Las causas de la crisis actual, la más grande desde la Gran Depresión, son fáciles de entender. Las empresas (y muy en especial las empresas medianas y pequeñas, que son las que crean más empleo en cualquier país) no pueden crear empleo pues, además de tener dificultades en conseguir crédito de los bancos, tienen insuficiente demanda de sus productos. Y no hay demanda porque la mayoría de la población (que pertenece a las clases populares) no tiene la capacidad adquisitiva para comprarlos (debido a la bajada de salarios y al desempleo), y ello como consecuencia de que las renta del trabajo como porcentaje de la renta nacional han ido disminuyendo desde los años ochenta, resultado de las políticas liberales llevadas a cabo en la mayoría de países de la OCDE (el club de países más ricos del mundo).
Por
otra parte las rentas del capital en aquellos países (incluyendo España)
crecieron hasta alcanzar niveles de exuberancia sin precedentes. La
banca, en lugar de invertir en la economía productiva (es decir,
produciendo bienes y servicios que la población consume) donde la
rentabilidad era baja consecuencia de la escasa demanda, invirtió en
actividades altamente especulativas como en los sectores inmobiliarios,
creando una enorme burbuja inmobiliaria, que predeciblemente estalló,
creando la crisis del crédito. Hay pues un problema de falta de crédito
por un lado, y de escasez de demanda por el otro, habiéndose creado así
un círculo vicioso. No va a haber mayor creación de empleo en el sector
privado a no ser que haya un aumento de la capacidad adquisitiva de la
población.
Para solucionar la escasa demanda, las derechas
proponen una bajada de impuestos para aumentarla. Pero, esta medida es
de escasa eficiencia debido a la regresividad de los sistemas fiscales
que explica que, en general, los que se benefician más de estas bajadas
de impuestos son las rentas superiores, que ahorran más que consumen,
cuando ahora se necesita más aumentar el consumo que el ahorro. Es más,
la bajada de impuestos implica el descenso de los ingresos al estado y,
por lo tanto, del gasto público. Y ahí está el problema. La única manera
de romper aquel círculo vicioso es romper con el dogma liberal y que
sea el estado el que cree empleo masivamente, tal como hizo la
Administración Roosevelt para salir de la Gran Depresión. Creó, en 1933,
el Civilian Conservation Corporation (CCC) que creó sólo en tres años
2,5 millones de puestos de trabajo, el Civil Works Administration (CWA)
que sólo en un año creó 4,3 millones de puestos de trabajo, y el Work
Progress Administration (WPA) que creó 20 millones de puestos de trabajo
en ocho años. Estas inversiones crearon la infraestructura física (se
construyeron, por ejemplo, 650.000 millas de carreteras), social
(construyeron hospitales, centros de salud y escuelas) y cultural del
país (las infraestructuras actuales de museos están basadas en la red
construida en el New Deal). Y, además de regular la banca privada, se
estableció una banca pública, que ofreció crédito a las medianas y
pequeñas empresas. Tomó también medidas que facilitaron la
sindicalización de los trabajadores garantizando el incremento de la
masa salarial. Ni que decir tiene que los bancos y el mundo de las
grandes empresas odiaban al Presidente Roosevelt, el cual se jactaba de
que tal odio era la mejor señal de que iba por el buen camino.
Una
situación parecida ocurrió con la recuperación de Europa después de la
II Guerra Mundial. Tal recuperación no habría existido sin un
intervencionismo del estado en cada uno de los países de la Europa
destruida, facilitado por el Plan Marshall, que permitió el crecimiento
de la demanda y estimuló el crecimiento mundial. La tasa de crecimiento
de los países desarrollados fue de un 4,3% por año durante el periodo
1949-1973, habiendo sido el periodo de mayor expansión económica
(llamada la época dorada) en la historia económica de aquellos países
(con la excepción de España que continuaba dominada por el fascismo).
