La consigna que más se ha fortalecido en la Honduras postgolpista

¡Viva Micheletti! ¡Abajo Zelaya!

“¡Viva Micheletti! ¡Abajo Zelaya!”, pareciera ser la consigna que más se ha fortalecido en la Honduras postgolpista. A un pueblo no se le puede estar prometiendo a cada instante la caída inmediata de una dictadura, porque de no cristalizarse comienza a dejar de tener credibilidad en las palabras, ya que éstas se diluyen en el vacío tan pronto son pronunciadas y, lo peor, empieza el conformismo o resignación a calar en la conciencia colectiva de las masas.

La verdad, sin ciega parcialidad y basándose cualquier analista en la objetividad de la política, mientras Micheletti se ha ido fortaleciendo en el gobierno de Honduras, luego del golpe de Estado, Zelaya se ha ido debilitando. Toda la euforia y condena al golpe por los gobiernos de casi el mundo entero, por las organizaciones internacionales y por personajes de diversas formas del pensamiento social, ya casi no tienen eco efectivo en la sociedad hondureña. Luego de expresar que no había manera posible de dialogar con el golpismo, por ser éste ilegal e ilegítimo desde todo punto de vista, el diálogo se institucionalizó pasando Micheletti a la ofensiva y, por ejemplo, la OEA a la defensiva. Las huelgas y las manifestaciones si bien son importantes formas de lucha política, jamás son decisivas para el derrocamiento de un gobierno. Si no se producen enfrentamientos directos entre las fuerzas del orden público y los opositores e incluso con saldos que vayan favoreciendo a un determinado bando, las huelgas y las manifestaciones no generan más que opiniones y éstas, no tumban gobierno aunque faciliten la creación de un marco teórico-práctico productivo para la continuidad de la lucha política. Otro gallo cantaría si las huelgas y manifestaciones son respaldadas por una porción bastante importante de las fuerzas armadas. Pero en el caso de Honduras ni siquiera un suboficial ha pegado un grito de repudio al golpe. Si en Honduras hubiese acontecido lo del 13 de abril de 2002 en Venezuela, Zelaya estaría en la silla presidencial y Micheletti, lo más seguro, protegido en Estados Unidos.

Es muy importante destacar que casi todos quienes han condenado el golpe en Honduras, los que han llamado a la vuelta a la constitucionalidad y respeto al hilo democrático, los que han solicitado rotura de relaciones con los golpistas, los que han pedido una posición más dura del gobierno de Estados Unidos frente al gobierno ilegal, han catalogado erróneamente al gobierno encabezado por Micheletti como fascista y no como bonapartismo. El primero, en un sentido, justifica la salida inmediata de dirigentes políticos hacia el exterior para denunciar las tropelías y solicitar solidaridad para la lucha contra la dictadura. El segundo, si bien en algo igualmente lo justifica, no lo es en el mismo sentido que el anterior. Además, está demostrado por todos los siglos que el fascismo no es posible instaurarse en países subdesarrollados sino en los altamente desarrollados. Un fascismo negro sería una manera tan extraña de vomitar una raza “pura” en el continente América. Acá no existe una Sudáfrica del siglo XX. Catalogar a un gobierno de fascista cuando no lo es, crea confusión para el desarrollo de las luchas políticas e, incluso, retrasa el ánimo de las masas y de los partidos políticos para emprender las acciones necesarias que den respuesta satisfactoria, de manera lo más inmediato posible, contra el régimen que se instaura violentando todas las normas constitucionales de un país.

Este tiempo que vive el mundo es muy difícil y complejo por el cúmulo de contradicciones que alberga en su seno. El poderoso capital transnacional es quien establece el ritmo, en la práctica y en la teoría, que se adueña de todo lo que produce el trabajo creador del proletariado como también moldea la conciencia de la gran mayoría de la humanidad. Lo que dice la globalización capitalista salvaje se universaliza como la miseria y el dolor para los muchos menos la riqueza y el privilegio para los pocos sin que el importe un pito, como lo dijo Gabriel Angel unos años atrás, que “… riñan con las evidencias más reveladoras de la práctica cotidiana . Y hay que ver el escándalo que suscita el defender posiciones contrarias a los dogmas oficiales ”.

