo propio, y por eso unos pocos apellidos se repiten en todos los cargos gubernamentales de importancia y en las directivas de las grandes empresas privadas, desde los medios de comunicación y los textiles hasta el café o las flores pasando por la cocaína. El pueblo colombiano que participa en las elecciones, avala ese estatus.
En consecuencia, deberíamos dejar de seguir haciendo el papel de tontos frente a la oligarquía colombiana, aceptando a cuanto “desplazado” toque nuestra frontera. La guerra interna colombiana es de ellos, no es nuestra ni de los ecuatorianos. Esa guerra es el sustento del estado oligocrático más corrupto y servil que hay en el planeta, y que hoy por hoy se reivindica como relicto del patio trasero gringo. Por tanto, si la guerra no es nuestra, tampoco tenemos por qué cargar con sus consecuencias y aliviarle la carga social a los narco-gobiernos del vecino enclave, en una práctica que cual boomerang nos afecta, porque es la causante de que hoy en día tengamos paramilitares hasta en los cerros de Caracas, y miles de nacionales colombianos provistos de cédulas venezolanas, que viven de este país y se benefician de las misiones, pero votan contra nuestro proceso de construcción socialista. No podemos ser chauvinistas pero tampoco pendejos.
Por eso el control estricto del contrabando de alimentos y de combustibles por las fronteras de Táchira y Zulia, para eliminar la fuga de divisas y la burla que ello representa, no pueden ser objeto de operativos espasmódicos cada vez que se agudizan las diferencias con el gobierno colombiano, sino un ejercicio permanente de soberanía nacional. Somos los culpables de haber incrementado las importaciones desde Colombia de uno a siete millardos en los últimos años, ¿hasta cuando seguiremos poniendo la otra mejilla?
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