No fue un encuentro cualquiera. Fue la denuncia abierta del “uso de la falsificación por las transnacionales informativas como una agresión masiva y permanente contra los pueblos y gobiernos que luchan por la paz, la justicia y la inclusión” (1). Fue también el comienzo de la estructuración de una respuesta común desde la conciencia de que el “Terrorismo mediático es la primera expresión y condición necesaria del terrorismo militar y económico que el Norte industrializado emplea para imponer a la Humanidad su hegemonía imperial y su dominio neocolonial. Como tal es el enemigo de la libertad, de la democracia y de la sociedad abierta y debe ser considerado como la peste de la cultura contemporánea.”(2). La cita fue el esbozo de una respuesta militante desde el periodismo y la comunicación de masas ante la agresión imperialista contra los pueblos oprimidos de nuestra América, el Caribe y el Mundo.
Ha
comenzado una nueva era en la historia del periodismo latinoamericano
y caribeño. Una nueva instancia está en proceso de elaboración.
Venezuela ha sido el punto de partida de ese proceso abarcador y profundo
de afirmación de una actividad surgida hace 200 años con las luchas
revolucionarias de nuestros pueblos por la Independencia Nacional, reafirmada
hoy “apegada a los valores de la democracia real y efectiva
y a la veracidad que se merece la diversidad de pensamientos, creencias
y culturas” (3). Desde la tribuna del periodismo, nuestros pueblos,
secularmente sometidos y oprimidos, forjan un eje de rechazo y enfrentamiento
al curso destructivo impuesto a la Humanidad por el Capitalismo. A este
respecto, vale la pena traer a colación las ideas esbozadas por el
periodista argentino Luís Bilbao, en su libro Periodismo y Militancia,
en el año 2001:
“No
hay un periodismo abstracto y en consecuencia no hay un periodista ajeno
al momento histórico y a la realidad en que se desempeña (…) ni
ayer ni hoy, aunque los tiempos lo
cambian todo, puede existir un periodismo sin militancia. Quien no lo
asume explícitamente, lo hace por omisión. Si en 1801 el único periodismo
era el que se oponía a la losa impuesta por el régimen político de
la corona y además podía ser ejercido dentro del sistema en decadencia,
hoy los imperios y sus virreyes han tomado el control de toda la prensa
con alcance de masas (…) Hoy es mas denigrante que nunca asumir la
militancia que proponen los grandes medios de prensa comercial, sin
excepción controlados total o parcialmente por capitales imperialistas
y aunados contra los intereses de la población, en beneficios de ínfimas,
infames minorías.”
La verdad
es revolucionaria.
¿Por qué la falsificación, el silenciamiento y la deformación de los hechos que se transmiten como información desde la gran prensa mundial y local? ¿Qué sucede con el Código de Ética del periodismo en estos tiempos convulsionados? ¿Por qué es imposible afirmar una idea sin que implique asumir partido? ¿Es posible la Ética de la “neutralidad” al margen o por encima de las fuerzas históricas que pugnan y determinan la vida de la población en su conjunto?
Estas interrogantes entrañan dilemas complejos, difíciles y cruciales. Hayan su respuesta en la definición del periodismo y la función del periodista por el lugar que ocupan ante el drama desgarrador de nuestro tiempo: la vida o la muerte de millones de hombres y mujeres, niños y niñas, ancianos y ancianas inocentes, bajo la violencia que hoy se impone al mundo.
Se afirma en la Declaración de Caracas (declaración final del Encuentro) que “La información no es una mercancía”. No se puede menos que estar de acuerdo. Sin embargo, aunque se le reivindique, junto a la educación y la salud, como un derecho fundamental de los pueblos, por sí sola nada define, sino está dirigida a denunciar y desnudar al régimen social que niega esos derechos a miles de millones de personas, condenándoles a la ignorancia y la muerte, que no solo convierte en mercancía a los derechos sino a las personas mismas. Esta denuncia es también la única manera efectiva de luchar contra la mercantilización de la información y de la vida.
