Resulta inaudito que corporaciones mediáticas de Estados Unidos, España y Colombia persistan en una campaña de odio contra las personas e instituciones que apoyan la revolución bolivariana, no basta que inunden el mundo de mentiras en nombre de la libertad de expresión, tampoco les basta que censuran los indicadores sociales que demuestran la falsedad de sus acusaciones contra el modelo económico venezolano. Resulta que ahora han llegado al colmo de cambiar la legislación venezolana y de organismos como la OEA para instigar un conflicto civil y así justificar una invasión paramilitar, y luego la invasión internacional de Estados Unidos. En su propósito han tarifado una red de artistas que jamás se pronuncian sobre las atrocidades que sus gobiernos realizan en sus países, por ejemplo, el grupo mexicano Maná jamás ha denunciado o solicitado ayuda internacional para los 43 estudiantes desaparacidos de Ayozinapa, pero en cambio, se suman a la campaña de odio contra Venezuela. Este discurso representa un delito que puede ser presentado ante la Corte Penal Internacional, se trata de una instigación permanente para que los venezolanos odien la revolución, odien el gobierno y las instituciones, y obviamente ese odio se extiende a todo aquel que se proclame chavista, un fenómoeno político y cultural en apoyo a una nueva forma de gobernar promulgada por Hugo Chávez Frías y que Nicolás Maduro le ha dado continuidad. Esta campaña de odio genera conflicto en las familias, genera fascismo en grupos intolerantes y lo más grave se complementa a grado de complicidad con la delincuencia organizada que genera violencia de calles con saldo de víctimas fatales, además del sicariato político importado de Colombia, donde se cometió el mayor genocidio de la historia con la masacre a dirgientes de la Unión Patriótica. Este genocidio sigue impune y los medios colombianos censuran cualquier tipo de reflexión seria sobre estas violaciones a los derechos humanos.
Medios españoles, colombianos y estadounidenses no pueden quedar impunes, ante la flagrante violación a la tranquilidad de los venezolanos y su derecho a una información veraz, oportuna y equilibrada. Ni siquiera el jefe de la propaganda nazi se atrevió a tanto, ni siquiera en los hechos de Ruanda se llegó tan lejos en la instiagación al odio. Radio, prensa, televisión, y hasta peliculas infantiles de Disney son parte de una industria de entretenimiento que considera la revolución venezolana una amenaza y ha enfilado toda su artillería de odio, mentiras y censura contra el país. Profesores universitarios, estudiantes, comunidades organizadas estudian estos hechos a fin de denunciar ante el mundo el mayor crimen de propaganda de odio que se haya cometido en la historia. Existen documentos, responsables, mensajes que a diario demuestran este delito de lesa humanidad porque influye de manera negativa en una parte de la sociedad venezolana, que por ser minoría, no ha trascendido en un conflicto icvil. Este movimiento exigirá a la Asamblea Nacional leyes que protejan la psiquis de los venezolanos expuestos a estas mentiras y campañas de odio. Entre las propuestas una normativa especial para las cableras que difunden los mensajes de medios de odio de estas industrias de entretenimiento, mientras que en una Corte Penal Internacional, se debe exigir que demuestren ante el mundo cada una de sus mentiras y campañas de odio. De lo contrario, el nuevo esquema de invasiones justificadas en campañas similiares, seguirán impunes. Casos de Libia, Irak, Ruanda, no deben repetirse y menos si las corporaciones mediáticas de estos tres países tienen como objetivo imponer un modelo económico que ha llevado a sus pueblos a la miseria.