¡Cuánta lástima me da El Nacional, diario de Miguel Otero Silva y mis mocedades!
Eligio Damas
No puedo dejar de sentir lástima por El Nacional. Ese diario formó parte importante en mi vida, compañía invalorable, fuente de aprendizaje y toma de posiciones con respecto a valores trascendentes como soberanía, historia e intereses nacionales. Es cierto que, para jóvenes de hoy, ubicados en el campo político que lidera el presidente Chávez, aquello poco o nada significa. Pues no vivieron la época de cuando los López, Radonski, Mendoza, Zuloaga, Phelps, Vógeler, Calvani, etc., tenían al diario de Puerto Escondido como un enemigo de clase.
Gente proveniente de ese sector clasista, comandados por los creadores de COPEI, le dieron una tunda de padre y señor nuestro a Leoncio Martínez, “Leo”, un humorista y periodista ligado a quienes crearon el PDN y AD, a causa de sus opiniones contra fascismo e imperialismo.
Mientras que Miguel Otero Silva, fundador del diario sobre el cual hablamos, expresaba opiniones que eran coherentes con lo que antes había hecho cuando compartía trinchera de combate con probados y admirados hombres como Gustavo Machado.
En plena dictadura de Pérez Jiménez, antes que lo expulsasen del país, Miguel trabajaba intensamente en aquel diario y uno sabía que las ingeniosas y agudas manchetas eran de su autoría, como aquella inolvidable columna con un nombre asociado al Quijote que ahora no recuerdo. De igual manera por allí se expresaba, dentro de aquellas dificultades, con su respetivo seudónimo, por nosotros conocido, el gran Aquiles Nazoa.
En esa época, cuando el ejemplar costaba cinco lochas, real y cuartillo, y estudiábamos segundo año de bachillerato en el Liceo Sucre de Cumaná, a las ocho de la mañana, antes que sonase el timbre de entrada a clases, ya le habíamos leído, comentado y hasta reído por algún agudo e ingenioso comentario de Miguel, quien se valía de su enorme talento para dejar caer algo que la censura no podía evitar.
Pero Miguel Otero Silva, no sólo fue un excelente periodista, calificado novelista, poeta, magnifico y fino humorista sino un luchador de su tiempo contra el imperialismo, por la soberanía y siempre a favor de los humildes. Justamente por eso, en la época de Betancourt, los dueños mayoritarios de las acciones le sacaron de la dirección del diario por complacer a aquél y al Departamento de Estado. Miguel, al frente del periódico que fundó, estorbaba los planes de quienes sometían al país a los dictados del FMI e intereses de los capitales gringos.
Esos antecedentes motivan mi lástima. Que, como me comentó esta mañana un amigo escuálido propietario de quiosco, de sólo dos ejemplares que le dejan todos los días, generalmente les devuelve. Por allí, en una concurrida, dinámica esquina de Barcelona, no hay quien le compre.
Y tenía que terminar así, por varias razones. Entre Miguel Otero Silva, el prolífico escritor y combatiente por la libertad y el actual director, sólo dos vínculos existen. Pero éstos nada tienen que ver con las cualidades excelsas del primero. La diferencia es enorme y hasta inexplicable.
La razón siguiente, y con esta termino porque la maneja bien el lector como aquéllas que no habré de mencionar, es la persistente tendencia de su actual línea editorial a mentir. Hoy, el diario de mis mocedades, trae un titular que es todo un monumento a la mentira y manipulación. En él, palabras más o menos, se dice que en el concepto de soberanía se suelen amparar las dictaduras. Trae el asunto a colación por lo de la “sentencia” de la CIDDHH.
Todas las dictaduras que han azotado en primer lugar a este país, desde Juan Vicente Gómez, hasta los remedos de democracia represiva y de constituciones suspendidas de la IV república, que nadie en su sano juicio puede negarles el rasgo dictatorial que tuvieron, se caracterizaron por su renuncia irrevocable a la soberanía nacional y la consiguiente entrega a los dictados e intereses del Departamento de Estado. En el continente todo, para salirnos de nuestro espacio, también ha sido así.
La entrega a Estados Unidos, sus organismos financieros era una condición necesaria, ineludible para que ellas, las dictaduras y cualquier otra forma de gobierno, subsistiesen.
¿Cuál ha sido el rasgo determinante de nuestra política? No hay otro sino abundantes dictaduras que se hacían longevas amparadas por la Casa Blanca a cambio de la entrega, del dejar hacer y hasta pasar. Para mostrar lo dicho, volvamos a Gómez, Pérez Jiménez, el ciclo Betancourt-Leoni, esto en Venezuela. Los Somoza, en Nicaragua, Batista en Cuba, Trujillo en Dominicana y las feroces del cono sur, por sólo nombrar algunas.
Y tumbaron a unos cuantos. A Medina y Gallegos en Venezuela. Allende en Chile, Perón en Argentina, Juan José Arévalo en Guatemala, Juan Bosch en dominicana, Bishop en Granada y recientemente a Juan Manuel Zelaya en Honduras por negarse a entregar la soberanía.
¿Tengo o no razón de sentir lástima por El Nacional?
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