Durante las elecciones de 1998, y siguientes, me desempeñé como Presidente de la Junta Municipal Electoral del Municipio “Alberto Adriani” (El Vigía, Mérida). El día de las elecciones presidenciales, realizaba un recorrido de inspección de los diferentes centros electorales; a la salida de uno de ellos, observé a un grupo de muchachas que realizaban la encuesta conocida como “exit poll”.
Como no habían sido bien instruidas al respecto, entrevistaban de manera inapropiada a los votantes que salían; les señalé que fueran más discretas para mantener el secreto del voto y me alejé un poco para prestar atención si cumplían la instrucción; todo ello, con la finalidad de verificar la acusación de algunos representantes de partidos políticos que afirmaban que ellas estaban promoviendo a determinado candidato.
Con sorpresa, descubrí que cuando el elector señalaba al candidato del grupo que les había encargado la encuesta, tomaban nota de ello; no así, cuando era del candidato contrario. No me quedo otra cosa que reírme de la situación observada y del asombro de quienes verían como su candidato quizás perdiera con el cien por ciento de la votación a su favor.
Algo similar ocurrió con la encuesta de “TIME” en la búsqueda del personaje del año 2006; siendo como es, uno de los instrumentos publicitarios del capitalismo salvaje estadounidense, y adormecedor de la conciencia política de esa nación, quisieron demostrar que la intervención de Chávez en el seno de las Naciones Unidas había sido tan intrascendente que había pasado desapercibida para los estadounidenses, y que el actual jefe de la “pandilla del barrio planetario” no era tan diablo como el Presidente venezolano lo había señalado.
Siguiendo, obviamente, las instrucciones del “pandillero mayor” –en otras de sus geniales decisiones, probablemente dictadas por un “dios del oscurantismo”– demostrarían con una encuesta que el líder de la Revolución Bolivariana no era más conocido en los Estados Unidos que el escondite de Bin Laden. Probablemente, después de ello –partiendo del contundente éxito que obtendrían– realizarían otra encuesta para que el pueblo estadounidense aprobara la invasión a Venezuela, en defensa de la “democracia halconiana”.
Los resultados de la encuesta los dejó tan turulatos que faltó poco para que emitieran un comunicado aseverando que –al igual que la explicación dada por una oposicionista venezolana– serios desperfectos en los sistemas informáticos invirtieron los resultados, puesto que toda la votación se había producido a favor de su “leader”.
La similitud de los casos, entre Venezuela y Estados Unidos, levanta la sospecha de que efectivamente el satélite venezolano ya está operando e interceptando las comunicaciones mundiales; por lo tanto, se requiere invadir a Venezuela para desactivarlo desde su centro de control y así asegurar la paz: ¡pero, no la mundial, sino la de “Don Buche”, quien no duerme desde que leyó las encuestas; porque los muertos de Irak no le quitan el sueño!
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