En 1953, hace cincuenta y ocho años, para mí el otro día, se inauguraba el canal de televisión privado más importante de Venezuela, por su inversión y cobertura.
Sus noticiarios llevaban logotipo de empresa petrolera norteamericana, y a través de ellos se difundía la más “objetiva, absoluta y única verdad.” Participé en su nacimiento, y pude conocer cómo se desarrollaba la industria para servir cada día más, a mezquinos intereses trasnacionales.
Cinco años más tarde, en 1958, a la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, se reabría la Escuela de Periodismo de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central. En ella también participé. Así, viví en medio de dos entidades distintas, en fines e intereses.
En la Escuela de Periodismo se advertía el poder de penetración de la televisión como medio de comunicación de masas y se especulaba sobre sus efectos en la población. En los estudios de televisión, su personal técnico artístico, por algún tiempo permaneció deslumbrado ante el impactante invento que permite atrapar maravillosas imágenes en blanco y negro, y meterlas en las pantallas de rayos catódicos, diseminadas por todo el territorio nacional.
Pero pronto la curiosidad por el invento, es superada ante la necesidad de producir programas para alimentar los canales, que de antemano cuentan con multitudinaria y pasiva audiencia. Se centra el interés en la causa efecto de sus contenidos. Se desarrolla un lenguaje audiovisual, apoyado en las experiencias del cine. Gags, para producir risas y lágrimas, y en lo posible alejar ideas propias y llevar a un mismo nivel de entendimiento a los distintos estratos sociales. “Estupendo efecto masificador del medio para el muy deseado y conveniente receptor pasivo”.
En el pueblo, persiste la fascinación del espectáculo visual que también llega a los pobres. Las antenas, rápidamente se multiplican en los tejados de ranchos, casas y edificios, y se produce la masiva importación de aparatos receptores.
En el otro lado, en la Escuela, ante los peligros y bondades del medio, se discute sobre obligaciones o deberes de informar, educar, entretener. Para algunos, el televisor es; “Caja boba”, para otros, “huésped alienante”.
En el mundo más desarrollado, pronto captaron el alcance del nuevo poder. Se escribían las bases para la más rentable y “trascendente” utilización del nuevo medio, y se publica mucho sobre la materia. El Vienés-Norteamericano Ernest Dichter, adopta técnicas del Psicoanálisis en Freud y desarrolla gran cantidad de obras como si se tratase de libros de texto, entre otros: “Manual de las motivaciones del consumidor”, “Motivar el Comportamiento humano”.
“ Como persuadir y encontrar el oro perdido en el mercado”, fue denominador común en toda investigación para el manejo del medio. Manejo que, en la práctica, hacen de la televisión el medio más efectivo, rentable; capaz de atrapar a inmensas minorías, y vender huecos en el aire. Así, surgen nuevas herramientas de publicidad, producto de Institutos e investigadores Internacionales que incorporan proposiciones y conocimientos, para producir el más alto efecto, en cualquiera de los géneros que nutre la programación televisiva.
Claro, los productores más empíricos, de telenovelas y entretenimiento, al principio solo pueden contar con los dictados que le transmite la empresa; limitaciones presupuestarias para hacer el espacio rentable, seguir conveniencias del anunciante, realizar finales felices en las dramatizaciones, trabajar emociones en el perceptor, y crear dependencia en el seguimiento de capítulos. Algunos, usan además, recursos persuasivos aprendidos sobre la marcha, que refuerzan sus directrices.
Las producciones: “Informativos” (des informantes) y de opinión, unidos a las campañas publicitarias, son cada vez menos improvisadas, deben producir variados y múltiples efectos en la teleaudiencia, orientados a vender productos; mercancías, moda, estilos, modos de vida y de pensar. Sirva de ejemplo; el letargo logrado en pueblos enteros, negados para asumir alguna actitud crítica.
En la Escuela de Periodismo, desde el principio, se habla con propiedad del fenómeno de la comunicación de masas, pero no se avizora la tan vertiginosa tecnificación psicológica en las comunicaciones, ni tampoco, que la sociedad llegara a estar tan mal comunicada cualitativamente.