Y eso se debe, también lo dijo Gabriel Angel, a que el “… capitalismo se considera a sí mismo invencible y desprecia con suficiencia ostensible a quienes osan dudar de su paradigma de felicidad. En nombre de la humanidad entera se proclama a los cuatro vientos que no es posible concebir un sistema más perfecto. Las legiones de desarrapados que se suman diariamente a los miles de millones de habitantes del planeta sumidos en la miseria, no significan nada frente al crecimiento desbordado de las ganancias de los poderosos. El único pensamiento válido es el que se identifica con el interés de estos últimos. La más científica de las academias es la que apuntala de una u otra manera la reproducción del engendro de abismales diferencias entre los dueños del capital y los que no tienen nada ”. De allí que el imperialismo, esencialmente, no acepte, y menos con resignación, la presencia de gobiernos que les cuestione sus principios y les ponga en jaque mate todo su reino de “felicidad”. En concreto: el imperialismo estadounidense no sólo estuvo de acuerdo sino que participó en la planificación y ejecución del golpe de Estado en Honduras encabezado por Micheletti. Las pocas y cerradas elites de las poderosas y cuantiosas finanzas del capitalismo altamente desarrollado siguen derribando las piezas que le obstaculizan su camino. Y ojo: Zelaya jamás dijo que quería socialismo para Honduras. Ha sido, más bien, un buen demócrata del capitalismo.

El paraíso que promete la globalización es sólo un síndrome de ilusiones que se va perdiendo con la muerte prematura de generaciones enteras de gente que padece los peores rigores de la miseria y el sufrimiento humanos. Los grandes medios de la comunicación se encargan de las iniciativas en la promoción de las bondades de la propiedad privada y de los maleficios de la propiedad social. El ejemplo de la extinta URSS sirve para acomodarlo a todas las sandeces que vomitan a cada instante los que se ocupan de la desinformación, la mentira y el engaño. Dice Gabriel Angel: “Ay de aquél, que se atreva a levantar la voz para gritar que el rey está desnudo. Toda clase de delitos le serán imputados a él y a sus antepasados. Bienvenidos en cambio todos los que alaban la finura de las sedas y encajes de la pretendida vestidura real ”.

El presidente derrocado, desde el exterior a Honduras, ha prometido demasiado activar su presencia en territorio hondureño para encabezar la lucha contra el gobierno de facto. Desde llegar en un avión (que se intentó), pasando por lanzarse si hubiera tenido un paracaídas, hasta meterse por la frontera. Ya van más de dos meses del golpe y aún Zelaya se encuentra fuera de Honduras. La importante masa de hondureños que se ha opuesto al golpe ha comenzado a creer que la promesa de Zelaya es una utopía, porque no se hace realidad. Llamó a la insurrección sin que estuviesen dadas las condiciones, pero con la suerte que el pueblo hondureño no se lanzó a esa aventura que le hubiese costado quién sabe cuanto dolor, muerte, sudor y lágrimas. Y un líder que llame a su pueblo a una insurrección y no rompa el cerco para meterse a su país, es un gravísimo error político de incentivo a la espontaneidad y no a la lucha organizada con programa y táctica. Tal vez, no lo sé, por ello será que Gabriel Angel sostiene que “… ser revolucionario en los tiempos que corren es disparar hacia las estrellas para derribar galaxias. Parece demasiado osado, pero es que muchas de ellas brillan aún en lo alto en las noches, cuando están muertas desde hace millones de años .”. Si Zelaya estuviese en territorio hondureño, otro gallo cantaría. Pareciera, tal vez no lo sea así, que el derrocado presidente Zelaya no conociera la historia de su país, por lo cual se ve obligado a repetirla. Sin embargo, nada nos hace negar el respeto que debe sentirse por Manuel Zelaya en las denuncias internacionales que ha hecho contra quienes han vulnerado los derechos y deberes del pueblo hondureño. Es raro, sin justificación de premura desesperada, que no haya brotado un movimiento revolucionario armado en Honduras. Quizá, el cardenal, que ha justificado la tropelía de los golpistas, sepa algo de ello y algún día, ante Dios si éste lo aceptase en el Cielo, tendrá que responder a la interrogantes de Jesucristo que, de seguro, no comparte los criterios del primado de la Iglesia hondureña para haberse puesto de lado del golpismo y no de la voluntad de la mayoría que eligió a Zelaya como su presidente para cumplir todo el mandato constitucional correspondido. Que no olvide el cardenal hondureño que a las puertas del Cielo, anda vigilante en nombre de la justicia y la libertad, el alma del sacerdote Camilo Torres Restrepo. Y éste, sépalo el mundo entero, no avala ninguna fechoría y, menos, de esas que se vuelven una antítesis para el progreso humano.

No olvidemos que Churchill dijo, en una oportunidad y eso es un principio válido del capitalismo salvaje, que “ La democracia es la necesidad de inclinarse de cuando en cuando ante la opinión de los demás". En Honduras no habrá esa inclinación para favorecer a Zelaya y perjudicar a Micheletti. Creer en la sinceridad del gobierno estadounidense de no reconocer un nuevo gobierno que no sea el de Zelaya y suspender toda ayuda de Estados Unidos a Honduras, es como el nadador que se niega a aprender a nadar en contra de la corriente alegando que su única salvación es dejarse llevar, boca arriba y sin esfuerzo alguno, a los brazos del mar donde un tiburón lo espera con ansia de hambre.



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Freddy Yépez


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