Fue
precisamente a partir del desarrollo de las políticas liberales en los
años ochenta, que las rentas del trabajo como porcentaje de la renta
nacional descendieron, que la tasa de crecimiento del gasto público
descendió, que el crecimiento económico descendió, y el desempleo
aumentó. Estas políticas beneficiaron principalmente a las rentas del
capital financiero (que son los que promovieron el liberalismo. Y
continúan promoviéndolo). Pero es impensable que podamos salir de la
gran crisis actual sin un intervencionismo público mucho más acentuado
que el que se está promoviendo en la Unión Europea (incluyendo España).
En España (y en la UE) debiera haber una intervención pública masiva
para crear empleo, necesaria para mejorar las claramente mejorables
infraestructuras del país tanto las infraestructuras físicas, como las
sociales (España tiene la tasa de empleo público en los sectores
sociales publicos más bajos de la UE). El Levy Economics Institute of
Bard College de EEUU ha mostrado que las inversiones en la creación de
empleo en sectores sociales son más eficaces en crear ocupación y en
beneficiar a amplios sectores de la población que en cualquier otro
sector (“Who gains from President Obama’s Stimulus Package… and How
Much”. June 12, 2009). Incluso el homólogo del Ministro de Economía en
EEUU, the Secretary of Tresure, Tim Geithner, ha reconocido que los
datos son convincentes. “La inversión social crea muchos más puestos de
trabajo que cualquier otro sector”.
La pregunta que se hará el
lector es, ¿cómo se paga toda esta inversión pública? La respuesta es
muy fácil. El dinero se saca de donde está, comenzando por los enormes
beneficios bancarios y de las grandes empresas y de las rentas
superiores (que han sido las rentas más beneficiadas durante estos
últimos cuarenta años), recuperando las tasas de gravación fiscal para
las rentas superiores fiscal que existían antes de que se iniciara la
revolución liberal que nos llevó a la situación actual. Otra medida es
retrasar la reducción del déficit publico pues la reducción del
desempleo es más importante para estimular la economía que la reducción
del déficit. Incluso el gobierno de la Tercera Via, de Gordon Brown (que
tiene un déficit del 13% del PIB, mayor que el español) está aumentando
el empleo público (creando nuevos puestos de trabajo en el servicios
nacional de salud, 60.000 al año), habiendo subrayado que “cortes en
gasto público y empleo público son erróneos y peligrosos en estos
momentos cuando necesitamos crear empleo” (“Despite Climbing debt, UK
wants its services”. Herald Tribune. March 25, 2010). Es una señal del
enorme dominio liberal en los establishments políticos y mediáticos de
la Unión Europea (incluida España) que esta postura se define como
“irreal”, “utópica”, “irrealizable”, “radical” y “anticuada” (adjetivos
todos ellos que se han utilizado en los medios del establishment europeo
para desacreditar tales propuestas), mientras que las posturas
auténticamente extremas de carácter liberal que se están promoviendo, se
presentan como las más realistas y únicas posibles. En realidad, las
políticas que está promoviendo la coalición conservadora-liberal que
gobierna Alemania (altamente influenciada por el Banco Central Alemán)
en la Unión Europea son profundamente erróneas (ver mi artículo “Por qué
las propuestas del gobierno alemán para salvar el euro están
equivocadas”, El Plural. 29.03.10, y colgado en mi web www.vnavarro.org). Estas mismas
políticas de austeridad de gasto público fueron impuestas por el tándem
Fondo Monetario Internacional-Unión Europea a Lituania (que ahora
quieren aplicar también a Grecia) que han causado una reducción de su
PIB del 25%, mayor que la que sufrió EEUU durante la Gran Depresión. El
dominio liberal en la UE está llevando a una situación en Europa de
enorme sacrificio de las clases populares, sacrificio que además no es
ni necesario ni eficiente, pues lo que se requiere es precisamente un
giro de 180º en sus políticas (ver “Empleo Público y Crisis”. Público.
01.04.10, y también colgado en mi web www.vnavarro.org).
El establishment europeo (liderado por los intereses del capital
financiero) están dañando a las clases populares y alargando la crisis
económica. El hecho de que ello no se denuncie es un indicador más del
poder de la creencia liberal en las culturas políticas y mediáticas del
continente.