En un análisis reciente que difundimos por redes, presentamos algunas consideraciones iniciales en torno a la impostergable tarea de enfrentar, en este momento crucial de la Revolución, a uno de nuestros principales enemigos: nosotros mismos. Nos apoyamos, para dejar en claro que no son inventos nuestros, en dos intervenciones hechas en la cadena nacional de radio y TV en la que el presidente Maduro anunció los nuevos cambios de ministros. Recordamos que el Presidente creó, refiriéndose a las consecuencias de la guerra económica, la excelente metáfora de la herida, la cual evocamos así: "Planteó que hay heridas de la guerra económica en nuestro pueblo y que no creamos que escondiendo esas heridas se van a curar. Dijo que había que mostrarlas, conocer su profundidad, tratarlas, lavarlas, ponerles cremita, y en algunos casos aplicar puntos de sutura". Y también señalamos: "Por su parte, el nuevo vicepresidente ejecutivo, Tarek El Aissami afirmó que ‘Debemos repolitizar nuestra gestión, ser más eficientes… recuperar la confianza, reencontrarnos con el pueblo… reivindicar el concepto de Revolución’" Y acotamos: "¿Qué podemos hacer para que estos llamados no caigan en el vacío?". Bien, hoy hablaremos no solo de qué podemos hacer, sino también de qué no debemos hacer.
Cuando se habla de dificultades y errores, somos muy dados a criticar a los demás y a absolvernos a nosotros mismos. Solemos culpar a terceros: al imperialismo, a la oligarquía, a la MUD, a los medios. O descargamos las responsabilidades en el Presidente y en la dirección revolucionaria. Claro que el enemigo tiene su mano negra metida hasta el fondo en todo lo que nos ocurre y que nuestros dirigentes incurren en fallas ¿y nosotros, qué? ¿Los problemas de la Revolución corresponde resolverlos íntegramente a los gobernantes y a los dirigentes? ¿Acaso quienes nos asumimos como vanguardia social de este proceso no tenemos una altísima cuota de responsabilidad, el partido, los líderes sociales, los comunicadores, los analistas, los intelectuales?
¿Debemos ser los comunicadores y los analistas, por ejemplo, exclusivos productores y difusores de propaganda, repetidores de noticias e interpretaciones, palomas mensajeras sin arte ni parte en los temas que están exigiendo urgente participación nuestra e impostergable debate, tal como nos lo pedía Chávez y lo pide Maduro a cada rato? ¿Nos miramos o no nos miramos al espejo, tal como instruía el Comandante Supremo? No es para nada un asunto secundario, aunque lo pareciera, dado el alto nivel de pasividad en ese sentido que muestra gran parte de la vanguardia social y el inmovilismo intelectual de quienes estarían llamados a ser la principal bujía de la función crítica. Compartimos plenamente las palabras de Mariela Castro Espín, la hija de los revolucionarios Raúl Castro, presidente de Cuba, y de Vilma Espín, quien fuera presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas. Mariela es diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular de su país, y en un debate en torno a una ley propuesta en el parlamento cubano, afirmó, óigase bien: "Mi trabajo como diputada en Cuba tiene una mirada crítica que es la forma en que entiendo ser revolucionaria… si no tengo una mirada crítica, estoy muerta".
Nosotros nos sentimos parte de esos analistas, leales a la Revolución pero franca y responsablemente críticos, como el respetado intelectual venezolano Luis Britto García, quien en un reciente artículo publicado, bajo el título de "Propósitos de año nuevo", señaló precisamente lo que considera son aquellas cosas que no debemos seguir haciendo si no queremos hundirnos en el pantano de la desconfianza popular, entre otras las siguientes: "No insistir en las políticas o más bien la ausencia de ellas que acarrearon al socialismo su segunda derrota electoral… No remedar con los medios revolucionarios los defectos, abusos y ordinarieces de los medios opositores… No pretender sustituir trabajo de masas con figuración mediática… Limpiar la casa para evitar que sea destruida desde adentro".
Nosotros proponemos también algunos propósitos para 2017 que podríamos apuntar en nuestras agendas:
- Desterrar el sectarismo chavista (el espíritu y la práctica de secta) que nos aísla en una burbuja autista ajena a la vida cotidiana de los ciudadanos, a sus angustias reales y al vasto descontento que anida en su seno.
- Ir a las catacumbas del pueblo, como decía Chávez y recuerda a cada rato Maduro, acompañarlo en las colas, en los mercados, en el infierno de gestiones públicas ineficaces e irrespetuosas, y frente a otras lacras políticas, sociales y culturales que debe vivir todos los días.
