¿En qué andaban la derecha y la izquierda real cuando las resquebrajó el sismo político? Felipe González, oráculo del Psoe, organizaba el patético Club de Madrid con derrotados expresidentes latinoamericanos para arremeter contra su coco: Nicolás Maduro. El carismático Rajoy recibía con bombos y platillos a damas de las fracasadas guarimbas para lanzarse, también, contra Maduro. Ambos buscaban sofocar en Venezuela el candelero que crecía bajo sus pies.
Los medios hispanos (no solo ABC), mientras el rancho ardía en casa, tenían vista, tinta y pantalla puestas en un venezolano: Diosdado Cabello. Juraban que si lo demonizaban con el sambenito del narcotráfico y lo ligaban con el peligro local (Podemos y la España indignada), cambiarían la tendencia electoral del español de a pie. La cosa les salió al revés. Solo lograron darle proyección internacional a Cabello (así les pasó con Evo Morales cuando lo tildaron de cocainero) y llevarse tremendo varapalo político.
Diosdado Cabello no pidió que lo metieran en el proceso interno español. Como presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, pregona con el ejemplo lo que manda la Constitución Bolivariana: la no intervención y la autodeterminación de los pueblos. Pero el ensoberbecido poder mediático hispano juraba que difamándolo y ligándolo con sus comicios, asustaría a los electores españoles. Esto no ocurrió y solo consiguieron que Diosdado Cabello, sin saltar el charco, ganara cómodamente las elecciones en Madrid, Barcelona y en un lugar de La Mancha de cuyo nombre ustedes –ABC, El País y cofradía- no se quieren acordar.