El Presidente Socialista, Salvador Allende, dirigiéndose a las y los integrantes de la Asamblea General de las Naciones Unidas, 1972, con gran valentía realizó una denuncia que, en mucho, tenía que ver con las penurias que padecía el pueblo chileno en ese entonces. Allende, manifestó a su auditorio la asimetría de poderes existente entre las empresas trasnacionales y algunos Estados-Nación, y como ese nuevo actor del sistema internacional, poseía una altísima capacidad para influir en las decisiones políticas y económicas de los mismos pacíficamente y, en caso de ser necesario, como se demostró posteriormente, militarmente. Así, lo señalaba el entonces Presidente electo: «Desde el momento mismo en que triunfamos electoralmente el 4 de septiembre de 1970, estamos afectados por el desarrollo de presiones externas de gran envergadura, que pretendió impedir la instalación de un gobierno libremente elegido por el pueblo, y derrocarlo desde entonces. Que ha querido aislarnos del mundo, estrangular la economía y paralizar el comercio del principal producto de exportación: el cobre. Y privarnos del acceso a las fuentes de financiamiento internacional. Estamos conscientes de que cuando denunciamos el bloqueo financiero-económico que nos agrede, tal situación aparece difícil de ser comprendida con facilidad por la opinión pública internacional y aun por algunos de nuestros compatriotas. Porque no se trata de una agresión abierta que haya sido declarada sin embozo ante la faz del mundo. Por el contrario, es un ataque siempre oblicuo, subterráneo, pero no por eso menos lesivo para Chile.» Era un hecho, la orden del presidente imperialista, Richard Nixon, de no permitir que ingresara a Chile «un solo tornillo». Denunciaba, el Presidente Allende: «Hasta la iniciación de mi gobierno, Chile percibía por concepto de préstamos otorgados por organismos financieros internacionales, tales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, un monto de recursos cercano a 80 millones de dólares al año. Violentamente, estos financiamientos han sido interrumpidos…» Obviamente, esa medida de bloqueo al financiamiento internacional tendría sus efectos sobre la calidad de vida del pueblo chileno, seguía denunciando Allende: «Esta asfixia financiera de proyecciones brutales, dadas las características de la economía chilena, se ha traducido en una severa limitación de nuestras posibilidades de abastecimiento de equipos, de repuestos, de insumos, de productos alimenticios, de medicamentos. Todos los chilenos estamos sufriendo las consecuencias de estas medidas, las que se proyectan en la vida diaria de cada ciudadano y naturalmente, también, en la política interna.» Los causantes de tal sufrimiento, los señala con nombre y apellido el Presidente Allende: «No sólo sufrimos el bloqueo financiero, también somos víctimas de una clara agresión. Dos empresas que integran el núcleo central de las grandes compañías transnacionales, que clavaron sus garras en mi país, la International Telegraph and Telephone Company y la Kennecott Copper Corporation, se propusieron manejar nuestra vida política.» Incluso, los métodos impulsados por dichas empresas que jugaron codo a codo con la Administración Nixon y la CIA, no son nada distintos de los empleados en la actualidad en Cuba, Nicaragua y Venezuela: «Entre septiembre y noviembre del año mencionado, [1970] se desarrollaron en Chile acciones terroristas planeadas fuera de nuestras fronteras, en colusión con grupos fascistas internos, las que culminaron con el asesinato del comandante en jefe del Ejército, general René Schneider, hombre justo, gran soldado, símbolo del constitucionalismo de las Fuerzas Armadas de Chile.» Boicot económico o guerra económica como le llaman en Venezuela, terrorismo, ahora modernizado con la incorporación a dichas acciones de bandas paramilitarizadas ligadas al narcotráfico de la droga colombiana, bloqueo financiero-comercial, en fin, violación generalizada de los derechos humanos de los pueblos señalados por los imperialistas de EEUU y Europa como Estados fallidos o no cónsonos con los estándares neoliberales, que propugnan esos gobiernos imperialistas o neo fascistas. ¿Cuáles son esos estándares? Democracias representativas, altos niveles de desigualdad social, altísimos niveles de pobreza de sus poblaciones, violación masiva y oculta de los derechos humanos de sus pueblos, un estado de plena vigencia de la postverdad y regímenes teocrático-militaristas (EEUU). Esto último, es fundamental señalarlo, habida cuenta del enorme poder de decisión que tienen los complejos industriales-financieros y militares sobre la vida de esos países imperialistas. Es lo que el filósofo italiano del fascismo, Giovani Gentile, llamaba: «corporativismo», que no es otra cosa sino la fusión entre el poder corporativo y el Estado. Contra eso chocó el Presidente Socialista, Salvador Allende, y eso fue que lo derrocó –violentamente- para abrir paso a una dictadura en extremo brutal y criminal, la de Augusto Pinochet por más de 30 años, más de 30 mil asesinatos y miles de desaparecidos para imponer, como impusieron la dictadura del Dios Mercado, el neoliberalismo.
