Desde el año pasado la Organización de las Naciones Unidas cambió el nombre del planeta que habitamos mediante una resolución que fue promovida por el compañero Evo Morales, presidente de Bolivia. Ahora nuestro planeta se llama La Madre Tierra, cual el concepto de los pueblos originarios de este país bolivariano, la Pacha Mama. Como nave la cual nos traslada en un viaje universal, sus componentes se interrelacionan y dan como resultado los procesos evidentes los cuales vivimos. Algunos de estos cual la norma para mantenerla, otros como procesos malignos que desencadenan daño a los diferentes componentes bióticos y abióticos que además pueden comprometer la integridad de la nave y de sus ocupantes.
La especie dominante en la mayor parte del planeta la Madre Tierra es la humanidad, la cual mantiene relaciones intrínsecas y con su entorno, relación impuesta a través de las formas de poder y el desarrollo de actividades sociales, políticas, económicas y de otras índoles. El capitalismo predomina como una relación impuesta en forma imperial, sometiendo a las grandes masas humanas alienándoles en la supresión del concepto de pueblo para pasar a la concepción globalizadora, apropiándose y utilizando a los factores ambientales llegando al punto de llamarlos recursos naturales, en cuyo intento no se detiene en la consideración de las interrelaciones y de la integralidad de los procesos.
Es por ello que en su intento de generar capital y poder, hacen un modelo que va arrasando ecosistemas y biorregiones. Los síntomas han hecho que los dominantes piensen en cambiarse de planeta, apuntando a Marte para crear condiciones por si acaso se pasan de magnitud cuando se ponen muy resistentes los pueblos y tengan que usar las armas nucleares para seguir sometiéndolos.
Desde la Cumbre de La Tierra en Río de janeiro en 1992, se instituyó el concepto de desarrollo sustentable, claro reconocimiento de la intención y práctica del capitalismo, como soga al cuello de los personeros ambientales capitalistas. En el concepto del desarrollo sustentable se autoriza a la humanidad a seguir el desarrollo de sus actividades, pero le acomoda una condición de respeto y conservación de la naturaleza y de la comunidad, respecto al ambiente y la sociedad como dirían esos funcionarios. De cumbre en cumbre, como diría Chávez en Johanesburgo en 2002, la retórica y el engaño han dirigido los destinos del planeta, qué importa si Fidel Castro advirtiera en su discurso en Río 1992 que el calentamiento global era para considerar y frenar su generación.
Qué importa la denuncia de fraude cocinado antes de la reunión climática y que hiciéramos desde Venezuela los miembros de NATURAZUL, mucho antes antes de la instalación de la cumbre de Copenhague 2009, por cuanto ellos mismos se delataron. Qué importa además que los compañeros ambientalistas fuera del evento y en interior del debate la delegación cubana, boliviana y venezolana, incluyendo a los presidentes Evo Morales y Hugo Chávez, hicieran lo propio acusando la maraña, un intento de imposición de acuerdo a favor de mezquinos intereses capitalistas. En esa cumbre la consigna que caló y comprometió a dirigentes como al presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Rafael Chávez, no cambiemos el clima, cambiemos el sistema, ratificó la oposición del sector ambientalista al sistema que prevalece como es el capitalismo.
El capitalismo compromete la persistencia de la humanidad y de otras especies por su modelo depredador, por su percepción irracional de no pertenecer al ambiente sino de ser su dueño y ser quienes gozan usufructo, por generar bienes, servicios y energía al servicio de las minorías dueñas de los medios de producción y de sus planos gerenciales, con el sometimiento del resto de la humanidad a seguir en la resistencia obligados a trabajar para producir sus riquezas y padecer de la exclusión de los procesos vitales para disminuir la selección natural como proceso primario antes del los avances obtenidos por la humanidad en sus historia. Es por ello que nos atrevemos a afirmar el capitalismo no es ambiental y pone en peligro a la humanidad, a las otras especies, a los ecosistemas y a toda la Madre Tierra.
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