Chávez nunca viaja solo. Siempre lo hace acompañado del escándalo que arman sus adversarios en cada periplo. En Venezuela existe un sujeto que vive de sacar la cuenta de cuánto gasta el presidente en pañuelos, agua mineral, pañuelos y calzoncillos por viaje. Los medios le dan primera página a semejante contabilidad.
La administración Bush tiene a mano los ingredientes específicos para intentar boicotear cada viaje de Hugo Chávez y gritar al mundo su “preocupación por Venezuela”. Si el destino es hacia el sur, desempolva el manoseado maletín de Antonini. Si la brújula apunta al norte, saca una carpeta de la inagotable computadora que le atribuyen al comandante Raúl Reyes. No bien anuncia Miraflores una gira por Europa, ya la señora Rice está advirtiendo del peligro que para la democracias representa el mandatario venezolano.
Cuando el imperio no encuentra un escándalo a mano para sabotear los viajes de Chávez, acuden en su apoyo los gobernantes de Colombia, Perú o México. En otros casos, se suman al boicot la cancillera alemana o el primer ministro británico. El complot contra las giras de nuestro Presidente no es cualquier cosa.
Haga usted su propia investigación viajera. Cuando el comandante anuncie algún compromiso en el exterior, pronostique el escándalo que será desempolvado y colocado en primera plana y primer plano en los medios. Aunque el asunto es grave, la constatación del pronóstico pudiera resultarle tan divertida y agradable como llenar su crucigrama favorito. En las escuelas de ciencias políticas o estudios internacionales deberían poner este ejercicio como tarea o tesis de grado.
En su reciente gira por Rusia, Portugal y España, inventaron que al aniversario de la revolución sandinista asistieron varios comandantes de las FARC, quienes se habrían trasladado en un avión venezolano, específicamente de PDVSA. La “noticia” desapareció de la misma forma en que apareció, sin que los medios se preocuparan en dar alguna explicación. Las ollas periodísticas, como las mentiras, no se explican. Se montan y ya.
Hoy mismo el Presidente está en Colombia, si no ha regresado ya de la cumbre anti-droga que se realiza en ese país. Los caza-viajes fueron sorprendidos en esta oportunidad porque el anuncio de su presencia en el evento lo hizo el jefe del Estado apenas la víspera. No les dio chance para montajes, potes de humo y otras formas de manipulación. Eso no quiere decir que no lo hagan sobre la marcha, pues la orden es sabotear cualquier gira que emprenda el mandatario venezolano.
El asunto es curioso, de espanto, psiquiatra y brinco. Cuando el Presidente se va allende los mares, los medios montan ollas periodísticas para eclipsar los logros de los viajes y la proyección internacional del líder bolivariano. Al mismo tiempo, sin Chávez en el país, la oposición cae en un profundo vacío muy parecido a la depresión y hace un descubrimiento peligroso: el de ese odio latente entre todos sus factores, que sólo el odio a Chávez logra en unos casos eclipsar y en otros disimular.
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