Ya, en el discurso de clausura de su presidencia, en enero de 1961, Dwight D. Eisenhower, alertaba sobre el monstruo que se había creado: «Hemos sido forzados a crear una industria permanente de armamentos de vastas proporciones... No debemos dejar de comprender sus graves implicaciones... Debemos precavernos contra la adquisición de influencia injustificada, sea buscada o no, por el complejo militar-industrial.» Con el tiempo, esa relación simbiótica: Corporaciones-Estado fue invirtiéndose a favor de los primeros en lo que llamó el teórico democrático, Sheldon S. Wolin, en su libro «Democracy Incorporated» (Democracia & Cía.), como «totalitarismo invertido», advirtiendo sobre: «la expansión del poder privado (es decir sobre todo corporativo) y de la abdicación selectiva de la responsabilidad gubernamental por el bienestar de la ciudadanía.» Wolin, escribe: «La privatización de los servicios y cometidos públicos manifiesta la permanente evolución del poder corporativo hacia una forma política, para convertirse en un socio integral, incluso dominante, del Estado. Marca la transformación de la política estadounidense y de su cultura política, de un sistema en el que las prácticas y los valores políticos eran, si no definidores, por lo menos importantes elementos contribuidores, hacia otro en el que los elementos democráticos restantes del Estado y sus programas populistas están siendo sistemáticamente desmantelados.» ¡El sector privado, se encuentra ahora en pleno ascenso! Las fuerzas uniformadas aéreas, terrestres y navales del país así como sus agencias de inteligencia, incluyendo la CIA, la NSA (Agencia de Seguridad Nacional), la DIA (Agencia de Inteligencia de la Defensa), e incluso redes clandestinas encargadas del peligroso trabajo de penetrar y espiar a organizaciones terroristas y países hostiles a la dominación imperialista, dependen todas de hordas de «contratistas privados.» Recientemente, lo vimos en el caso Haití en que la CIA para procurar el cambio de gobierno o golpe de Estado, en dicho país, acude a la contratación de una empresa de seguridad de La Florida que, a su vez, subcontrata mercenarios colombianos para ejecutar la misión golpista. En Bolivia, 2019, el golpe de Estado de factura estadounidense se ejecuta por intermedio de la OEA, su Secretario General Luis Almagro, quien revierte los resultados electorales iniciales con sus veedores sobre el terreno para abrir espacios de participación a los factores armados, léase: cuerpos policiales, militares y paramilitares. ¿Después qué vino? La legitimación del golpe de Estado en las redes sociales, en Twitter se crearon de la nada 4.500 nuevas cuentas que posicionaron la etiqueta: #BoliviaNoHayGolpe. La cifra, fue revelada al medio argentino Página/12 por Luciano Galup, especialista en comunicación política y director de la consultora Menta Comunicación, quien señaló: «Hubo una clara acción coordinada de apertura de cuentas para darle volumen a esta conversación», con cero o un seguidor. Sin dudas, esta empresa tecnológica fue partícipe de dicho golpe de Estado, como no miembro, más bien, aspirante a ingresar al complejo industrial-financiero y militar de los EEUU.
