Como es demasiado evidente el carácter inhumano que los caracteriza y no pudieron arremeter abiertamente contra el envío que el Gobierno nacional hizo a las víctimas del terremoto de Perú, como lo hacen en otras oportunidades cuando Venezuela ayuda a los países hermanos, los detractores del proceso socialista sacaron que las latas, perolitos y no sé que otros envases, tenían impresas las fotos del presidente Hugo Rafael Chávez Frías y del líder del Partido Nacionalista Peruano (PNP), Ollanta Humala.
Bueno, creo, sin temor a equívocos, que debe ser mortífero para un opositor llegar al supermercado y pedir una lata de atún y cuando la vaya a destapar se consiga con la foto de Chávez sonriente, algo así como un close up, con una ligera mirada a un lado, de manera tal, que su verruga sea expuesta como principal punto de atracción al cliente.
Sí, estoy seguro que más de uno queda en el intento. Los imagino fríos y desmadejados sobre una silla con el abre latas en la mano, un paquete de galletitas de soda esparcidos sobre la mesa, la mayonesa sin destapar y el vaso de jugo intacto.
Igualmente desconozco que tan dañino les puede resultar la imagen de Chávez en un perolito de refresco, por ejemplo, si en la IV República metieron a los presidentes de entonces hasta en la sopa, cuando estos sí tenían ingredientes altamente destructivos en contra de la población venezolana.
Mediante el Pacto de Punto Fijo nos hicieron creer que después del “quítate tú, para ponerme yo”, que se dio entre Acción Democrática y Copei, no habían más alternativas que pudieran gobernar a Venezuela.
Era tan dura la campaña en contra de las otras opciones, que cuando salían las caravanas de socialistas y comunistas, con boina, pelo largo y barba uno salía corriendo a esconderse. Los políticos tradicionales, aquellos de la guanábana llamados así por lo de blanco y verde, convencieron a la gente de que se trataba de bandas delictivas. Pero de eso no hablan.
Creen que ya los venezolanos olvidamos esas artimañas, que utilizaron para perpetuarse en el poder como lo hicieron durante esos 40 años de dictadura adeco-copeyana.
Así que de la oposición no sorprende nada. Ante el anuncio de esa noticia que, como todas las que se dan en contra del Presidente, quería acabarlo en cada palabra, en cada letra, en cada punto, en cada coma, abordé mi camioneta y emprendí un recorrido por diferentes mercados, a fin de constatar la existencia del atún con la postal de Chávez.
La búsqueda en Maracaibo resultó infructuosa. Pasé entonces al municipio San Francisco, pero en el camino me tomó por sorpresa un boletín al respecto: “Juan Armando Laguna, embajador de Venezuela en Perú, calificó de una vil maniobra la información de las latas con las fotos de Chávez y Ollanta Humala, al tiempo que pidió una investigación y ratificó la decisión de seguir ayudando a los damnificados.
Todo se trataba como siempre, del odio a Chávez. A los adversarios del proceso no les preocupa el dolor de los hermanos peruanos, sino buscar un pretexto para dañar la gestión revolucionaria.
Pretendieron hacer ver que el comandante es un monstruo que aprovechaba la desgracia por la que atraviesa la nación inca, para hacer propaganda política.
Incluso ya había medios de comunicación haciendo comparaciones como esta: “la aparición de enlatados con las imágenes de Chávez y Humala recuerda las maniobras de guerra psicológica realizadas por el gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000), consistentes en campañas de prensa para distraer la atención pública en función de los intereses del ejecutivo”.
Posiblemente no se hayan dado por vencidos y guarden cajas de latas en algún sitio, para etiquetar con el rostro de Chávez e insistir en sus ataques. O quizá ante este fallido intento, tengan un nuevo ardid en marcha.
Chávez dijo que con la Reforma Constitucional comenzó otra ofensiva en su contra y que mayor atención había que ponerle a la oposición internacional que a los taparucos de aquí. Sin embargo, a mí juicio, en cualquier caso, que se coman su atún.
Alberto Morán / Periodista
albemor60@hotmail.com