La industria de la televisión debe producir grandes cantidades de “materia persuasiva”, se trata de Informaciones sofisticadas, convenientemente, codificadas para captar eficazmente al receptor. Se trata de alimentar extensos horarios de transmisión; se necesita urgentemente recursos humanos con estudios superiores, especializados en materia audiovisual y publicidad. Con capacidades para generar mensajes e Informaciones audiovisuales y producir cambios graduales en perfiles y sociedad.
Muchas universidades en distintas partes del mundo responden a la demanda del nuevo medio, e incorporan especialidades a las licenciaturas aparentemente afines, pensando en el nuevo medio, como dispensador de bondades.
Precisamente en Venezuela, en 1987 la Escuela de Periodismo, pasa a ser Escuela de Comunicación Social, para sumarse a ese concepto más amplio de la Información, y crear las Menciones de Relaciones Púbicas y Publicidad, y Comunicación Audiovisual. Especialidades para formar a los profesionales demandados por los medios de comunicación y empresas publicitarias.
Son comunicadores universitarios de buen nivel académico que, según el oficio y práctica de su Mención, responden a la sociedad de manera distinta a como lo debe hacer el Licenciado en Periodismo con Mención o sin ella. Pero no dejan de ser empíricos psicólogos populares.
Son comunicadores capaces de difundir mensajes audiovisuales a través de los medios y llegar a lo más profundo de la conciencia del perceptor. Pero en la práctica, en el ejercicio burdo de la profesión no hay posibilidad de medir si los mensajes llegan solo a la consciencia, o más allá de ella, por algún escondido, o casual efecto perturbador existente, apto para permear la línea de su umbra, en la conciencia del ser humano que se encuentra frente a la pantalla, que en definitiva, es el órgano del saber o de la razón
En el medio ambiente, cada vez son más los factores que, de alguna manera bloquean niveles de la conciencia y facilitan estrategias persuasivas de los emisores. Sonidos y musicalidades apoyan el “Cómo se dice, más que el Qué se dice”, para lograr que el recepto entretenga su razón, y baile al son que le toquen, como lo dicta la estrategia del emisor.
Mucho ayuda, que el mensaje audiovisual sea, en principio, de comprensión emocional (imagen-subjetiva-emocional-intuitiva), de forma que es muy baja la posibilidad de rechazo al “producto persuasivo”- con envoltura de sensaciones y emociones-. El comunicador audiovisual; publicista y propagandista, mide el resultado de su trabajo, fundamentalmente por la venta que produce. Son fundamentos con los que trabaja el comunicador audiovisual y publicista, quienes a veces sin saberlo, llegan más lejos que lo se proponen. A veces resultados inesperados.
Sin embargo en la Escuela, al Periodista se le imparte formación humanística, sentido social, independencia y compromiso, son estos sus fundamentos, enmarcados en una deontología profesional. Pero ya sabemos cómo las necesidades de formación del publicista son otras. Debe profundizar en el conocimiento del comportamiento social y humano, para inducir necesidades, y crear potenciales consumidores de cualquier cosa.
La investigación motivacional corre paralela a los comportamientos de los consumidores. Del manejo o manipulación de estos conocimientos se derivan jugosas riquezas y poder de todo tipo. Con técnicas persuasivas y retroalimentaciones persistentes, se llega a crear necesidades infinitas de consumo, que en la mayoría de los casos resultan indeseables para la vida sana en el planeta. Se trata de cambiar perfiles, hacer prevalecer sensaciones y emociones, versus, conciencia, razón o discernimiento.
¿Me pregunto si es ésta la misión del periodista comunicador o del comunicador con formación de periodista? Sin duda el trabajo del publicista en nada debe parecerse al del periodista, y me atrevo a decir que el rol de publicista prevalece en la Escuela de Comunicación Social, e invade los terrenos del periodismo.
En los medios, pudiera hablarse de la contaminación del ejercicio del publicista en toda forma de comunicación de masas. Por cuanto el empresario impone o establece líneas de ataque, valores y cultura particulares en consecución de objetivos propios y corporativos. Los medios de comunicación comerciales –alineados- en todo occidente son canales para atacar (aniquilar, criminalizar) a las ideas que les pueden ser contrarias, y no para expresar oposición a tales ideas.