La verdad es revolucionaria porque está enfrentada a la lógica irracional de un régimen social (capitalismo) que se sostiene sobre la base de los intereses y privilegios de minorías infames, en detrimento y perjuicio de grandes mayorías laboriosas.
Desde una Revista de Teoría y Política argentina, hace 18 años, cuando todo parecía demostrar lo contrario, y sostener ideas y principios pasaba por anacrónico, se decía:
“La crisis del mundo en la ultima década del siglo XX es la crisis del capitalismo.
Pese
al acostumbramiento inducido por los medios de manipulación masiva
de la opinión pública, el panorama mundial supera los horrores
del infierno imaginado por Dante (…)
cuatro quintas partes de la humanidad viven por debajo de la
línea de pobreza; guerras presentes y por venir;
destrucción del ecosistema…
a la par de fantásticas realizaciones científicos y tecnológicas
que hacen materialmente posible acabar con estos con estos flagelos
(…) Bajo el absoluto predominio mundial del capitalismo
la humanidad se encamina hacia una catástrofe jamás vista.
(…) en el umbral del siglo XXI la tergiversación de
la verdad es una precondición del sistema capitalista, un requisito
para confundir y desviar el curso lógico inexorable de miles de millones
de voluntades en todo el planeta, lo cual a su vez es una precondición
para librar con alguna perspectiva de éxito la feroz, devastadora como
nunca antes, batalla por su supervivencia (…)
La crisis que desembocó en las acciones bélicas de Medio Oriente
(¡en 1991!)… lejos de ser la última conflagración de este centenio…
es la primera del siglo XXI” (4).
La realidad de hoy “no es una casualidad”: es producto de la lógica demencial del Capitalismo. Sin embargo, de lo profundo de esa realidad, irrumpió, también, la fuerza telúrica de las víctimas de ese sistema para oponer un curso distinto al drama que hoy se vive, y marchar al enfrentamiento del caos impuesto a la humanidad. Fuerza telúrica de millones de hombres y mujeres que ha forjado dirigentes (como al comandante Hugo Chávez Frías) y abierto un cause: La Revolución.
El proceso revolucionario “no cayo del cielo”: lo parió la crisis mundial y local del capitalismo. Ambos, Revolución y dirigente, son atacados de manera inmisericorde y asesina por la Burguesía y sus socios. ¿Puede ser de otra manera? No. Es la reacción inevitable de los explotadores librando “la lucha por su supervivencia esclavista y espoliadora.” Esta es la naturaleza real del Terrorismo Mediático.
La Revolución Bolivariana, representa la respuesta que ha nacido de ese curso de barbarie al que pretende conducir el Norte Industrializado e Imperialista a la Humanidad. No es posible afirmar el valor de la verdad como principio rector del periodismo y del periodista, ante una instancia histórica tan crucial como esta, si no se la afirma como una herramienta en función de la defensa de la vida y la sobrevivencia de la especie humana. La supuesta “neutralidad objetiva” del periodismo es una caricatura grotesca. No hay lugar a desdoblamientos en función de ritos éticos o morales: o se esta con los pueblos oprimidos o con los opresores de los pueblos.
Tal como ha dicho el periodista cubano Ernesto Vera, Presidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP): “La mentira es fuerte por que está unida en torno a una estrategia Imperialista común. La verdad es débil porque esta dispersa y no esta unida en torno a una estrategia Antiimperialista común.” Solo desde esta perspectiva tomará sentido y concreción una nueva ética del periodista.
- Declaración de Caracas. Encuentro Latinoamericano contra el Terrorismo Mediático.
- Ibíd.
- Ibíd.
- El Mundo después de la guerra del Golfo…Y sin la URSS. Luís Bilbao. Critica de Nuestro Tiempo. Argentina. 1991.