- Eliminar el jalabolismo paralizante, el propagandismo vacío de contenido político-ideológico y otros pecados como la prepotencia, el triunfalismo, el conformismo y el acriticismo.
- Profundizar la lucha por dar poder real al pueblo, crear y generalizar de verdad los consejos de trabajadores, declarar una real guerra al burocratismo y a la ineficiencia, cumplir con mayor empeño y largura la sabia consigna de Chávez de "Comuna o nada".
- Transformar al PSUV de una maquinaria para participar en elecciones y organizar marchas y concentraciones, en una vanguardia política que mejore sensiblemente su carácter revolucionario de vanguardia política que propaga, agita y organiza.
- Extender y transformar en práctica común y permanente las propuestas de comunicación popular y revolucionaria, como el propuesto y excelente método MEPARE (medios, paredes, redes) para que la Revolución se vea todos los días y por doquier con un mensaje audaz, creativo, innovador, profundo y orientador, y que llegué allí donde están las mayorías, evitando cualquier confinación exclusiva en medios tradicionales y redes "sociales".
- Poner cada vez más en manos del pueblo las herramientas políticas, organizativas, legales para que pueda asumir por sí mismo los problemas que lo agobian, debatir, hacer y presentar propuestas, evaluar, revisar, rectificar y hacerse cada vez más independiente del Estado en cuanto a la concepción de iniciativas y la toma de decisiones.
- Fomentar el espíritu revolucionario de la inconformidad, la irreverencia y la crítica leal, para reencontrarnos con la fuente popular original del chavismo, combatiendo la sensación de "comodidad" en la vanguardia revolucionaria, promoviendo la consideración de la duda y el análisis como herramientas cotidianas de trabajo.
- En fin, desatar las riendas del pueblo en medio de un intenso debate renovador, refundador y reimpulsor de la Revolución Bolivariana.
Por supuesto, lejos de nosotros algún propósito de obviar las responsabilidades de nuestros gobernantes y dirigentes, pues son ellos los llamados a ser el principal ejemplo de lo que El Aissami denomina "repolitizar nuestra gestión, ser más eficientes, recuperar la confianza, reencontrarnos con el pueblo y reivindicar el concepto de Revolución". Es imprescindible que esto sea asumido por los máximos líderes de la Revolución con integridad, entereza, coraje, insistencia y concreción.
Esto no puede terminar siendo otra profusión de palabras, no puede tener el dudoso destino que tuvo la propuesta chavista de las 3R. La recuperación de la confianza y la credibilidad del pueblo es una condición estratégica para que permanezca, se consolide y avance indetenible el proceso revolucionario que vive la Patria de Bolívar, y del cual está pendiente el mundo entero.
Nosotros podríamos mencionar varios ejemplos de cómo podría nuestra dirigencia mejorar su condición de líderes del proceso de renovación que se ha propuesto. Pero vamos a darle la palabra a un reconocido periodista venezolano, aliado de la Revolución Bolivariana, Eleazar Díaz Rangel, quien escribió en su columna dominical del 8 de enero: "Supongo que a estas alturas del partido, tanto en el BCV como en el Gabinete habrán evaluado los efectos negativos del desastre que ha sido la aplicación del nuevo cono monetario como consecuencia de las contradicciones y desinformación habidas. Importantes lecciones se desprenden de esa experiencia". Todo el mundo sabe de lo que estamos hablando, casi todos sufrimos las consecuencias de un grado no pequeño de improvisación y planificación ineficiente ¿hay responsables de esa herida concreta? Sería bueno saberlo. Todo esto forma parte de una tarea que mencionó el presidente Maduro en su programa del mismo 8 de enero, al criticar el triunfalismo: "La victoria está pendiente de un encuentro con el pueblo nuevamente".
Claro está, nada de lo que hemos dicho nos puede hacer olvidar las tareas y deberes principalísimos que tenemos los revolucionarios venezolanos: mantener y defender nuestra unidad revolucionaria; ejercer el apoyo férreo e inconmovible al camarada Nicolás Maduro y a la dirección revolucionaria; defender sin dobleces la Patria ante los planes agresivos del imperialismo norteamericano y sus aliados internacionales y nacionales; y cumplir cabalmente la sagrada instrucción postrera de Hugo Chávez: ¡Unidad, lucha, batalla y victoria! Que no nos confundan con quienes se llaman "chavismo crítico", que pretenden arrogarse el monopolio de la crítica, y que han dejado de ser chavistas para sumarse, voluntariamente o no, al coro que sirve a los intereses de los enemigos de la Patria.