Los medios privados en cualquier parte del “mundo occidental”, usan y abusan de las técnicas de penetración persuasiva para imponer sus reglas de juego en la masa consumidora de mercancías e ideologías. En Venezuela, en los últimos años, producto de la fuerte y prolongada manipulación mediática, se observa en gran parte de la población, aparentes efectos de disociación; como si no se pudiera conectar la memoria con el pensamiento y sentido de identidad. Motivo por lo que reitero una y mil veces el potencial nocivo, en manos de mercachifles y teóricos de pacotilla.
La teoría persuasiva en la comunicación no deja de ser un ejercicio de manipulación universal y permanente, mediante difusión de valores subjetivos que, estructura a nivel global una mentira compartida, impuesta para todos, como verdad objetiva, universal y absoluta. Ciertamente, dicha verdad sirve para lavar cerebros, o lo que es parecido; inducir conformidad, reconocimiento y aceptación a reglas que se imponen en el ser humano de todas las latitudes, para hacerlo cada vez más dócil y dependiente.
Esa mentira compartida por todos los estratos de la sociedad globalizada, es generada y modelada hoy día por los medios y profesionales, al servicio de la “verdad universal” de unos pocos. Son los inmensamente ricos y, por ende, poderosos.
La desinformación se organiza para; desconcertar, confundir, bajar capacidad crítica, lograr rechazo en la memoria histórica, cambiar gustos y costumbres, desvirtuar valores patrios; nacionales, regionales y locales, en pro de la “verdad y cultura” globales.
Partimos, contando sobre el nacimiento de un medio de comunicación en Venezuela, y de la creación de una especialización en la universidad, la que ya cuenta con Maestría, y hemos expuesto algunas consideraciones sobre el alcance de medios y oficio a nivel internacional. A la luz de los hechos el manejo de la materia persuasiva es igual en cualquier latitud del mundo “occidental”. Ha crecido al calor del capital privado que, en cualquier parte del mundo tiene el mismo comportamiento y fines.
En Venezuela, dado el surgimiento de un gobierno revolucionario, que quiere conformar una sociedad menos manipulada, más justa, participativa e igualitaria, se evidencia el rotundo rechazo del poder mediático, que no es otra cosa, que el comienzo de la guerra del capitalismo, para posteriormente, retomar sus posiciones de poder a cualquier precio, conocida práctica Norteamericana.
Insisto en que los comunicadores son parte fundamental en la brutal guerra mediática. Claro, la costumbre de estar en medio de la batalla, y lo que ya nos han podido afectar sus bombardeos, nos hacen verla, sentirla y leerla como algo poco menos que normal. Pero a la más sencilla evaluación u observación racional, palpamos sus letales efectos.
Es evidente que, la publicidad y propaganda producen venta con efectividad, y que el rol del comunicador ha contaminado todo tipo de comunicación y género, desde la campaña a la noticia, de la propaganda a la publicidad. Algunos quieren ver tal ejercicio profesional como actividad de un enemigo público. Otros prefieren asignarle la responsabilidad última a los medios, y señalarlos como el enemigo público número uno.
En sus inicios, no podíamos imaginar que de la unión de estas dos fuerzas, oficio y medio, se obtuviera tan fatídico resultado. Aunque un teórico de entonces, Marshall MacLuhan, ya señalaba que, “más importante que el contenido de imágenes y palabras, es lo que queda en un medio de comunicación social; que con sus efectos moldean al usuario a nivel físico, cambia facilidades, rutinas, modos de percepción”.
Desde aquellos inicios, de la Escuela de Periodismo y de la televisión, me encuentro participando como observador activo, crítico y consciente. Aun cuando intuyo, que las imágenes de mis sueños, no son todas producto de mi experiencia consciente. Prueba es que mi moderado apetito de consumo material, a veces supera mis posibilidades de compra, y es cuando aprecio claramente la sutil debilidad racional de mis decisiones.
En conclusión, intuyo que los efectos persuasivos del marketing, pululando en mi cabeza por largos, cincuenta y ocho años, mucho tiene que ver con las imágenes de mis sueños, y de mi intranquilidad existencial.
Para la combatir la funesta práctica que nos disocia, yo quiero aceptar la mentira como tal. Sin hacer el más mínimo esfuerzo por vestirla de verdad, aun cuando me exija el esfuerzo que a veces me produce frio.
antoniodelarosar@hotmail.com
.desde España.