Al panfleto bogotano, ahora devenido en pasquín oficial de la Casa de Nariño, tan veraz y veloz siempre en señalar los yerros del gobierno bolivariano, no le extrañaron para nada los 66 días de ostracismo jurídico, aislamiento y violación de los más elementales Derechos Fundamentales que padeció el cantante preso, algo sin precedente alguno en la Venezuela bolivariana y que deja muy mal parados al sistema judicial y a la Fiscal General Luisa Ortega, a cuyos despachos llegó la denuncia en su debido momento. Tampoco menciona El Tiempo, la causa de Habeas Corpus que cursa actualmente en el Tribunal Supremo de Justicia venezolano; quizás teman que, como muestra últimamente su homóloga colombiana, la Corte Suprema de marras, honrando su papel, resista las presiones que urden las oligarquías a fin de manipular la justicia. Venezuela no es Colombia y, pese a las críticas en el tapete, el Estado bolivariano no se caracteriza por torcer decisiones con uso de teléfonos pinchados o amenazas de muerte. Ya el proceso legal del cantante tiende a regularizarse, en procesos judiciales formales pese a irregularidades que aún persisten, como presionar al detenido para firmar documentos que ayuden a superar la ilegalidad y el entuerto cuasilegal que armaron; también terminó la ilícita incomunicación, con el disfrute del “derecho a visita” de abogados, familiares y amigos. Lo imposible comienza a ser posible y destellos de luz se ven al final del túnel. Pero no desmayemos, que la batalla será larga y los adversarios son muchos, poderosos e imprevistos en su vileza.
Las mentiras de El Tiempo y -por mampuesto- del Palacio de Nariño se caen de tanto descaro. Habría que ser bien pendejos para no deducir de la vomitiva nota periodística, la intención de establecer una supuesta “complicidad” con la insurgencia colombiana de todos los que salimos en defensa solidaria del cantante. Estúpida la pretensión, que tergiversa, por ejemplo, la sana y humanitaria iniciativa de los artistas y trabajadores culturales organizados en la Coordinadora “QUE NO CALLE EL CANTOR” y FUNDALATIN, en la persona de la monja Eugenia Russián Solé, consecuente militante de la paz y los principios de amor cristiano que siempre han caracterizado a esta institución, desde la presidencia de su fundador el sacerdote Juan Vives Suriá, a quien hace honor siguiendo su ejemplo humanitario y responsable con los que aman la vida. Burda patraña el intento colombiano de criminalizar, como es su costumbre, el creciente movimiento de solidaridad que ya suma numerosos cantantes, trabajadores culturales, páginas alternativas en la red informática mundial y militantes por la justicia para con un hombre enfermo y perseguido con obsesión, por un Estado que ha hecho de las masacres, fosas comunes y bombardeos indiscriminados su sello de identificación. Poco les faltará para acusar de “apoyo al narcoterrorismo” a prestigiosos intelectuales como Itsván Mészáros, James Petras y otros, que se pronunciaron en contra de la entrega del cantautor, una vez consumada la captura. ¿Se atreverán? Todo es posible. Si la patraña sigue ese camino el asambleísta Earle Herrera no se salvará de ser calificado por los Santos como el comentarista televisivo exclusivo del Secretariado de las FARC-EP, luego de que manifestara por el canal del Estado (VTV) su solidaridad con el artista, en el programa “El Kiosko Veraz”, rasgando (¡por fin!) el velo de la censura. No nos extrañe, la paranoica retahíla de fantasías que ya se asoma, a instancias de la demencia en solventar con medidas represivas y militares cualquier expresión y arista del conflicto, negando cualquier tipo de diálogo o la salida política, a la que aspiramos todos los que vemos el horror que vive Colombia desde hace décadas.
No somos parte de una “táctica”, como tampoco recibimos la más mínima instrucción de las FARC-EP, pero siendo bolivarianos comprometidos, creemos firmemente que no puede haber paz sin diálogo ni justicia social. Por esto nos opondremos a cualquier extensión de la guerra vecina en nuestro territorio, así como a la entrega de revolucionarios perseguidos, sean insurgentes como Conrado o periodistas como Pérez Becerra, en reedición del Plan Cóndor. Quede claro.
En el pasado reciente, los dueños y redactores asalariados de El Tiempo se volvieron expertos en “matar” una y otra vez a Julián Conrado. Ahora, una vez público que el muerto no estaba muerto sino que padece de mala salud, ejercitan la virtud de la sanación milagrosa, para luego darse el gusto de matarlo nuevamente y por siempre, en la cárcel junto a otros 7500 reos políticos.
La papa se
le pone cada vez más dura y caliente a los capitostes políticos e
informativos del gobierno santista. Tan torpes mentiras delatan la desesperación.
No le cobran, al enfermo guerrillero, el fusil rebelde apuntando al
enemigo ni la inventada “extorsión telefónica” que dicen los expedientes
amañados, sino los centenares de canciones y la decena de producciones
discográficas que circulan en los subterráneos de la cultura de resistencia
latinoamericana. Y eso, es más peligroso para la reacción y el imperio
que un millón de balas.