Las redes sociales y su uso para las luchas populares o cómo hacer que el Estado nos pare bolas

En épocas recientes, digamos desde hace unos años la humanidad entera vive, pero especialmente los Venezolanos vivimos -intentando adaptar la frase de Walter Martinez (Dossier)- dos realidades, una es la realidad real como diría Jose Vicente Rangel y la otra, la realidad virtual, la del teatro de operaciones de los medios de comunicación, incluyamos en ellos a efectos de este artículo, a las redes sociales.

La tecnología digital, la revolución de las comunicaciones, el auge de la movilidad y la conectividad, además de cierto snobismo criollo, aderezado por supuesto de abundantes petrodólares baratos ha hecho que cualquier ciudadano Venezolano exhiba entre sus preciados activos, cualquier dispositivo que le permite estar comunicado con el mundo en tiempo real, enterado de todo y convirtiendo a cada uno de nosotros, no sólo en receptores pasivos de bombardeos unidireccionales, sino en potenciales emisores de información y opinión.

Cierto es que FACEBOOK es para nuestros jóvenes y no tan jóvenes, casi un vicio. Todos los días se dedican horas y horas a leer las actualizaciones, ver y compartir fotos, enlaces etc, de amigos, conocidos y no tan conocidos. Para quienes tienen Blackberrys (disculpen la cuña) son prácticamente esclavos del PIN y de los tuiteros no se hable.

Mucho se escribe sobre los aspectos negativos de esta fiebre, moda, hábito, costumbre, manía, e incluso adicción. La distorsión y en muchos casos destrucción del idioma que ya mereció un comentario de Vargas Llosa, la desestructuración y fragmentación del pensamiento a que se refiere Chomsky, a causa de una saturación de información a través de fragmentos de 140 caracteres, la imbecilización de usuarios que publican desde sus rompimientos y reconciliaciones sentimentales, hasta sus hábitos intestinales, pasando por toda suerte de comentarios uno más estúpido que otro y por supuesto, los estériles debates políticos (o sobre farándula política, porque en general, el nivel es sumamente bajo). Soy usuario poco frecuente pero cada vez que reviso, veo que mis “amigos” han publicado desde las fotos de sus encías enfermas, hasta plegarias a Dios (si, dios al parecer tiene facebook), además de pensamientos pseudofilosoficos, poesía, campañas para recolectar fondos para quien sabe que causa porque el dueño de una gran corporación va a donar dinero cada vez que alguien haga click en una foto o comentario. Como ven, estupideces van y vienen y si a eso le sumamos las evidencias de que buena parte de la pedofilia y en general la criminalidad moderna, se basa en los hábitos de uso de esa red social y además el caso Snowden nos restriega una vez más en la cara, que lo que allí publicamos lo manejan las centrales de inteligencia mundial además de los departamentos de mercadeo de las grandes multinacionales, tenemos como conclusión obvia que lo mejor es desconectarnos de esa vaina YA MISMO.

En cuanto al Tuiter, la verdad es que no es mucho mejor. La democratización de la posibilidad de ser leído por alguien produce que hasta los mensajes más imbéciles y sin sentido lleguen a tus manos. Si a eso le agregamos la proliferación de rumores (caso Nelson Bocaranda) estaremos en presencia de otra hojilla en mano de simios. Menos mal que casi nada de lo que se publica llega a ser cierto. Sin ánimos de participar en la polémica sobre si tuiter sube cerro o no, lo que si queda claro es que de la fauna tuitera opositora, la mayor parte de los tuits son puro humo y que en realidad los más aguerridos guerrilleros del tuiter, los que llaman a diario a estallidos sociales y golpes de estado, lo hacen campaneando un mayor de edad desde alguna mesa en “El Alazan” o “Lee Hamilton” (otra vez me disculpan la cuña).

Y es justamente sobre ese ablandamiento de la protesta que quería comentar: desde que el presidente Chavez abrió su cuenta en twitter y mandó a dar la batalla en las redes sociales, es mucho lo que se ha logrado en demostrar, principalmente al espectador extranjero, que el país no es lo que los medios quisieron hacer ver, sino que hay un país donde por lo menos la mitad de su población continúa apoyando un proceso político luego de 14 años y en medio de montañas de errores por no mencionar el permanente asedio de sus enemigos. Al parecer la idea de una sociedad distinta tiene “punch” como diría algún asesor de marketing político. Las aspiraciones del colectivo parecen trascender la disponibilidad de papel sanitario.

El uso de las redes sociales, puede ser un arma poderosa en la construcción colectiva de una sociedad mejor, independientemente de la posición política que uno tenga. Yo puedo perfectamente ser miembro honorario de la fundación Blanca Ibañez o presidente del club de fans de Maria Corina y aún así denunciar que Henrique Capriles es de lejos, el peor gobernador que ha existido en este país desde que nos separamos de la Gran Colombia. Puedo ser guerrillero comunista bajado de la montaña y denunciar que por ejemplo, en Guatire, el alcalde socialista del PSUV le hace la competencia de cerca a Capriles, y mantiene el municipio sucio, lleno de huecos, con sus áreas verdes en destrucción por las invasiones, sin drenajes y que en cambio, le construye aceras a los restaurantes y otros negocios de la Av ppal de Valle Arriba. (Esto último es rigurosamente cierto, si no me creen den una vueltica por allá y aprovechen de conocer).

Todos tenemos el derecho y el deber de usar las redes sociales para contribuir a la construcción de un mejor país y un mejor planeta, pero eso no nos exime de la participación “en vivo”. Ante una convocatoria digital, son muchos “Me Gusta” o muchos “Retuit” pero a la hora de la chiquita nadie se presenta a la reunión, sólo los mismos entusiastas de siempre, aquellos que lo han sido desde la etapa analógica del megáfono y las pancartas. No vale enchinchorrarse a protestar viendo el juego de beisbol con una cajita de frías. Es necesario volver al encuentro vecinal, a la asamblea presencial sin abandonar el frente digital, aprovechándonos de esas herramientas para crear blogs, mandar artículos a Aporrea y otros foros, seguir y ser seguido por gente con los mismos intereses no sólo por acumular seguidores como barajitas pero que no divulgan tu mensaje, nada de “sígueme y te sigo”, nada de “hazme famoso”, nada de spam masivo, nada de frivolizar y convertir todo en un concurso de popularidad. Fotos, videos, y el bombardeo a los responsables y a quienes tienen en sus manos la posibilidad material de corregir. La organización social debería ser más fácil con estas herramientas, no más difícil.

Ahora me voy, tengo que actualizar mi estado “Escribiendo un artículo”.



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Javier Hernández

Economista (UCV). Candidato a Msc en Gerencia.

 jhernandezucv@gmail.com      @jhernandezucv

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