Desde muy altos niveles del poder oficial de un Estado miembro de la OEA se ha vertido a los medios internacionales la interpretación totalmente equivocada de que otros países miembros que acostumbran acusarlo de prácticas intervencionistas, hoy le piden que intervenga en Honduras.
No puede ser más arbitraria y maliciosa esa interpretación que procura efectos mediáticos. Lo que está en juego es un unánime empeño colectivo de los Cancilleres de las Américas para lograr la restitución del Presidente hondureño Manuel Zelaya en sus funciones constitucionales. En otras palabras, se espera de todos los Estados miembros su participación, en la medida de sus respectivas posibilidades, para la restauración del sistema democrático. El intervencionismo por el contrario ha sido una práctica histórica para imponer políticas bajo presión a terceros Estados o sustituir Gobiernos democráticos por dictaduras violadoras de los derechos humanos y servidores de intereses estratégicos, económicos y políticos.
A diferencia de la evolución positiva actual, en el inventario más sombrío de la OEA se registra su complicidad, silencio, inacción o indiferencia ante invasiones, procesos de desestabilización y derrocamiento de Gobiernos democráticos disidentes en el Hemisferio.
Esos antecedentes en nada se parecen a las medidas de solidaridad que están tomando todos los Estados miembros de la OEA contra la dictadura hondureña. Solicitar sanciones adicionales para la reinstalación del Gobierno democrático de Honduras no puede calificarse de hipocresía. Hipocresía es por ejemplo, cuando los aparatos de propaganda del primer productor y del primer consumidor de droga en el mundo se combinan para tratar de presentar como narcoestado a un país democrático de avanzada social que no es productor de droga ni consumidor significativo.
(*) Representante Permanente de la República Bolivariana de Venezuela
ante la Organización de los Estados Americanos
Washington D.C., 11 de agosto de 2009
negiavivas@hotmail.com