Joseph Biden, es un hombre devenido del Complejo Industrial-Financiero y Militar, un guerrerista, uno de los presidentes más belicistas de la historia reciente. Toda su carrera política como funcionario, tanto del Congreso como del Senado, ha estado asociada a la guerra. Apoyó el genocidio del pueblo iraquí; en la guerra de las Malvinas, apoyó a los ingleses; votó a favor de realizar operaciones aéreas militares y ataques con misiles contra la República Federal de Yugoslavia (Serbia y Montenegro); apoyó la intervención militar en Libia, que terminó con la destrucción del país y su reducción al caos absoluto, incluyendo el asesinato del histórico líder libio Muammar Gadafy; junto a Obama, Promovió golpes de Estado -«blandos» y «duros»- en Honduras o Paraguay, y la desestabilización de Venezuela, Brasil, Ecuador o Bolivia; diseñaron y alentaron «primaveras» y «revoluciones de colores» en el Magreb y Ucrania. Recientemente, Cuba, fue objeto de una agresión mediática por Twitter, cuyo objetivo no era otro sino propiciar condiciones de protesta generalizada que conllevaran a un cambio de régimen o golpe de Estado en ese pequeño pero digno gran país. El propio Presidente, Miguel Díaz-Canel, salió a las calles a conversar con quienes protestaban y escuchar sus razones, mientras convocaba al pueblo a salir también a las calles para responderle al grupito de contrarrevolucionarios y confundidos por Twitter con sus etiquetas: #SosCuba, #SosMatanza o #SalvemosCuba. Millones de cubanos y cubanas de todas las edades, tomaron el malecón y las calles para manifestar su apoyo a la Revolución Cubana, abortando las pretensiones de una empresa que como Twitter, al igual que la ITT, pretendió crear condiciones para propiciar violencia y criminalidad en la Mayor de Las Antillas, en su propósito fallido del cambio de régimen. La solidaridad internacional, no tardó en manifestarse así como tampoco tardó en manifestarse en contra del principal responsable de las carencias y falencias que padece el pueblo cubano, léase: Joseph Biden, quien no escatimó palabras para acusar a Cuba de ser un «Estado fallido». Vaya Estado fallido, que durante el tiempo de esa campaña desestabilizadora, ejecutada por la empresa Twitter, atravesaba momentos críticos al superar el número de casos diarios por Covid-19, al confirmar el Ministerio de Salud pública 2.055 casos para alcanzar la cifra toral de 172.909, enfermos y enfermas por Covid-19, mientras se mantiene a la espera de la aprobación de sus candidatos vacunales que, en número de cinco, están a la espera de su aprobación. El bloqueo imperialista, y es algo que oculta la mediática occidental, ha arreciado las penurias del pueblo cubano al impedirles a la dirección cubana el acceso a medicinas, entre otras muchas cosas como por ejemplo, la carencia de jeringas para vacunar. Por ello, inaceptable que el gobierno de EEUU levante las banderas de ayuda humanitaria contra Cuba, si son ellos y no otros, los causantes de las penurias y el sufrimiento del pueblo cubano. Si quisieran hacer algo por Cuba, la Administración Biden, debiera levantar -sin condiciones- el bloqueo imperialista que ya supera las seis décadas.
Twitter, es una empresa estadounidense de tecnología, que ya va por su segundo año consecutivo dando pérdidas a sus propietarios. En 2020, las pérdidas netas alcanzaron la cifra de 1.135 millones de dólares. La empresa, se lucra vendiendo publicidad y datos. Siendo la parte más rentable de la empresa, la venta de los datos de sus usuarios y usuarias a las empresas, lo que provoca la ansiedad de sus propietarios por vender datos al Complejo Industrial-Militar y Financiero, léase: al imperialismo. Venderse como una empresa de desinformación y propaganda anti gobiernos no aliados de EEUU, pareciera ser el objetivo de esta empresa transnacional, aprovechándose de la ventaja comparativa que les da el hecho cierto, comprobado por diversos estudios de opinión, que las redes sociales se han convertido en la primera fuente de información entre los jóvenes en el mundo. Es por ello, que Twitter se vende como el espacio perfecto para la producción y reproducción a escala planetaria de bulos, rumores y desinformación con el único propósito de desestabilizar y golpear países no aliado de Washington.
Como bien lo refleja en su muro de «Tendencias», solo se expresa lo que es del interés político de los propietarios de Twitter. Todo el tiempo transcurrido de este 2021, se ha posicionado como «Tendencias» al koki y su banda delictiva. Dicha «Tendencia», se ha hecho efectiva para descalificar toda acción política emanada desde la Jefatura de Estado del Presidente Maduro hacia su pueblo. Al koki, Twitter, lo ha glorificado y convertido en una alternativa de poder político contra la Revolución Bolivariana. Eso, habla muy mal de las finalidades y objetivos de esa empresa trasnacional que ha demostrado ser más efectiva que los medios convencionales para generar y difundir información y desinformación de un hecho de la realidad nacional, en forma inmediata y actualizada. Es un arma –no convencional-de destrucción de conciencias, que reclama una acción urgente desde los Parlamentos de los pueblos, valga decir, tomar acciones legislativas que se plasmen en leyes regulatorias del funcionamiento de las redes sociales puertas adentro de dichos países, en aras de evitar lo que Eisenhower, alertaba en su discurso: «Esta conjunción de un inmenso sistema militar y una gran industria armamentística es algo nuevo para la experiencia norteamericana. Su influencia total (económica, política, incluso espiritual) es palpable en cada ciudad, cada parlamento estatal, cada departamento del gobierno federal. Reconocemos la necesidad imperativa de esta nueva evolución de las cosas. Pero debemos estar bien seguros de que comprendemos sus graves consecuencias. En los consejos de gobierno, debemos estar alerta contra el desarrollo de influencias indebidas, sean buscadas o no, del complejo militar-industrial. Existe y existirán circunstancias que harán posible que surjan poderes en lugares indebidos, con efectos desastrosos. Nunca debemos permitir que el peso de esta combinación ponga en peligro nuestras libertades ni nuestros procesos democráticos…» (Enero, 1961).